Señorita Pepis
Freak
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Seunavez, una mamá cerda, que vivía en una granja de engorde forzado de cerdos sita en el País Vasco. Allá por el 74, tuvo 10 cerditos en su camada anual. Los cuidaba y los mimaba. 5 eran chicos y 5 chicas, pero, pero había uno que, cuando se ponían a mamar, a menudo se equivocaba y, en vez de la teta se ponía a chuparle el coño a su mamá.
Famélico, tras unas semanas de no probar mas que flujos vaginales, el granjero se lo llevó a su casa para darle biberones que le hiciesen sobrevivir. La mujer del granjero, que estaba como para reventarle la vagina a base de fistfukins, también se puso a cuidarlo, y pronto descubrió que la lengua de aquel cerdo le daba mas placer que el que nunca le había dado su marido el granjero putero.
Así estuvo viviendo durante años. De noche en la granja, y de dia en la casa. Se iba haciendo mayor mientras contemplaba como, uno tras otro, sus padres y hermanos eran convertidos en hamburguesas del burrikin.
Su fama fué saltando de boca a oreja entre las féminas del lugar. Estaba claro que su buen hacer le había facilitado el indulto.
Todos los cerdos de la granja eran numerados, y aunque este apenas vivía en ella, sus dueños le pusieron el 211.
Nuestro cerdo quería mas, le gustaba su cuerpo, pero se sentía extraño en el. Cada vez tenía mas ganas de sentirse mujer, de ser cerda...
Famélico, tras unas semanas de no probar mas que flujos vaginales, el granjero se lo llevó a su casa para darle biberones que le hiciesen sobrevivir. La mujer del granjero, que estaba como para reventarle la vagina a base de fistfukins, también se puso a cuidarlo, y pronto descubrió que la lengua de aquel cerdo le daba mas placer que el que nunca le había dado su marido el granjero putero.
Así estuvo viviendo durante años. De noche en la granja, y de dia en la casa. Se iba haciendo mayor mientras contemplaba como, uno tras otro, sus padres y hermanos eran convertidos en hamburguesas del burrikin.
Su fama fué saltando de boca a oreja entre las féminas del lugar. Estaba claro que su buen hacer le había facilitado el indulto.
Todos los cerdos de la granja eran numerados, y aunque este apenas vivía en ella, sus dueños le pusieron el 211.
Nuestro cerdo quería mas, le gustaba su cuerpo, pero se sentía extraño en el. Cada vez tenía mas ganas de sentirse mujer, de ser cerda...
Ignacio le llamaron, y consiguió cumplir su sueño acudiendo a la tele.