Boyero y Pumares, el jilo para cagarse en sus putas madres

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Nuestro oraculo se pronuncia sobre la secuela del fenomeno mas grande de nuestro cine en toda su historia :lol:


No vi Ocho apellidos vascos en un pase de prensa, entre gente con un gusto presuntamente cultivado, sin demasiada afición a la risa fácil, sino en una sala casi repleta de espectadores comunes a los pocos días de su estreno. Y su jolgorio era notable ante lo que veían y escuchaban en la pantalla, los regocijados comentarios a la salida, esa impagable expresión de haberte divertido mucho, el agradecimiento por haber conseguido que esa comedia te provocara carcajadas, risas, sonrisas, esas sensaciones tan placenteras que te afirman o te reconcilian no solo con el cine, sino también con la vida.



Y todos sabemos lo que ocurrió después, un fenómeno que podrían explicar eruditamente la sociología y la psicología. O simplemente que el sentido del humor, la parodia, la desmitificación nacionalista, la intriga cómica, el magnetismo de los personajes, conectaban hilarantemente con todo tipo de paladares cinematográficos, incluido ese público que llevaba años sin pisar un cine. La oferta, alentada por una campaña publicitaria exhaustiva, respondía a lo que esperaba la entusiasmada demanda. Gente perteneciente a todo tipo de estratos sociales, simple o ilustrada, joven y vieja, progresistas y conservadores, contaban que pocas veces se habían reído tanto con una película.
Es inevitable que me sintiera como un marciano al constatar que algo tan lúdico, gracioso, satírico y romántico a mí solo me hiciera reír sin demasiado estrépito en un par de ocasiones, que me pareciera una comedia vacua, mediocre e inmediatamente olvidable, que lo único que me pareciera excelente e hilarante en ella fuera la memorable interpretación de ese actor versátil y poderoso llamado Karra Elejalde.
Con estos antecedentes tan extraños, padeciendo una ceguera que no me permite disfrutar con las esencias de lo que gustó a todo dios, hablando exclusivamente en primera persona y desde mi probablemente atrofiado sentido del gusto solo puedo decirles a los que esperaban Ocho apellidos catalanes como si fuera el maná que la continuación de las enamoradas aventuras del sevillano chisposo y la vasca agridulce les va a ofrecer más de lo mismo, o sea, lo que van buscando. Aunque a mí me parece aún más intrascendente que la primera. Tengo la sensación de que el guion se ha escrito con demasiada prisa, la fórmula funciona peor en ese independentista pueblo gerundense que en la geografía e idiosincrasia vasca, si en la anterior me aburrí moderadamente en la continuación de la saga mi tedio es notable.


Y reconozco que empieza con cierto empuje, que la entrada en remolcador por el Guadalquivir de ese padre que solo puede ser vasco (no me importaría que apareciera en todos los planos el admirable Elejalde) presagia cierto regocijo. Pero esas expectativas se deshinchan pronto y el desenlace me parece lamentable.
Son impresiones muy personales. Imagino que la complicidad de los infinitos adoradores de la primera parte se mantendrá en la segunda, que Tele 5, los productores, los guionistas y el director estarán convencidos de que el margen de error ante las previsiones del pastón que va a generar su nueva criatura sera mínimo. Desmitificar los nacionalismos y saber reírse de los tópicos y de convicciones propias o ajenas, tan populares como tragicómicas, es un ejercicio terapéutico. Lo que ya no tengo claro es si voy a ser testigo de la continuación de esos amores problemáticos y castizos en Ocho apellidos gallegos u Ocho apellidos castellanos. Creo que el filón ya se ha agotado. Que los protagonistas sean felices y coman perdices. Y que el gran público siga gozando con su saga favorita. Ojalá pudiera sentir idéntico alborozo.
 
Aún no la he visto, aunque me tocará seguro, y lo cierto es que con el trailer la cosa pinta a lo mismo pero peor, por una regla sencilla, si en el trailer presuntamente ponen los mejores gags y apenas me ha sacado alguna sonrisilla, la peli será una chorrada, que la otra también lo fue, pero al menos te reías.

De todos modos, es que está claro que la han hecho de prisa y corriendo para aprovechar el rebufo, eso se nota a la legua.
 
Otro ‘remake’. ¿Y para qué?
Y Hollywood, siempre tan atento a territorios propios o ajenos que pueden generar pasta, se apunta a esa moda tan inútil





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Julia Roberts, Nicole Kidman y Chiwetel Ejiofor, en la película. Hay directores de los que esperas todo y que, a veces, te dejan a medias, o suponen una sonrojante decepción, a no ser que te coloques anteojeras convenientemente falsas, que te engañes a ti mismo y al presunto receptor destacando virtudes que no existen, que están de fugitiva moda, que quedan bien para salvar tu imagen, una imagen que probablemente solo le interesa a tu esposa y a tu familia. Acostumbra a darme grima el hipersensible, llorón seudolírico cine de un director argentino llamado Juan José Campanella, para mis embrutecidos gustos un clónico porteño del cine de Garci, pero siempre estoy dispuesto a que alguna de mis razonables fobias me sorprenda con una película maravillosa, tal vez la que nunca puedan firmar los amigos de mi alma. Y Campanella realizó hace unos años una película magnífica, de verdad, oscura y terrible, verdaderamente romántica, que se titula El secreto de sus ojos. Con un Ricardo Darín inmenso, como siempre, y una actriz a la que no conocía, Soledad Villamil, sobre la que tengo dudas si es una mujer tan hermosa como actriz eximia, en ambos aspectos me enamora, e incluso con un Guillermo Francella, que le roba plano a cualquiera interpretando al amigo alcohólico y tragicómico del protagonista. Es una película tan compleja como emocionante, algo cercano a la obra maestra.
EL SECRETO DE UNA OBSESIÓN
Dirección: Billy Ray.
Intérpretes: Julia Roberts, Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman.
Género: thriller. EE UU, 2015.
Duración: 112 minutos.


Y Hollywood, siempre tan atento a territorios propios o ajenos que pueden generar pasta, se apunta a esa moda tan inútil del remake, para demostrar que su glamour y sus dólares puedan superar al modelo original. Y lo que hacen es vacuo, sin exigirle demasiada imaginación a los autores del guion, haciendo rutinaria una película apasionante.
Y vale, disponen de la antigua novia de América, una tal Julia Roberts con escaso maquillaje para sustituir a aquel hombre desesperado y calculador que ejercita la venganza más feroz para el violador y asesino de su esposa, de su mayor raíz con la tierra; personaje que ahora fusionan con el del compañero. Y también aparece Nicole Kidman, esa guapa señora y atractiva actriz, que no sé qué demonios se ha hecho en el rostro para intentar mantenerse como la antigua diosa, que últimamente siempre me provoca la molesta sensación de ver a alguien pavorosamente artificial. ¿Y el personaje de Darín? Ya no es un secretario aplicado de tribunales, es un agente negro del FBI. Me imagino la pasta que han cobrado los autores del argumento por este viraje tan trascendente.
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Y no te ocorre nada malo por ver esta película. Es como contaba el cáustico Gene Hackman sobre el cine de Rohmer en la desolada La noche se mueve. Decía el cornudo: “Es tan interesante como ver crecer la hierba”. Y de acuerdo en que hay remakes que son mejores que el modelo original. Pero son mínimos. Que dejen tranquilas a las películas que son inmejorables. Alguien me podría jurar que Valor de ley de los Coen es mucho mejor que la película de Hathaway, por la que el maravilloso John Wayne recibió un oscar abyectamente retrasado. O que hay cinéfilos que prefieren con diferencia Primera plana de Wilder a Luna nueva de Hawks. Pero no entiendo que el gran Scorsese profanara con una continuación estúpida la genial El buscavidas, contándonos la vejez de Eddie Felson. Pero también convertía una ininteligible película de Hong Kong, que según la vanguardia crítica era magistral, en la muy buena (mejora cada vez que la veo; la primera vez me perdí) Infiltrados. Voy a revisar esta noche y después de varias veces El secreto de sus ojos. Seguro que me sigue conmoviendo.


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Por una vez hay que estar de acuerdo con el
 
Última edición:
En lo de Infiltrados estoy de acuerdo no, más aún. Me parece un peliculón, jamás entendí las críticas en su día, esa peli es canela fina y el reparto es de hacerse pajas de sangre hasta el fin de los tiempos.
 
A todo esto, por donde anda Carlos Pumares?
 
A todo esto, por donde anda Carlos Pumares?
Hace crítica de cine en el diario La Razón y presenta en Radio Voz "La salud natural" (espacio diario dedicado a la medicina natural), esto último no es coña.

Y seguirá chocheando aún más, nunca me gustó. Me quedo con Boyero, en sus buenos tiempos, de calle.
 
Pumares se merece el cielo nada mas que por habernos descubierto a los padres de @liachu69

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Nunca es tarde para revisionar los clasicos.
 
Hace crítica de cine en el diario La Razón y presenta en Radio Voz "La salud natural" (espacio diario dedicado a la medicina natural), esto último no es coña.

Y seguirá chocheando aún más, nunca me gustó. Me quedo con Boyero, en sus buenos tiempos, de calle.

Me acuerdo en su última época en Onda Cero que hablaban de mierdas de esas si.
 
Pumares debe andar cerca de ser un octogenario. Es de una generación de críticos anterior a Boyero, de los que ponen la cumbre del cine en el hollywood clásico y desdeñan un poco mucho de lo grande del cine posterior. Su "polvo de estrellas" me parecía un gran programa de radio, que me metió el gusanillo en el cuerpo de interesarme un poco por el mundo del cine. La SGAE se lo follo bien follado cuando le jodieron lo de poner música de las películas en su programa.

Boyero es un drogata ilustrado que por eso cae bien. También me gustaba bastante oírle hablar de cine, creo que la media de las películas que le gustaban era de 1 de cada 100 y me hacía LOL la manía personal que le tenía a Almodrovar aunque hace años que no se donde anda, me imagino que seguirá mamando del grupo Prisa.

Creo que lo único que tienen en común es la subnormalidad intrínseca al crítico de cine pero de los dos he disfrutado mucho.
 
Los críticos de cine son como los escritores, el 99.9% son desconocidos cuyo objetivo es hacerse famoso a base más de polémica que de argumentos.
Y cuando alguno consigue el éxito cual espermatozoide de millenial, se vuelve insoportable con rarísimas excepciones. En jot down he leído algún artículo reseñable en tiempos recientes.
Boyero siempre me ha parecido insoportable, amante de la polémica sabiendo que tenía su legión de seguidores, normalmente sólo estaba de acuerdo con él en las mordaces críticas al petardo de Almodóvar, aunque ya no sé si por convencimiento o por tocar los cojones.
A Pumares, antes de que le devorara el personaje y la necesidad de llevar un dinero a casa a fin de mes, sí le he escuchado charlas más que interesantes de cine, del que tenía un gran conocimiento de esa época que él consideraba la única válida.
 
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