Victor I
Freak
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Felices aquellos tiempos de supervivencia incierta, cuando todas la camadas humanas tenían alguna baja, cuando reyes y plebeyos habían enterrado a varios hijos y esposas, cuando acumular decenios eran privilegios ignotos. La muerte estaba ahí, corpórea, pútrida, omnipresente, siempre oportuna, eficaz, precipitada. Todas la generaciones conocían una plaga, una guerra y la construcción de un nuevo cementerio, no había año que las Parcas no necesitaran afilar su fúnebres tijeras.
Quiero vivir, vivir, vivir,...vivir mil años, hacerle caso al doctor y convertirme en un cuerpo incorruptible embalsamado por la química mágica de sus pociones, alcanzar esa inmortalidad que a todos nos espera en este siglo de prodigios tecnológicos. El mundo esta lleno ancianos atléticos quemando viagra, haciendo horas extras en las salas de musculación, resolviendo problemas trigonométricos, conduciendo fulgurantes berlinas a 80 km/h por el carril central de las autopistas. Yo quiero una vida así, infinita, feliz, llena de placeres y excesos.
Pero la vida es peligrosa: tomarse un café de dos horas como un buen funcionario, congestionar los músculos con los fierros, un estornudo por una traza más cortada, los polvos milagrosos, un zurullo al que hay que obligar a abandonar nuestro cuerpo, celebrar un cumpleaños con Casera cola o pegarle cuatro gritos a un moró disfrazado de culé. Todo esto que nos alegra la vida también nos arrastra al borde del precipiocio, nos acerca a la silla de ruedas, a una reclusión mecánica con respiración asistida, a la urna nacarada donde acomodar nuestras cenizas
Aunque sea verdad, estas cosas, como lo de los Reyes Magos y el síndrome de Morris de la Igartiburu, se las calla uno. Morir no es el problema. El problema es vivir de oídas, esclavizado por la hipocondría, sin poder apretar el culo cuando un pedo relajante viene a nuestro encuentro o salir sudando de la cama después de quitarse el hambre de carne y amor.
¿Y todo esto por que? Por esto, queridos míos, por esto.
p.d. Los risketos, de momento, son seguros. Aún hay esperanza
Quiero vivir, vivir, vivir,...vivir mil años, hacerle caso al doctor y convertirme en un cuerpo incorruptible embalsamado por la química mágica de sus pociones, alcanzar esa inmortalidad que a todos nos espera en este siglo de prodigios tecnológicos. El mundo esta lleno ancianos atléticos quemando viagra, haciendo horas extras en las salas de musculación, resolviendo problemas trigonométricos, conduciendo fulgurantes berlinas a 80 km/h por el carril central de las autopistas. Yo quiero una vida así, infinita, feliz, llena de placeres y excesos.
Pero la vida es peligrosa: tomarse un café de dos horas como un buen funcionario, congestionar los músculos con los fierros, un estornudo por una traza más cortada, los polvos milagrosos, un zurullo al que hay que obligar a abandonar nuestro cuerpo, celebrar un cumpleaños con Casera cola o pegarle cuatro gritos a un moró disfrazado de culé. Todo esto que nos alegra la vida también nos arrastra al borde del precipiocio, nos acerca a la silla de ruedas, a una reclusión mecánica con respiración asistida, a la urna nacarada donde acomodar nuestras cenizas
Aunque sea verdad, estas cosas, como lo de los Reyes Magos y el síndrome de Morris de la Igartiburu, se las calla uno. Morir no es el problema. El problema es vivir de oídas, esclavizado por la hipocondría, sin poder apretar el culo cuando un pedo relajante viene a nuestro encuentro o salir sudando de la cama después de quitarse el hambre de carne y amor.
¿Y todo esto por que? Por esto, queridos míos, por esto.
Vicios peligrosos
Vicios peligrosos | Neurociencia | elmundo.es
.Investigadores de los Países Bajos han observado que el consumo de café, el ejercicio físico intenso, sonarse, tener relaciones sexuales, hacer fuerza al ir al baño, tomar refrescos de cola, sobresaltarse y enfadarse son factores que, por este orden, aumentan el riesgo de que se produzca la hemorragia cerebral
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p.d. Los risketos, de momento, son seguros. Aún hay esperanza