Así trabaja Antena 3. Trama y origen de un engaño.

HerrPeter

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14 May 2003
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A raíz de la publicación de mi articulo en Putalocura El blog más guarro | Putalocura.com, he recibido diversos mails. Uno de ellos me parece muy esclarecedor sobre la forma de trabajar que tiene esta gente. La fuente no la quiero citar, pero os aseguro que es una figura dentro del peridismo español.

Aquí teneis el texto, juzgad vosotros mismos:

Te agradezco la información sobre el reportaje realizado por el El Mundo-TV, y emitido por Antena 3.
No lo he visto y tampoco tengo el menor interés de verlo.
Te puedo decir, en base a la información de la que dispongo, que los dos reporteros que viajaron a Tailandia son relativamenmte novatos, y que esa era su primera asignación en el extranjero.
También se que antes de viajar a Tailandia, el reportero de TV llamó a un colega de Hong Kong para pedirle a que lugares podía ir para realizar "un reportaje sobre la prostitución" infantil en Tailandia.
Mi colega le dijo al "intrépido "reportero de TV que Tailandia no era el lugar rpara realizar un reportaje de esa índole, ya que la prostitución infantil no era evidente, y le recomendó que viajara a Camboya.
El reportero de TV contestó que, "Camboya no, tiene que ser en Tailandia", puesto que la idea estaba ya preconcebida antes de viajar.
Empeñado en que sólo podía ser Tailandia, mi colega le dijo entonces, "pues ves al hotel Nana, al Naza Plaza, y a Patpong, pero dudo mucho que esos lugares veas prostitución infantil".
Total, que parece que eso fue lo que hicieron, y al término de su viaje le dijeron a mi colega, "tenemos un material fantástico".
"Pardillos" y además "manipuladores"
 
No lo pillo, pero vamos que me tienes hasta los huevos con el tema de la pederastia que te jodan.
 
edunacle rebuznó:
No lo pillo, pero vamos que me tienes hasta los huevos con el tema de la pederastia que te jodan.

Ya veo ya que no lo pillas. Venga, un trankimazín y a la cama.
 
todos los medios manipulan mas o menos, pero antena 3 lo hace fatal, son unos chapuzas y asi les va
 
Como doy por hecho que no has manipulado el texto y que simplemente lo has copiado... me encanta que sea de una primera figura del periodismo español. ¡En qué plumas estamos! Aparte de las tildes y algunas construcciones, el "pues ves" no creo que lo emplee ningún periodista, ni arrabalero siquiera, por más que sea catalán o aragonés o vaya usted a saber.
 
yopispa rebuznó:
Como doy por hecho que no has manipulado el texto y que simplemente lo has copiado... me encanta que sea de una primera figura del periodismo español. ¡En qué plumas estamos! Aparte de las tildes y algunas construcciones, el "pues ves" no creo que lo emplee ningún periodista, ni arrabalero siquiera, por más que sea catalán o aragonés o vaya usted a saber.

Efectivamente he copiado y pegado. No veo tantos errores teniendo en cuenta qeu no es ninguna crónica, sino un mail de amigo a amigo.
Y si lees periódicos (supongo que sí) habrás leído muchos textos suyos.
 
Yo también copio y pego:

Escrito por Herr Peter en su diario:

29 enero 2004

Camboya, bonito nombre para un país, sugiere un sinfín de pareados: “Estoy hasta la p...., me voy a Camboya”, “me gusta Camboya, porque siempre me tocan la p....”, etc. etc..

Me cuesta levantarme, como siempre. Hoy, al igual que UNICEF, he decidido dedicar un día a la infancia.
Tras el ritual de cada día: paseo por la piscina, lectura de periódico y masaje de pies, me preparo para la aventura del día. Me visto de turista (pantalón corto, camiseta y bolsa de agencia de viajes) y salgo del hotel. Se me acerca un menda que me dice que mi taxista habitual está ocupado, que él se encarga de mí. Por mí no hay problema, pienso pagar lo mismo, o menos si cuela. Le indico mi destino del día: Svay Pak, también conocido por kilómetro 11 (KM 11). Se trata de un poblado, por llamarlo de alguna forma, construido y habitado por vietnamitas. Ha aparecido en algún programa de televisión como cueva de pederastas. Quiero comprobarlo en persona y sacar mis propias conclusiones.
Pasada casi media hora de carretera, el coche reduce la velocidad y gira a la izquierda. Nos metemos por un camino de tierra, tierra en esta época y barro el resto del año. Otro giro a la izquierda y otro a la derecha. Ya tengo delante de mí el famoso KM 11. Una calle que no conoce el asfalto, flanqueada de edificios de una planta. Por la ventanilla veo el espectáculo, chicas por aquí, chicas por allá, ninguna parece interesada en mi presencia. Veo un par de tiendas, por llamarlas de alguna forma, una peluquería, bueno, un sitio donde peinan gente y un par de bares. Antes de llegar al final de la calle, se me acercan chicos jóvenes que pegan un salto para atrás en cuanto ven mi cámara de vídeo. Desde la distancia me indican que no puedo filmar nada, que apague la cámara. Obviamente no están al tanto de las nuevas tecnologías que me permiten filmar con cámara oculta, pero eso es otra historia. Apago la cámara y pido excusas. Antes de bajar del coche, mi chofer me recomienda prudencia. Esto es territorio salvaje y puede pasar cualquier cosa, no hay policía, y la que hay está lejos y prefiere no saber nada de esa zona. Bajo del coche y me instalo tranquilamente en un bar. Hay un pesado que lleva un rato persiguiéndome pretendiendo ofrecerme el paraíso en la tierra. Tiene aspecto de drogado, le sigo el rollo, no vaya a ser que se cabree y se monte la de Dios es Cristo. Si entiendo bien su inglés, me ofrece niñas de todas las edades. Me dice que lo acompañe a una casa que hay por ahí atrás. Le indico, por decir algo y escurrir el bulto, que mi “guardaespaldas” (ya he ascendido al chofer) no me permite alejarme mucho y me obliga a estar siempre a su vista. Bebo mi coca-cola a sorbos rápidos y entrecortados por el nerviosismo que me produce el individuo. Estoy en territorio extraño, en Tailandia ya le habría cortado el rollo, pero aquí, es otra historia, soy un simple turista. En el momento en que me estoy levantando para dar una vuelta, aparece, como caído del cielo, un hombre que me indica que vaya hacia una casa que hay frente al bar. No sé, a ciencia cierta, hacia dónde voy, pero por librarme del pesado drogado, cualquier lugar es bueno. El hombre abre un candado que cierra la puerta de lo que parece un garaje y me indica que entre. No hay nadie. Oigo cuatro gritos en vietnamita y aparece una joven. No me pregunta lo que quiero porque en lugar semejante sólo se viene a una cosa. Me invita a entrar en una habitación en la que hay dos sofás. Van apareciendo chicas vestidas con algo que parece un pijama, no sé si les he interrumpido el sueño, pero son las cinco de la tarde y no creo que sea el caso. Hay unas cinco o seis para escoger, a cada cual más joven. No sé muy bien qué hacer, sigo con mi coca-cola en la mano. Bromeo con la “jefa” de la casa. Pregunto la edad de las pobres chicas que están de pie frente a mí. Obviamente, todas tienen la edad legal para tener relaciones sexuales según mi interlocutora. No quiere pillarse los dedos por sí soy algo más que un simple turista. Mientras conversamos intento ver cuál está menos cohibida ante esta situación. Me pide 15 dólares, cosa muy significativa, ya que por una menor, nunca pediría tan poco. Estoy encerrado en una casa con un candado grande como un puño, en un pueblo vietnamita en Camboya. Pasados diez minutos me veo obligado a elegir. Escojo la más risueña. Si se ríe tanto, será que no le importa mucho la situación. Pago y subimos al primer piso. No hay apenas muebles en la sala principal. Cuatro o cinco puertas conducen a unas habitaciones bastante, o muy, penosas. Una cama, una mesilla junto a ésta y un perchero en la pared, eso es todo lo que hay. ¿Para qué más? También hay un cuarto de baño con ducha, pero un gigantesco cubo de agua me indica que no hay agua corriente, así es.
Intento entablar una conversación por mínima que sea. Imposible. Sólo logro que me diga su edad, o más bien, la que le han dicho que diga. Tal vez no sepa ni ella misma la edad exacta que tiene. Un ambiente ciertamente sórdido que no invita a nada, en cualquier caso, invita a marcharse lo más rápido posible.
Le dejo hacer lo que ella considere que debe hacer.
Terminada la “fiesta”, bajamos y la chica desaparece. Me encuentro solo, en una casa extraña que tiene por entrada un garaje cerrado a cal y canto, y nadie por ningún lado. Silencio. Ante semejante situación, me pongo a curiosear, abro un par de puertas, parecen cuartos de chicas, hay posters de grupos musicales, fotos, enseres femeninos. Pasan los minutos y sigue sin aparecer nadie. Me pongo a gritar: “Hello, hello, I wanna go home”, “Anybody at home?”, “I WANNA GO HOOOMEEE!”. Finalmente aparece la señora de la casa que llama al hombre que me había llevado hasta allí. Abre el candado y vuelvo a ser un hombre libre. No tardo ni dos segundos en subir al taxi. No quiero dar pie a que se me acerquen otros con ofertas “2X1” o cosas por el estilo. Me marcho con un sabor agridulce. Por una parte, me alegra haber conocido un lugar tan peculiar, por otra parte me duele que estas chicas tengan que vivir en esas condiciones, porque, ya que se es puta, por lo menos que se viva bien.
Mientras me marcho, veo desde la ventanilla del coche un par de occidentales sentados en el bar. ¿Agentes de Interpol? ¿Puteros? ¿Agentes de Interpol puteros? No sé y me da igual. No he hecho nada ilegal que yo sepa.
Tomamos la carretera de vuelta a Phnom Penh. Todavía no ha anochecido, me queda algo de tiempo para pasear por la ciudad. Le indico a mi chofer, recién ascendido a guardaespaldas, que me deposite cerca del paseo que bordea el río. Tardamos casi media hora, no por la distancia sino por el caos de vehículos de todo tipo que circulan por la estrecha carretera. Entrados ya en la ciudad, veo a mi derecha un gran escenario y una multitud frente a éste. No sé de qué se trata, y por ende, me interesa. Hago parar el coche, le doy 10 dólares al taxista, y éste me mira con cara de circunstancias. En voz baja me pregunta si puedo darle más. Le respondo que “ni hablar del peluquín”, que 10 dólares ya es mucho por el tiempo que lo he utilizado. Hay que tener en cuenta que un día entero son unos 25 $ y yo apenas he estado 3 o 4 horas. Me despido con un “mañana ya hablaremos”. Cruzo la calle sorteando coches, motos, motocicletas, bicicletas y otros ingenios rodantes. Me paseo por la plaza he intento aproximarme hasta el escenario. Veo una cámara sobre una tarima, deduzco que se trata de un programa de televisión, dotes detectivescas que tiene uno. Desfilan cantantes, bailarinas, presentadores con aire almodovariano. Tiene que ser obra de José Luis Moreno, todo tiene una estética muy particular, vestidos multicolores con lentejuelas, jóvenes bailarinas (aquí tienen que ir más tapadas) que van y vienen entre un número y otro, etc. Grabo un rato con la cámara y me voy. Mi misión es otra. Tengo que encontrar a Teófilo el pedófilo.
Tras haber leído el muy recomendable libro del periodista argentino Fernando Zin “Helados y patatas fritas”, me intereso por los pedófilos occidentales que, por lo visto, abundan en esta ciudad. Su campo de acción se circunscribe básicamente al paseo que hay junto al río. Pongo en funcionamiento mi cámara y la llevo en la mano de modo que parezca que no estoy grabando. El acoso de niños pedigüeños es constante; por lo menos no ponen carita de pena para que les dé dinero y se ríen de mí cuando los mando a paseo. No tardo en ver al primer sospechoso. Occidental, cincuentón, pantalón corto, calcetines y mocasines, curiosamente está sentado junto a una niña y la que parece ser su madre o su hermana mayor. Me hago el despistado, los niños que se me arremolinan alrededor mío me ayudan, sin saberlo, en mi objetivo: quedarme allí a observar los movimientos del individuo. El tipejo empieza a inquietarse, más que nada porque ve que llevo una cámara en la mano, y su actitud no deja de ser extraña. Una vez tomadas las imágenes, continúo mi paseo. Ya ha oscurecido mucho. Es hora de retirarme a mis aposentos, sin embargo, antes quiero pasar por uno de los pocos, o el único, supermercado con productos occidentales. Quiero comprar cuatro cosas para combatir el hambre repentina que me entra cuando regreso de mis fiestas nocturnas. Tras pasar por la caja, veo en una pared del establecimiento un panel con fotografías caseras. Me acerco a ver de qué se trata. Son fotos de ladronzuelos pillados con las manos en la masa. Posan con cara de “yo no he sido” junto a la mercancía que querían sustraer, debajo se inscribe lo que supongo que es su nombre. Sería cuanto menos gracioso aplicar esta práctica en nuestro país. Me imagino contemplando a la salida de Carrefour la foto de algún conocido junto al juego de destornilladores y los paquetes de pilas que quería sustraer.
Junto al supermercado hay un nuevo restaurante de pasta. Me paro a comer unos espaguetis, curiosamente están buenos y saben a lo que tienen que saber, cosa que no suele suceder a menudo por estas latitudes, dónde los platos muestran una apariencia occidental pero a la hora de comerlos, uno se da cuenta de que está lejos de casa.
Vuelvo al hotel, echo mi siestecita reglamentaria y me dispongo a salir. Mismo trayecto, a saber: Sharky’s, Martini’s y After Darkness. En esta ocasión, por desidia, cansancio o excesiva embriaguez, no me llevo ninguna vietnamita de blanca piel (nada que ver con la piel blanca de los británicos) para darle un gusto al cuerpo. El día siguiente será sabático. Piscina, masaje, paseo, alguna foto y a descansar que por la mañana hay que regresar a Bangkok, que seguro me echan de menos.

Posted by: Herr Peter / 3:34 AM

No soporto a este cerdo, Herr Peter, es usted un cabrón de mierda. Pederasta.[/b]
 
Buff a mi me la pela todo esto,es la primera vez que oigo hablar de este hombre por lo que creo que seré objetivo y tampoco le voy a faltar,simplemente seré sincero.

Creo que esta utilizando la excusa de informarse,informar y toda esa puta mierda para tirarse a menores. Y encima lo cuenta con una frialdad chocante. Ha criticado a esos reporteros de A3,serán unos novatos,unos profanos,pero ellos se negaron a tirarse a nadie, y en realidad es mas peligroso y mas cantoso que ir follándose a todo lo que se menea , la verdad que es imposible que levante sospechas así, no deja de ser un turista pedófilo.

PD: Un buen detalle de humanidad el haber escogido a la chica risueña si señor.
 
Jim Morrison rebuznó:
Ha criticado a esos reporteros de A3,serán unos novatos,unos profanos,pero ellos se negaron a tirarse a nadie, y en realidad es mas peligroso y mas cantoso que ir follándose a todo lo que se menea , la verdad que es imposible que levante sospechas así, no deja de ser un turista pedófilo

¿Tú crees que no se tiraron a nadie? Si viste el reportaje, nunmomento dado, estando con la chica del salón de masajes, la señorita está haciéndole un body-body a alguien. Ese "alguien" supongo que era el propio periodista. Dudo que otro cliente se prestara a ser filmado.

Respecto a lo de turista pedófilo, sólo puedo decir que turista no soy porque paso varios meses al año por allí, y no me considero pedófilo. Me gusta que las chicas sean jóvenes, pero de allí a ser pedófilo hay diferencia. Para mí, el pedófilo mantiene relaciones con seres no preparados para ello.
 
HerrPeter rebuznó:
Efectivamente he copiado y pegado. No veo tantos errores teniendo en cuenta qeu no es ninguna crónica, sino un mail de amigo a amigo.
Y si lees periódicos (supongo que sí) habrás leído muchos textos suyos.


Eso es como si me cuentas que eres amigo de Carlos Sáinz y que para ir a tu casa se salió tres veces de la carretera, frenó con el embrague y decía piiiiiiiiiiiiii piiiiiiiiiiiiiiiiii porque no encontraba el claxon. Total, como no estaba ejerciendo su profesión y sólo iba a casa de un colega...
 
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