Lástima que no funcione el buscador, porque ya relaté en su momento hace ya tiempo el caso de este compañero de trabajo que he mencionado al comienzo del hilo. Como ya he resumido mi propia situación con mi ex, creo que no hace falta añadir más sobre la locura de las mujeres y la falta absoluta de raciocinio a la hora de conseguir un bombo en la barriga, así que contaré el caso de este compañero, porque aunque visto en la distancia o contado pueda parece incluso ridículo, a él le supuso una baja laboral de más de tres meses, un ingreso hospitalario, un traslado en el trabajo y una desgracia para toda la vida.
Era el año del señor de 2008 y este compañero (no sé si llamarlo amigo, aunque por entonces lo éramos) y yo solíamos salir con muchísima frecuencia, prácticamente cada fin de semana. Reconozcamos que como soltero de oro guapetón, al que le gustaba lucirse con coche, ropita de marca, apartamento en zona pija, era excesivamente mujeriego y le gustaba ir picando en cada esquina, aunque también hay que reconocer que nunca había tenido suerte a la hora de tener pareja más o menos estable. Tampoco tenía amigos íntimos. Más de una vez que salimos lo dejé solo para ligarse a alguna menganita a la que le había echado el ojo o se fue, de mutuo acuerdo, con alguna amiga a la que ya conocía previamente, a echar el polvo del viernes noche.
Tal como digo, salíamos durante horas cada viernes y charlábamos de mil temas distintos y terminábamos siempre de madrugada después de horas y horas de conversación: es una persona con cultura, con aficiones, instruida, con sensibilidad artística, y con la que se podía hablar de cualquier tema. Recuerdo bien que un día, extrañamente, lo llamé para salir el viernes y no me cogió el teléfono y ni me respondió a la llamada perdida. A la semana siguiente, también estaba desaparecido del mapa. Pensé, razonablemente, que había conocido a alguna pollita, se la estaba agenciando y prefería ir con ella que salir con un tío tan feo como yo. No lo eché en falta en el trabajo porque raramente coincidíamos debido a la diferencia de horarios.
Pasados más de veinte días, volvió a dar señales de vida llamándome por teléfono, pero me extrañó su tono de voz mucho más serio del habitual y la urgencia que demostraba por verme, aunque ni siquiera era viernes. Fijamos una hora y quedamos para tomar un café o una cerveza. La persona que me encontré frente a mí era una caricatura enferma del tipo guapo y bragado que yo conocía. El tono de voz bajo, la mirada perdida, el temblor en las manos, la palidez. Después de un saludo corto, sin ninguna efusividad, nos sentamos y me dice que había estado ingresado en la planta de psiquiatría del hospital XYZ durante casi tres semanas, a base de neurolépticos intramusculares, por un ataque psicótico agudo esquizoparanoide. En principio pensé que bromeaba, pero su aspecto, su tono de voz, la evidencia real de que quien estaba delante mía estaba hecho polvo psíquicamente me devolvieron a la cruda realidad.
No sin evasivas y con bastante vergüenza, empezó a explicarme que hacía casi tres meses atrás conoció a una enfermera en una de sus salidas nocturnas. Evidentemente, se la había llevado a su apartamento-picadero en varias ocasiones y pese a que ella le había asegurado que estaba tomando anticonceptivos, cosa que él creyó (porque como todos sabemos, cuando estamos en el ajo nos cegamos y difícilmente nos ponemos un preservativo a no ser que ellas insistan), lo hicieron a pelo en varias ocasiones. Lo que él ignoraba es que ella no iba tras él por guapo, por inteligente, por ser una persona a la que considerara atractivo como pareja, sino para utilizarlo para sus propósitos de conseguir un hombre al que usar como semental. En cuanto ella se quedó embarazada, consiguió el bombo, según me contó casi llorando, cambió radicalmente de actitud y se negaba a verlo. Por fin, tras insistirle quedaron a tomar un café y pese a que él quiso llevarla de nuevo a jincarla, ella se negó y le contó con pelos y señales la Verdad de lo que había querido desde un principio. Imaginaos: tía soltera de aproximadamente 30 años, con el reloj dando saltos, que no tiene ni ha tenido jamás pareja estable y que se encuentra de pronto al pringui ingenuo que sólo busca follar por diversión y se dijo: "ésta es la mía"... y vaya si la aprovechó. Le engañó como a un enano: ni pastillas anticonceptivas ni nada de nada.
Me quedé que no sabía qué decirle ni cómo reaccionar. Cuando terminamos de hablar, quedamos para vernos en su casa otro día, porque tenía terminantemente prohibido tomar alcohol con la medicación que le habían recetado y su familia me confirmó el ingreso en el hospital y lo mal que estaba. Lo que más me llama la atención no es el hecho de que debido al mal trago que vivió cuando la tipeja le contó la pura verdad hubiera tenido un ataque psicótico y estuviera hecho polvo, sino cómo cambió su personalidad desde entonces: se volvió susceptible, paranoico (como Cachondo), no soportaba una broma, veía con malos ojos cualquiera que le dirigiera una mirada, me criticaba por cualquier motivo, nos teníamos que esconder de lugares públicos y terminábamos la mayor parte de las veces sentados dentro del coche, siempre veía "fantasmas" en todas partes y, lo más curioso, es que pasó de ser un hombre consecuente, lógico, a contarme toda una serie de delirios de grandeza y de tonterías a cual más triste y penosa.
Tuvo que pedir un traslado en el centro de trabajo porque tuvo encontronazos y problemas con la mayor parte de los compañeros y le perdí la vista. Cuando volvimos a vernos, no sólo seguía extraño, raro, con un comportamiento impredecible, sino que además empezó a criticarme por motivos nimios que antes ni siquiera había mencionado hasta que me cansé y le di puerta, harto de sus rarezas y sus alucinaciones sin fundamento. Me volvió a llamar en un par de ocasiones, pero siempre le puse excusas para no volver a quedar con él o ni siquiera le cogí el teléfono, porque había pasado de ser un buen "amigo" a estar siempre pendiente de si yo hacía, o decía o mencionaba, para criticarme.
Nunca pude volver a hablar con él más del tema, excepto en una ocasión, poco antes del parto de ella donde me dijo que ella renunciaba totalmente a pedirle ningún tipo de ayuda, de compañía, de pensión ni de leches. O sea, lo había usado como a un puto kleenex. En ese sentido hasta tuvo suerte el chaval. Ella era independiente, tenía un buen trabajo y le importaba él una mierda como padre y como compañero. Imagino que cuando uno sufre un revés de ese tipo, se le caen al suelo todos los esquemas y los palos de sombrajo. Nunca volvió a ser el mismo ni a confiar en nada ni en nadie. Hace años que no sé de él. Imagino que el niño o la niña debe tener ya 7 u 8 añitos.