UBP
Freak total
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Escribo esto inspirado por la contestación del honorable forero Karpov a mi persona, en el fragor de una amistosa discusión en el Foro Crispación, a saber:
"Una puta película", "sacándonos los ojos cada día", "temas bastante más serios"...
La desafortunadamente extendida opinión de que la política es más importante que el arte, que la cultura, confundiendo “prioritario” con “importante”, constituye un error que corremos el riesgo de aceptar sin rechistar. Lo mismo ocurre con la ciencia, pero ésta obtiene muy poca atención mediática, por lo cual no es el blanco de mi reflexión de momento.
La política es el como la maquinaria de un coche: es necesario que funcione perfectamente para que el automóvil rinda al máximo, y obviamente para no tener una desgracia en forma de accidente. Pero esta maquinaria debe estar en un plano discreto, cubierta por una capota, porque su función no es la de exhibirse (bien fea que es), sino la de ofrecer un servicio primordial de forma cuanto más oculta y silenciosa mejor.
Pero actualmente nos hallamos en la tesitura de que la política debe ser ampulosa, pavonearse delante de la sociedad entera exhibiendo sus gracias, exigiendo el primer puesto de atención. La política es un espectáculo, los políticos quieren ser reconocidos como estrellas salvadoras del país, como héroes moralmente superiores que sólo tienen a bien considerar la cultura como un mero entretenimiento, como una distracción o descanso entre dos buenas sesiones, o raciones, parlamentarias. El Parlamento, ese templo de reflexión y responsabilidad.
En realidad la política debería cumplir su función y mantenerse en el segundo plano que le corresponde. Cuando uno ve una película no desea que mientras intenta disfrutar de ella le cuenten cómo funciona la cámara que nos ha proporcionado excelentes momentos como –por citar una obra universal- el final de Blade Runner. Mientras Roy Batty pronuncia su discurso definitivo acerca de la vida y la muerte, nos jodería notoriamente tener al puto Ridley Scott explicándonos los detalles técnicos de la escena al oído; que es lo mismo que se espera de nosotros cuando encendemos la radio, la tele o la internec: que sepamos de qué color y con qué frecuencia mea tal politicucho, y al final del telediario, si da tiempo, se nos referirá el fallecimiento de Yehudi Menuhin o Federico Fellini, y se nos obsequiará –por ser buenos y prestar atención a la crucial información de que “los políticos vuelven de vacaciones”- con un fragmento de seis segundos, ya fundido con la alarmante sintonía del noticiario, del concierto celebrado por Mike Oldfield en Marte, tras la primera experiencia colonial con éxito en el el bermejo planeta.
La cultura es lo más elevado. Debe existir la política únicamente para que exista orden y bienestar suficientes como para que, en última instancia, podamos crear y contemplar el arte, y ésa será la meta: la contemplación, el estado evolutivo más avanzado y refinado de nuestra singular especie. La política sirve a la cultura, y debería hacerlo sin tanta alharaca ni reclamando un protagonismo vergonzante y embrutecedor.
Me extendería, pero la actual (escueta) extensión del texto ya producirá no pocas reticencias a la lectura. Así que si a alguien le apetece conversar, profundizamos y tal.
karpov rebuznó:empiezas a repartir leches a diestro y siniestro... ¡por una puta película! Entiende que lo único que puedes provocar es la risa, cuando aquí nos estamos sacando los ojos cada día por temas bastante más serios que una película o una puta serie de Tv.
"Una puta película", "sacándonos los ojos cada día", "temas bastante más serios"...
![coronel-kurtz.jpg](https://www.vayacine.com/images/2007/06/coronel-kurtz.jpg)
La desafortunadamente extendida opinión de que la política es más importante que el arte, que la cultura, confundiendo “prioritario” con “importante”, constituye un error que corremos el riesgo de aceptar sin rechistar. Lo mismo ocurre con la ciencia, pero ésta obtiene muy poca atención mediática, por lo cual no es el blanco de mi reflexión de momento.
La política es el como la maquinaria de un coche: es necesario que funcione perfectamente para que el automóvil rinda al máximo, y obviamente para no tener una desgracia en forma de accidente. Pero esta maquinaria debe estar en un plano discreto, cubierta por una capota, porque su función no es la de exhibirse (bien fea que es), sino la de ofrecer un servicio primordial de forma cuanto más oculta y silenciosa mejor.
Pero actualmente nos hallamos en la tesitura de que la política debe ser ampulosa, pavonearse delante de la sociedad entera exhibiendo sus gracias, exigiendo el primer puesto de atención. La política es un espectáculo, los políticos quieren ser reconocidos como estrellas salvadoras del país, como héroes moralmente superiores que sólo tienen a bien considerar la cultura como un mero entretenimiento, como una distracción o descanso entre dos buenas sesiones, o raciones, parlamentarias. El Parlamento, ese templo de reflexión y responsabilidad.
En realidad la política debería cumplir su función y mantenerse en el segundo plano que le corresponde. Cuando uno ve una película no desea que mientras intenta disfrutar de ella le cuenten cómo funciona la cámara que nos ha proporcionado excelentes momentos como –por citar una obra universal- el final de Blade Runner. Mientras Roy Batty pronuncia su discurso definitivo acerca de la vida y la muerte, nos jodería notoriamente tener al puto Ridley Scott explicándonos los detalles técnicos de la escena al oído; que es lo mismo que se espera de nosotros cuando encendemos la radio, la tele o la internec: que sepamos de qué color y con qué frecuencia mea tal politicucho, y al final del telediario, si da tiempo, se nos referirá el fallecimiento de Yehudi Menuhin o Federico Fellini, y se nos obsequiará –por ser buenos y prestar atención a la crucial información de que “los políticos vuelven de vacaciones”- con un fragmento de seis segundos, ya fundido con la alarmante sintonía del noticiario, del concierto celebrado por Mike Oldfield en Marte, tras la primera experiencia colonial con éxito en el el bermejo planeta.
La cultura es lo más elevado. Debe existir la política únicamente para que exista orden y bienestar suficientes como para que, en última instancia, podamos crear y contemplar el arte, y ésa será la meta: la contemplación, el estado evolutivo más avanzado y refinado de nuestra singular especie. La política sirve a la cultura, y debería hacerlo sin tanta alharaca ni reclamando un protagonismo vergonzante y embrutecedor.
Me extendería, pero la actual (escueta) extensión del texto ya producirá no pocas reticencias a la lectura. Así que si a alguien le apetece conversar, profundizamos y tal.