Pongamos que sois un tío de teintaitantos que se fue a vivir al extranjero, a buscarse la vida. Resulta que se la encuentra (la vida) y las cosas no le van mal: tiene un curro que está guay, hace con su tiempo lo que le apetece, no tiene ataduras de ningún tipo… En cuanto a las tías, alguna relación que acaba dejando porque un buen día decide que puede seguir solo y que no necesita ese tipo de historias para ser él. Y con el tiempo decide que el sexo por el sexo tampoco le mola, porque en realidad casi le jode más conseguir echar de su casa al día siguiente a la puta pesada a la que sólo quería follarse y sanseacabó. Así que, se compromete consigo mismo a seleccionar, digamos de un modo más exigente, a quién se lleva a su casa y a quién no.
O.k. Pongamos que de repente, y en ese marco que os acabo de exponer, recibe un día totalmente inesperado un mensaje de alguien del pasado. Alguien con quien tuvo una relación “especial” (y entendamos como especial “para nada normal”, platónica y marcada por la distancia), pero intensa. Esa persona del pasado ahora vive en esa ciudad de ese país extranjero.
Por primera vez, después de muchos años, se ven por primera vez. Esa persona del pasado resulta ser una mujer (eso él ya lo sabía, claro está, pero no vosotros, aunque pudierais imaginarlo…), una mujer con novio. El encuentro es bastante más relajado de lo que en principio se podría haber esperado. Las cosas están muy claras: ella tiene novio, él no quiere relaciones. Con ese panorama parece poco peligroso empezar algo parecido a una relación de amistad. Así que, qué coño, ¿por qué no ir a tomar una café o a comer o a cenar?
Y resulta que un buen día, ella se asusta, y le va con el cuento de que tienen que dejar de verse, no más cafés, no más comidas, y por supuesto no más cenas. Nada más. Él simplemente no quiere escucharla y aprovechando que ella mantiene deliberadamente bajada la guardia, la besa y le pide por favor que vaya con ella a su casa. Ella se niega, eso acaba ahí.
Pero no acaba, claro. De repente parece que ella no tiene novio (aunque lo tiene y lo lleva permanentemente pegado al cogote, respirándole en la nuca), y que para él ya no todas las tías son unas zorras que no valen ni el esfuerzo de follárselas.
Abreviando y obviando el proceso, ella decide dejar a su novio, y de repente todo cambia. Ahora parece un combate a muerte por dejar claro quién necesita menos del otro, o lo que es lo mismo, quién se arrepiente más de haber propiciado que el otro diera el paso que ahora les ha llevado a esa situación. La pelea es ahora decidir cuándo acabar, pero ninguno de los dos puede, porque quizás ninguno de los dos quiere.
Hasta que es ella la que decide. Y se marcha. Pero tampoco acaba ahí, aunque el resto de la historia es simplemente miserable y dolorosa.
La cuestión es que, ahora, un poco de tiempo después, ella tiene que volver a esa ciudad de ese país extranjero por motivos que nada tienen que ver con esa historia, y como lo que siente por él es más fuerte que el miedo, o que el orgullo o qué sé yo… mucho se teme que volverá a mandarle un mensaje diciéndole que está en esa ciudad, en ese país extranjero. Y no sabe si debe (bueno, sí lo sabe, NO DEBE, pero…)
Por cierto, cualquier parecido con la realidad, es pura y dura coincidencia...
O.k. Pongamos que de repente, y en ese marco que os acabo de exponer, recibe un día totalmente inesperado un mensaje de alguien del pasado. Alguien con quien tuvo una relación “especial” (y entendamos como especial “para nada normal”, platónica y marcada por la distancia), pero intensa. Esa persona del pasado ahora vive en esa ciudad de ese país extranjero.
Por primera vez, después de muchos años, se ven por primera vez. Esa persona del pasado resulta ser una mujer (eso él ya lo sabía, claro está, pero no vosotros, aunque pudierais imaginarlo…), una mujer con novio. El encuentro es bastante más relajado de lo que en principio se podría haber esperado. Las cosas están muy claras: ella tiene novio, él no quiere relaciones. Con ese panorama parece poco peligroso empezar algo parecido a una relación de amistad. Así que, qué coño, ¿por qué no ir a tomar una café o a comer o a cenar?
Y resulta que un buen día, ella se asusta, y le va con el cuento de que tienen que dejar de verse, no más cafés, no más comidas, y por supuesto no más cenas. Nada más. Él simplemente no quiere escucharla y aprovechando que ella mantiene deliberadamente bajada la guardia, la besa y le pide por favor que vaya con ella a su casa. Ella se niega, eso acaba ahí.
Pero no acaba, claro. De repente parece que ella no tiene novio (aunque lo tiene y lo lleva permanentemente pegado al cogote, respirándole en la nuca), y que para él ya no todas las tías son unas zorras que no valen ni el esfuerzo de follárselas.
Abreviando y obviando el proceso, ella decide dejar a su novio, y de repente todo cambia. Ahora parece un combate a muerte por dejar claro quién necesita menos del otro, o lo que es lo mismo, quién se arrepiente más de haber propiciado que el otro diera el paso que ahora les ha llevado a esa situación. La pelea es ahora decidir cuándo acabar, pero ninguno de los dos puede, porque quizás ninguno de los dos quiere.
Hasta que es ella la que decide. Y se marcha. Pero tampoco acaba ahí, aunque el resto de la historia es simplemente miserable y dolorosa.
La cuestión es que, ahora, un poco de tiempo después, ella tiene que volver a esa ciudad de ese país extranjero por motivos que nada tienen que ver con esa historia, y como lo que siente por él es más fuerte que el miedo, o que el orgullo o qué sé yo… mucho se teme que volverá a mandarle un mensaje diciéndole que está en esa ciudad, en ese país extranjero. Y no sabe si debe (bueno, sí lo sabe, NO DEBE, pero…)
Por cierto, cualquier parecido con la realidad, es pura y dura coincidencia...