Me jarté a estudiar Letras porque aquí en casa era lo que se imponía. Ni siquiera traté de entrar en Bellas Artes, que era lo único que realmente me molaba, porque el ambiente perroflauta que lo rodeaba no iba conmigo. Sí, ya sé que hay cabida para todo, pero lo de dogmatizar el arte no lo veía.
Con buen expediente (lo siento, no lo volveré a hacer) acabé con becas, estancias aquí y allá y un pie dentro de la investigación. Eso me llevó a dar clases en Universidades de Portugal, aunque acabé volviendo a España para opositar. Sumados, 22 años trabajando de maestrico, como solía decir.
Hasta que un día, a mitad de curso, en plena clase, tiza en mano, fue como si de una película se tratase: el tiempo se ralentizó y en un silencio sepulcral me pregunté "pero qué coño hago aquí". Ese mismo día, volviendo a casa, me propuse el cambio.
Al final de ese curso no renové el contrato laboral, dejé el piso que tenía, metí todas mis cosas en un furgón y me volví a la tierra de donde me marché con 22 años. Acepté la prestación por desempleo (hay varias alternativas), me busqué un local baratuni y me hice con algo de utillaje. Trabajo sobre todo el moldeo de piezas en resina, fibra, epoxi, siliconas... pero también le quiero meter mano al tema de la fundición de metales.
Total, que me fabrico de cero mis propios chismes. Trabajo lo que quiero y cuando quiero. Me di a mi mismo una semana de vacaciones y ha sido la primera vez que he notado que no me hacía falta. Echo horas a morir, pero no me pesan.
No paro de preguntarme por qué no lo hice antes. Así que feliz. Dios dirá cuándo tengo que volver a opositar.