Vaserqueno
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- 24 Feb 2005
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Empecemos dejando algo claro desde el principio: este no es un hilo sobre cuernos. Sobre infidelidades, sobre traiciones ni sobre juicios morales.
Los chavalines que hoy en día pueblan la internec probablemente no sepan de qué voy a hablar. Es necesario haber rodado un poco por el mundo, no creerse que tienes rodaje. Haber recorrido los caminos secundarios en los que se ven en detalle las miserias de la vida y de las personas, en vez de haber circulado por la autopista comiendo en restaurantes de comida rápida, asépticos y anodinos. No, hay que haber parado en pequeños tugurios y haber probado la comida casera, que desengaña el aspecto ruinoso de la fachada con un sabor reconfortante y que sacia. Como algunas mujeres, que son anomalías entre su género, tan propenso a ser consumido y descartado como el fast food. Y que sientan igual de mal, la mayoría de las veces.
Pongamos que alguno de vosotros ha tenido la suerte o desgracia de encontrar una pareja con la que compartir viaje durante algunos años. Al menos cinco, idealmente ocho, diez… Muchas cosas cambian cuando, en vez de polvos ocasionales (para algunos de vosotros, estacionales y gracias) lo que tenemos es una relación estable. No damos patada tras echar el grumo (o aún mejor, nos vamos a nuestra casa a disfrutar de la soledad), sino que compartimos nuestro espacio con una criatura inestable, caprichosa, irracional y posesiva. Hay que adaptarse. Esta adaptación es traumática, y genera una serie de fricciones que no son tema de este hilo. La mayoría conseguimos llegar a un equilibrio de necesidades con nuestra pareja.
Lo que también se genera es una adaptación a la rutina. Lo que durante el primer trimestre es follar casi de continuo se torna semanal, al principio viernes, sábados y domingos, con el paso del tiempo una vez a la semana, para pronto encontrarse mojando el churro dos o tres veces al mes. Este decaer en la actividad sexual es habitual en la mujer: de sobra es conocido que gustan de follar menos que nosotros, o no existiría ni este foro ni las putas.
Para no extenderme (tarde, me temo), llega un día en el que te puedes encontrar haciéndote pajas a escondidas, porque tu pareja no te sigue el ritmo, o echar una cana al aire se ha convertido en una tarea que ni las doce pruebas. La espontaneidad ha volado y ahora todo es, como dice Sabina, una manzana por semana aunque no tenga ganas.
En esas circunstancias, nuestros abuelos, que sabían lo suyo de estas cosas, tenían la sana costumbre de tener amantes, que daban mucho lustre y te permitían revigorizar el pichurrín sin mayores complicaciones. Revivir la excitación de la conquista, la emoción del primer beso, el descubrimiento de la primera excursión bajo unas las bragas desconocidas. Y volver a casa, a la persona a la que no has dejado de querer, pero que ha querido disociar convivencia, pareja y vida sexual. Cuidado, que no contemplo la opción de que tu pareja se preocupe de mantener la atracción, la novedad, la seducción, el juego al que aún le quedan minutos en tu marcador, pero que para ella hace tiempo que pitaron fin de partido.
¿Qué opináis de esta opción? ¿Una amante (se puede, se debe ir cambiando con el tiempo; no hablamos de tener dos parejas, por dios), pros, contras y reflexiones sesudas?
Los chavalines que hoy en día pueblan la internec probablemente no sepan de qué voy a hablar. Es necesario haber rodado un poco por el mundo, no creerse que tienes rodaje. Haber recorrido los caminos secundarios en los que se ven en detalle las miserias de la vida y de las personas, en vez de haber circulado por la autopista comiendo en restaurantes de comida rápida, asépticos y anodinos. No, hay que haber parado en pequeños tugurios y haber probado la comida casera, que desengaña el aspecto ruinoso de la fachada con un sabor reconfortante y que sacia. Como algunas mujeres, que son anomalías entre su género, tan propenso a ser consumido y descartado como el fast food. Y que sientan igual de mal, la mayoría de las veces.
Pongamos que alguno de vosotros ha tenido la suerte o desgracia de encontrar una pareja con la que compartir viaje durante algunos años. Al menos cinco, idealmente ocho, diez… Muchas cosas cambian cuando, en vez de polvos ocasionales (para algunos de vosotros, estacionales y gracias) lo que tenemos es una relación estable. No damos patada tras echar el grumo (o aún mejor, nos vamos a nuestra casa a disfrutar de la soledad), sino que compartimos nuestro espacio con una criatura inestable, caprichosa, irracional y posesiva. Hay que adaptarse. Esta adaptación es traumática, y genera una serie de fricciones que no son tema de este hilo. La mayoría conseguimos llegar a un equilibrio de necesidades con nuestra pareja.
Lo que también se genera es una adaptación a la rutina. Lo que durante el primer trimestre es follar casi de continuo se torna semanal, al principio viernes, sábados y domingos, con el paso del tiempo una vez a la semana, para pronto encontrarse mojando el churro dos o tres veces al mes. Este decaer en la actividad sexual es habitual en la mujer: de sobra es conocido que gustan de follar menos que nosotros, o no existiría ni este foro ni las putas.
Para no extenderme (tarde, me temo), llega un día en el que te puedes encontrar haciéndote pajas a escondidas, porque tu pareja no te sigue el ritmo, o echar una cana al aire se ha convertido en una tarea que ni las doce pruebas. La espontaneidad ha volado y ahora todo es, como dice Sabina, una manzana por semana aunque no tenga ganas.
En esas circunstancias, nuestros abuelos, que sabían lo suyo de estas cosas, tenían la sana costumbre de tener amantes, que daban mucho lustre y te permitían revigorizar el pichurrín sin mayores complicaciones. Revivir la excitación de la conquista, la emoción del primer beso, el descubrimiento de la primera excursión bajo unas las bragas desconocidas. Y volver a casa, a la persona a la que no has dejado de querer, pero que ha querido disociar convivencia, pareja y vida sexual. Cuidado, que no contemplo la opción de que tu pareja se preocupe de mantener la atracción, la novedad, la seducción, el juego al que aún le quedan minutos en tu marcador, pero que para ella hace tiempo que pitaron fin de partido.
¿Qué opináis de esta opción? ¿Una amante (se puede, se debe ir cambiando con el tiempo; no hablamos de tener dos parejas, por dios), pros, contras y reflexiones sesudas?