Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
- Registro
- 10 Abr 2007
- Mensajes
- 15.910
- Reacciones
- 9.819
Cuando me enteré de que David Lynch practicaba meditación, y no sólo eso, abría centros en su país para enseñar las bondades de ésta a los demás me planteé meditar. Aquí estaba Mayayo, loco. Pero Lynch achacaba todo su ingenio creativo a haberla descubierto, y yo quiero para mí el ingenio de Lynch. No necesito narrar el paso intermedio entre conocer lo de Lynch y comenzar a meditar por mi cuenta.
Tampoco he meditado demasiado, pero desde que lo hago, cada vez se me está haciendo más audible el ruido. Me pitan mucho los oídos, y abrir los ojos de vez en cuando es angustiante.
Todas las imágenes traen consigo múltiples relaciones que se desencadenan en mi mente a una velocidad que no puedo alcanzar. Si me da por mirar, por casualidad, las tapas de un libro, recuerdo el día que lo compré, las expectativas puestas en él, lo razonable que me pareció su precio y las sospechas insanas ante el temor de estafa por parte del librero. Un sentimiento amargo me nubla al darme cuenta que no he sacado de él, ni de tantas otras cosas en las que creía que encontraría alguna suerte de verdad, nada que mereciese la pena, lo que hace que mis pensamientos paren en seco al aparecer la orden automática que algún día me programé para que no tuviese sentimientos como aquel ante cosas que no me es posible controlar. Me doy cuenta de que esta orden hace más incontrolable todo, quizá deba dejar de darme órdenes de este tipo.
Un contacto con otro individúo trae consigo un repaso obligado de todas aquellas pequeñas normas de comportamiento que habíamos pactado antes mediante el rifi-rafe de la comunicación a lo largo del tiempo. A esto deberíamos añadirle todas aquellas relaciones intrínsecas a cualquier objeto.
Internet, el que nos ha metido en todo esto. Lector de feeds, un vistazo rápido a las noticias del mundo, hacerse una opinión válida de todo aquello de cara a futuras conversaciones, actualizar. Putalocura, ver temas en los que has participado, respuestas obligadas, nuevas vías de participación, sondeo de poder, conclusiones, actualizar. Buscar en google todo aquello que te hiciste recordar que buscarías en google al llegar a casa, información relacionada, facebook. Escuchar música, partir de ideas preconcebidas para hacerte a un nuevo disco, mi cabeza está demasiado saturada como para abrirse a esa música sin más; quizá en la tercera o cuarta escucha, de momento me es más confortable lo conocido, no podría soportar algo realmente nuevo.
Imaginaos pues, amigos míos, todas las operaciones que tiene que hacer un cerebro, ya pasado de rosca por sí mismo, cuando te encuentras en tu casa, con tu novia en la cama y la música sonando de fondo. Pretendiendo poner en su imaginación las experiencias que te evocan aquella melodía.
Tampoco he meditado demasiado, pero desde que lo hago, cada vez se me está haciendo más audible el ruido. Me pitan mucho los oídos, y abrir los ojos de vez en cuando es angustiante.
Todas las imágenes traen consigo múltiples relaciones que se desencadenan en mi mente a una velocidad que no puedo alcanzar. Si me da por mirar, por casualidad, las tapas de un libro, recuerdo el día que lo compré, las expectativas puestas en él, lo razonable que me pareció su precio y las sospechas insanas ante el temor de estafa por parte del librero. Un sentimiento amargo me nubla al darme cuenta que no he sacado de él, ni de tantas otras cosas en las que creía que encontraría alguna suerte de verdad, nada que mereciese la pena, lo que hace que mis pensamientos paren en seco al aparecer la orden automática que algún día me programé para que no tuviese sentimientos como aquel ante cosas que no me es posible controlar. Me doy cuenta de que esta orden hace más incontrolable todo, quizá deba dejar de darme órdenes de este tipo.
Un contacto con otro individúo trae consigo un repaso obligado de todas aquellas pequeñas normas de comportamiento que habíamos pactado antes mediante el rifi-rafe de la comunicación a lo largo del tiempo. A esto deberíamos añadirle todas aquellas relaciones intrínsecas a cualquier objeto.
Internet, el que nos ha metido en todo esto. Lector de feeds, un vistazo rápido a las noticias del mundo, hacerse una opinión válida de todo aquello de cara a futuras conversaciones, actualizar. Putalocura, ver temas en los que has participado, respuestas obligadas, nuevas vías de participación, sondeo de poder, conclusiones, actualizar. Buscar en google todo aquello que te hiciste recordar que buscarías en google al llegar a casa, información relacionada, facebook. Escuchar música, partir de ideas preconcebidas para hacerte a un nuevo disco, mi cabeza está demasiado saturada como para abrirse a esa música sin más; quizá en la tercera o cuarta escucha, de momento me es más confortable lo conocido, no podría soportar algo realmente nuevo.
Imaginaos pues, amigos míos, todas las operaciones que tiene que hacer un cerebro, ya pasado de rosca por sí mismo, cuando te encuentras en tu casa, con tu novia en la cama y la música sonando de fondo. Pretendiendo poner en su imaginación las experiencias que te evocan aquella melodía.