Werther
Veterano
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Es curioso como todo en esta vida circula en torno al sexo. Esto enseña lo débiles que somos los hombres. En la eterna lucha contra este instinto, gana quien pueda controlarlo a voluntad, en nuestro caso la mujer. Lo controla, observa al hombre que se abrasa y, viendo la enorme ventaja que puede sacar de esta situación, lo usa como un arma. Pero ellas no actúan de esta manera conscientemente, sino que se trata de un instinto propio de su sexo. Actúan así conforme a su naturaleza, por eso no ven nada malo en sus actos y por eso no entienden al hombre cuando se queja de ese modo de obrar. Así, por muchos siglos que pasen y por mucho que adelante la mujer en derechos, siempre actuará de tal manera que sus actos sean siempre ataques a la sexualidad del hombre. Esto se percibe muy claramente en la estética, que para la mujer no es otra cosa sino un arma más de su arsenal sexual y que hace que no se vistan de la manera más bella posible, sino de la más sensual posible, siempre amoldando esa sensualidad a las circunstancias externas: el sábado noche de una manera, en el trabajo de otra, en la calle de otra, etc., pero siempre buscando inconscientemente el mismo fin.
El sexo define la esencia propia de la mujer, son eminentemente seres sensuales, todo su ser y toda su corporeidad es, ante todo, sensualidad. Cada fibra de su cuerpo rebosa erotismo, toda su psicología son meras formas de lo erótico. En pocas palabras, su sexualidad condiciona todos sus actos; y estos son siempre ataques al hombre.
El sexo es, de todos los placeres de la vida, el que más desea el hombre y el que más lo atormenta. Para él no es un arma, sino su mayor debilidad. Por eso, los hombres más geniales siempre lo han aborrecido y por eso las religiones más espirituales abominan de él.
Es algo comprobado que la amistad entre el hombre y la mujer es imposible, ya que ella siempre descargará sobre él, en todo momento y de todas las maneras que su naturaleza le permita, una batería de señales eróticas. Basta con que un hombre y una mujer se acerquen para que ella de comienzo la batalla, desplegando en actos inconscientes todas sus armas sensuales. El hombre, conscientemente percibe este ataque y observa como esos estímulos disparan a su sexualidad, activándola en vano; es en este momento cuando el rencor hacia ella comienza a manifestarse como un acto de incomprensión y defensa hacia un ataque que él no ha comenzado y que supone la activación de su instinto más irrefrenable sin el menor deseo por parte de ella de copular.
Las relaciones entre hombre y mujer se resumen en el siguiente diálogo:
Hombre: ¡Me estás atacando!
Mujer: ¿Yo?
Es una eterna lucha.
El sexo define la esencia propia de la mujer, son eminentemente seres sensuales, todo su ser y toda su corporeidad es, ante todo, sensualidad. Cada fibra de su cuerpo rebosa erotismo, toda su psicología son meras formas de lo erótico. En pocas palabras, su sexualidad condiciona todos sus actos; y estos son siempre ataques al hombre.
El sexo es, de todos los placeres de la vida, el que más desea el hombre y el que más lo atormenta. Para él no es un arma, sino su mayor debilidad. Por eso, los hombres más geniales siempre lo han aborrecido y por eso las religiones más espirituales abominan de él.
Es algo comprobado que la amistad entre el hombre y la mujer es imposible, ya que ella siempre descargará sobre él, en todo momento y de todas las maneras que su naturaleza le permita, una batería de señales eróticas. Basta con que un hombre y una mujer se acerquen para que ella de comienzo la batalla, desplegando en actos inconscientes todas sus armas sensuales. El hombre, conscientemente percibe este ataque y observa como esos estímulos disparan a su sexualidad, activándola en vano; es en este momento cuando el rencor hacia ella comienza a manifestarse como un acto de incomprensión y defensa hacia un ataque que él no ha comenzado y que supone la activación de su instinto más irrefrenable sin el menor deseo por parte de ella de copular.
Las relaciones entre hombre y mujer se resumen en el siguiente diálogo:
Hombre: ¡Me estás atacando!
Mujer: ¿Yo?
Es una eterna lucha.