Jacques de Molay rebuznó:
Gracias, pequeños acólitos, próximamente hablaré de otro Dios, el viejo hermoso Walt Whitman.
Uno de eso pocos hombres que gracias a su genio dejaron la limitación de la naturaleza humana atrás. En otra época habría sido considerado un Santo como San Juan de la Cruz o San Francisco, y en otra aun, un hombre cuasi-divino, como Apolonio de Tiana, Pitágoras y demás. Y más atrás en el tiempo como un Dios en toda la regla, un nuevo Orfeo.
¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro terrible viaje ha terminado,
el barco ha sobrevivido a todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
¡oh rojas gotas que caen,
allí donde mi capitán yace, frío y muerto!
¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,
levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,
para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,
para ti multitudes en las playas,
por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.
Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,
mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,
de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!
Mas yo, con tristes pasos,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.
Si nunca hubiera visto "El club de los poetas muertos" nunca hubiera sabido de él. Me encanta Walt Whitman