Os voy a explicar el tag de "Síndrome de Karlitos" porque es demasiado fino para vuestras mentes cocidas en semen retenido.
Decía mi ex-padrastro (sí, ex-padrastro, luego os lo explico, que se hila todo muy bien) que tenía anorexia. Encajaba perfectamente con los síntomas, decía, porque por más que adelgazaba se seguía viendo gordo, y es que el cabrón tenía que llevar tirantes porque no había manera de que los pantalones se le aguantasen en el sitio con esa fisionomía de tonel reventado. A alguna gente le pasa eso con las relaciones, que por más que busquen, por más que afinen, siguen equivocándose. La culpa es de los demás, siempre es de los demás, otro bug del cerebro humano. En lo que pocas veces reparamos es que cómo se comporta nuestra pareja con nosotros es el reflejo de cómo le permitimos que lo haga, lo que nos da está limitado por sus cualidades innatas, no puede pegar un estirón o cambiar el color de ojos, pero también está limitado por lo que nosotros convertimos en inviable con nuestro comportamiento, con nuestras exigencias impacientes y nuestra falta de mano alfarera. A lo que iba, Karlitos podría decir lo mismo que decía mi ex-padrastro, que siempre le gustan otras por muy buenas que estén las que se busca, y todos nos reiremos, porque sabemos que se busca engendros horripilantes. Aquí es cuando ha perdido la gracia el tag por explicarlo.
Por otro lado, aprovechando que menciono a la familia, mi madre es un ejemplo de esa búsqueda de lo que no se tiene, de ver siempre más apetitoso el plato de la mesa de al lado, de aborrecer lo que antaño luchó por conseguir. Y en cada relación se vuelve más miserable, los años pasan y no puede evitarlo, siendo de la generación que es y con un poder adquisitivo que no permite grandes extravagancias como en las películas de la América colonial, se ha columpiado bastante. Ya que hablaba antes de hormonas, puede ser por unos niveles bajos de oxitocina, "la hormona del compromiso", entre otros sobrenombres, la que os impida estrechar lazos, confiar y ser generosos, en lugar de pedir, pedir y pedir.
Pero no es despreciable el papel de unos hábitos de conducta nefastos. Muy poca gente en nuestros días está entrenada para aplazar las recompensas, para entender la necesidad de sacrificarse hoy por un premio mañana. El famoso estudio de poner a niños en una sala, solos (de uno en uno), delante de una mesa en la que había un marshmallow, dejarlos solos y prometerles no uno, sino dos dulces, si eran capaces de no comerse el que tenían delante en los siguientes 20 minutos:
Las personas capaces de aplazar la recompensa tienen más probabilidades de éxito académico y profesional. Por el contrario, la tendencia al fracaso amoroso y los problemas con las drogas es notable en individuos que no pueden soportar la espera.
Antes de que nadie se tire al cuello, estos estudios son estadísticos, contemplan las excepciones y por supuesto que las extraen de las conclusiones, porque son eso, excepciones. Un resultado sólo es considerado válido si puede ser replicado y si los márgenes que excede son considerados "suficientes". No creo que haga falta discutir esto, pero es que a veces aquí nos la sujetamos con pinzas.
Es para pensarlo.