Oh, por favor, qué antojo de pasteles me ha dado.
Una de las cosas que más curiosidad me ha dado siempre ha sido los nombres de los pasteles que en cada parte se llaman a su modo.
A mí me gustaban mucho los jesuítas que se llamaban en mi tierra, unos pasteles de hojaldre y de crema.
Oh my god! He ido a buscar una foto para ilustralo y resulta que también se hacen con cabello de ángel y encima he encontrado la receta. Ejem, me tocará hacerlos, porque está claro que si nada es ya como era antes lo que es una puta mierda pinchada en un palo es la repostería comprada, entre la huevina, los colorantes y los conservantes, todo sabe artificial. O a mí me sabe artificial.
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JESUITAS PASTELES TÍPICOS DE BILBAO
Hoy os traigo un clásico de las pastelerías Bilbaínas y que forman parte de los recuerdos dulces de mi infancia: los "jesuitas", la verdad es que no sé muy bien el origen de este nombre y tampoco he tenido referencias claras al respecto, lo único que os puedo contar es que mi abuela y después mi madre decían que se llamaban así porque eran secos por fuera pero tenían algo por dentro, espero no ofender a nadie con este dicho...
Luego había otros pasteles que allí llamábamos relámpagos, a saber por qué y resulta que aquí son petisús.
También era muy típico de mi tierra los bollos de mantequilla.
El bollo de mantequilla debería tener rango de patrimonio universal de la humanidad. Acompañado por un buen café con leche (con espuma), es el mejor reconstituyente para los días fríos de lluvia. Sencillo, humilde, con un sabor a nada en particular pero a estar a gustito en general.
Los bilbainos exiliados más allá del Nervión lo entenderán. No hay nada mejor que sentarte un día cualquiera a media mañana en una degustación (cafetería endógena de Bilbao), tomarte un café con un bollo de mantequilla, el periódico sobre la mesa, y mirar alrededor, la gente que pasa y la lluvia a través del cristal. La paz mundial.
Por razones que escapan al entendimiento humano, esta sana costumbre no se ha exportado al mundo entero y los benditos bollos no existen allende las fronteras vizcaínas.
Y lo que aún siguen siendo muy ricos son los pasteles de arroz que no sé si de arroz llevarán algo, y esos aún están muy ricos.
Los pasteles de arroz, otro básico deBilbaodetodalavida, son el súmmum de la perfección de la vida sencilla. Humildes y libres de sospecha de sibaritismo gourmet, su propia simpleza los hace víctimas de una gran amenaza, el ninguneo. Son despreciados de mala manera en las pastelerías y olvidados en las barras de desayuno, porque no tienen ese yo-qué-sé-qué-sé-yo que los haga atractivos a la vista. Puede que influya el que con frecuencia sean un mazacote hecho en cantidades industriales.
Tan ninguneados están, que se puede leer a lo largo y ancho del mundo que el apellido "de arroz" les viene de que se hacían con harina de arroz, traída de Filipinas y la Conchinchina por marineros bilbainos, o que la base se hacía cociéndola en blanco rellena de granos de arroz.
La verdad es que de arroz no llevan nada más que nombre usurpado, puesto que a finales del s. XIX lo que se estilaba eran los verdaderos pasteles de arroz, muy parecidos pero rellenos de una mezcla de arroz con leche. Ese receta sale en el libro de El Amparo, el de la Parabere y mil más. Ya dicen las hermanas Azcaray que las mismas bases de hojaldre se pueden rellenar de natilla, y en algún otro recetario de crema de Vitoria.
Curiosamente y ahora que lo pienso los sabores dulces que más añoro son los de mi niñez. Porque si me tengo que poner a pensar en algún pastel típico de esta zona tampoco diré que esté yo especialmente apegada, o igual porque ahora como menos dulces de los que comía, o porque sólo arraigan esos recuerdos cuando uno tiene una edad más tierna.
Sea como fuere ahora ando a la busca y captura de una receta de tarta que comí en un restaurante , de chocolate blanco y fresas, qué cosa más rica.