Aquí os dejo la crítica que hizo ayer en un periódico asturiano un gafipasti de estos pero la verdad que con buen criterio y en el que también deja ver por donde van los tiros de Bigas Luna
Nosotros no
C. M.
Bigas Luna se ha pasado de listo. Ya era de los más espabilados de la clase de cine español, en la que últimamente le valían sus aires mediterráneos paelleros y unas cuantas curvas para sacar el aprobadillo raspado. Jamón, jamón queda lejos. Ahora, su pillería se ha pasado de frenada. Siete pueblos. Da la impresión de que está intentando coleguearse con un público juvenil por un lado, y por el otro que pretende escandalizar a los que ya se escandalizan sin que nadie les busque las cosquillas. Y ni una cosa ni otra.
Y no es que el intento no sea digno, que no está mal, es más bien que se le ve el guiño juveniloide y el invento de marketing desde el peñón de Ifach. Pase aquello del cásting multitudinario para conseguir una Juani al estilo «Operación Triunfo». Y pase porque la chavala, Verónica Echegui, está espléndida en su papel de joven del extrarradio barcelonés, con un novio tunero (de «tunning» y no de tuna, que no se sabe qué es peor), interpretado sin gracia por Dani Martín, de «El Canto del Loco»; un padre alcohólico y una madre que lo aguanta como puede y que anima a su hija a irse a Madrid a buscar fortuna como actriz. Pero lo que no tiene tanto pase es que Bigas trate de modernizar sólo mediante escenas robadas de Rebelde sin causa, mensajes de móvil superpuestos en pantalla, una banda sonora modernilla (la Mala Rodríguez, qué buena es) y trapicheos postadolescentes varios, el «mamá, quiero ser artista» de toda la vida.