Matar pijos en Sevilla

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naxo

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Tomo prestado el título de la canción de Siniestro Total para contar la nueva moda que se está abriendo paso en Sevilla, aunque realmente no es tan nueva, porque es algo que viene sucediendo de forma recurrente en mayor o menor medida: "La caza del pijo".

Esta variedad cinegética, tan urbanita como cainita, ha vuelto más fuerte que nunca gracias a las redes sociales y está pegando especialmente fuerte en Sevilla, donde canis de barrios periféricos se convocan por Whatsapp para visitar barrios pudientes como El Porvenir, Nervión o Los Remedios y dar golpisa a los niños de flequillos imposibles. Si durante la operación pueden afanarse un móvil, una bici o una cartera, pues eso que se llevan.

De momento, la cosa ya ha salido en varios medios, principalmente porque mandaron a un chaval al hospital después de sobrepasar con él el límite de collejas que un ser humano puede recibir sin sentirse incómodo.


Y ya son varios medios los que se han hecho eco de ello alertados por los atemorizados padres, quienes, además, ponen especial énfasis en la poco resolutiva Policía, que ni está ni se le espera.


Estoy ansioso por ver las declaraciones de sociólogos y politólogos defendiendo que los agresores son las auténticas víctimas, porque su entorno social, la educación, la exclusión...que seguro que están al caer.

Me imagino a @Cenobita con su cara de pasmao viendo como apalizan a un chaval, acercándose dubitativo para terminar uniéndose dando un par de coces, amparado por la seguridad del grupo, al pijo opresor que tiene su vida solucionada al contrario que él que tiene que levantarse a trabajar para otro.

Veo a @Leproso acompañando a su hijo, mojando sus dedos en la sangre de Mauro y pintando bajo sus ojos unas líneas carmesí, como trofeo de su primera víctima.

Pienso en @hitsfromthebong en su casa, sudando de todo esto, con el rabo en la mano y el portátil encendido con 23 pestañas abiertas, a cual más perversa e inquietante.

Sea como fuere, elige tu equipo:

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VS
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FIGHT!
 
@Terrorista nos está leyendo...

Ahora espero que, en justo castigo, los pudientes padres de los menores agredidos monten escuadrones de la muerte Centroamérica style, que se dediquen a "contestar".
 
Sevilla en sí mismo es un coto de caza sin fin: rocieros, almonteños, pijos, canis, hermandades, flamenkitos, reshulones, resultones...
 
En realidad se trata de que la división social en clases que propicia el capitalismo salvaje hace que los hijos de la clase obrera y proletaria se sienten acorralados y sin margen de movimiento ni capacidad de escalar socialmente hacia puestos más favorecidos. Siendo el ser humano como es, una especie que busca la mejora y el ascenso, al verse bloqueados en este aspecto porque los huecos que podrían ocupar ellos ya están siendo ocupados por los hijos de los que actualmente detentan esa posición social, no tienen más remedio que abrirse paso mediante la eliminación física de quienes ocupan dichos huecos, fácilmente identificables porque portan símbolos que así los identifican, tales como un pequeño cocodrilo o un jugador de polo cosido sobre sus prendas de vestir. En realidad estos 'cazadores' no son sino las víctimas propiciatorias de un sistema que les relega, y sus actos corresponden al síndrome que les provoca su situación, que deviene en la imposibilidad física y metafísica de no ahostiar a la gente. Al no poder controlar este instinto, son víctimas de su situación y como tales no merecen ser juzgados ni condenados.

Este síndrome se ha descrito en la literatura psicopolítica bajo el nombre de Síndrome de Ralph Lauren por el doctor Yonoloestoy, quien ya se hiciera famoso por su enconada defensa del síndrome de Sherwood.
 
Eso pasa en ciudades pequeñas. En Santander los macarras también tenían al personal acojonado.

Cuando llegué a Madrid a estudiar me hizo gracia ver cómo borjamaris del “osea” en la boca no se cortaban un pelo en no sólo no agachar las orejas con un macarra, sino lanzarse a la pelea y, muy habitualmente, ganarla. Ver a macarras hostiados por borjamaris me era una visión muy chocante a la par que divertidísima. Los pijos sevillanos tienen opciones, lo que pasa es que en una ciudad pequeña como Sevilla las posibilidades de que te venga el gitano/macarra con el “premoh” de las 3000 y te encuentre y haga vendetta contigo es superior que en Madrid, que no te volverá a ver en la vida.
 
Eso pasa en ciudades pequeñas. En Santander los macarras también tenían al personal acojonado.

Cuando llegué a Madrid a estudiar me hizo gracia ver cómo borjamaris del “osea” en la boca no se cortaban un pelo en no sólo no agachar las orejas con un macarra, sino lanzarse a la pelea y, muy habitualmente, ganarla. Ver a macarras hostiados por borjamaris me era una visión muy chocante a la par que divertidísima. Los pijos sevillanos tienen opciones, lo que pasa es que en una ciudad pequeña como Sevilla las posibilidades de que te venga el gitano/macarra con el “premoh” de las 3000 y te encuentre y haga vendetta contigo es superior que en Madrid, que no te volverá a ver en la vida.
Las tornas en Sevilla cambian a partir de los 15-16 años, cuando el 75% de los pijos empiezan a meterse en cosas como remo o rugby, ambos deportes con mucho arraigo en la capital. La cosa se ve diferente cuando burreas a uno y detrás te aparecen 5 animales que pueden hacer press militar contigo.
 
El equivalente de clase media es el que a escondidas ralla el BMW nuevo del vecino porque su mera presencia le recuerda que él tiene un Seat.

Aunque alomejor ni le gustan los coches en realidad.
 
Eso pasa en ciudades pequeñas. En Santander los macarras también tenían al personal acojonado.

Cuando llegué a Madrid a estudiar me hizo gracia ver cómo borjamaris del “osea” en la boca no se cortaban un pelo en no sólo no agachar las orejas con un macarra, sino lanzarse a la pelea y, muy habitualmente, ganarla. Ver a macarras hostiados por borjamaris me era una visión muy chocante a la par que divertidísima. Los pijos sevillanos tienen opciones, lo que pasa es que en una ciudad pequeña como Sevilla las posibilidades de que te venga el gitano/macarra con el “premoh” de las 3000 y te encuentre y haga vendetta contigo es superior que en Madrid, que no te volverá a ver en la vida.
Hay pijos que son unos yonkis premium y sueltan navajazos a la minima y hay canis humildes de barrio,eso es así.
Contra más dinero,más impunidad ante la justicia.
 
"La caza del pijo" qué rancio y noventero suena eso, colega. Estos periolistas tienen unas ganas de sensacionalismo que no es normal.

Sevilla, a día de hoy, es un remanso de paz y concordia comparada con esa Sevilla de los 90's con su Prodigy, su Breakbeat (se DJ Karpin) esos Canis genuinos con sus chándalsitos blancos y sus peinados cenicero, haciendo rugir las Jogs por cualquier parque enseñando la suela de sus Salomon.
El pastilleo estaba a la orden del día y la violencia era moneda de cambio todos los findes en esos macro botellones con miles de criaturas empinando el codo y con las hormonas revolucionadas. Algún que otro crimen hubo. El famoso homicidio de los jardines Murillo, donde pincharon a un chaval y ahí se quedó. O ese que huyendo de sus agresores cruzó, sin mirar, Flota de Indias y fue fatalmente atropellado.
Era la época del Chato, El Negro y otras figuras cuyo mote rememoraban relatos de violencia y terror.

La Sevilla de los 80's no había sido mucho mejor.
 
yo los pijos de raza pura que conozco en Madrid son fanfarrones pero nada agresivos. están a sus cosas y con su gente, desagradables, altivos, algo faltones, pero están en su puto mundo y es raro que se metan en jaleos.
 
En Bizkaia los pijos premiums viven en el barrio de Neguri en Getxo y de ahí no salen.
Estan en “casita” como cuando juegas a pillar; la ETA les ponía alguna bomba eso yes.
 
Voy a educar a mis hijos
Para que se coman a los tuyos vivos
puto pijo

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