- El ser humano es sociable por naturaleza: necesitamos de gente que nos aprecie, sentirnos queridos y de vez en cuando, por qué no, que nos den palmaditas en la espalda...
- ¿Y cómo, según tú, llegamos a establecer contacto con los demás?
- Sencillamente, mostrando nuestra faceta más positiva, la que nos parece que resultará más agradable al prójimo con el fin de que éste no rehuya de nosotros.
- A mí cuando me preguntan eso de “¿Cómo eres psíquicamente?” nunca sé qué responder. Nadie se conoce a sí mismo nunca, ¿no crees?
- En efecto. Dependiendo de la situación en la que nos encontremos, actuaremos de una manera u otra, llegando incluso a veces a sorprendernos nosotros mismos de nuestras acciones.
- Entonces, si no me conozco por completo a mí mismo, ¿cómo voy saber lo que se esconde en la mente de los demás?
- Es imposible. Hay que confiar en la otra persona, dejarse llevar. Suponer que se tiene buena fe. No hay más.
Este es un extracto de una conversación que mantuve hace poco con un conocido. Diálogo, por otra parte, un poco retocado, no vaya a ser que el susodicho sea un asiduo a éste nuestro foro y la liemos.
Las relaciones humanas se me han antojado, desde que tengo uso de razón, como un baile de máscaras, en el que todo es misterio, incertidumbre, pero también diversión, morbo. Una especie de riesgo edulcorado con una gran cantidad de romanticismo, mezcla que surge del no-conocimiento total de la otra persona. Es emocionante, cuanto menos. ¿Es que acaso no le resultaría muy aburrido conocer de qué forma va a reaccionar, usted u otra persona, ante una situación determinada?