Pues al final no he visto ninguna foto de la hija ésa tan petable que decís que está. En fin. Me la cascaré con Maje, pues.
En cuanto a los perros. He vivido con perros desde que era pequeño. Los tenía bien dominados mi padre, así que yo nunca tuve que preocuparme por ello, y me dedicaba únicamente a jugar con ellos o, más bien, a costa de ellos. Los veía como peluches inofensivos, y, como consecuencia de ello, acabé idealizando a los animales, ya sabéis, lo típico de que son inocentes, que sienten amor y lealtad, que son mejores que las personas, que son eternos cachorros...
Ahora que estoy hablando de esto, me acabo de dar cuenta de que nunca, pero nunca en mi vida, sentí ternura ni afecto especial por los bebés o niños humanos. Ni siquiera por los míos. Es imposible para mí verles como lo que son en ese preciso momento, unos niños tiernos que necesitan cuidados. Sólo veo unos futuros seres humanos adultos. ¿A que no sentís ternura vosotros por vuestro jefe o el albañil que os hace la reforma? Son feos, peludos (en el peor sentido) y contra hechos. Y huelen mal. Además tienen sus cosas que no nos agradan, y les tenemos cierto respeto porque son tan capaces como nosotros, o más, de hacernos alguna putada si se les pone en los huevos. Pues así he visto siempre a los niños. Como consecuencia, jamás les he malcriado, nunca les he dejado pasar ni una, y, por supuesto, no les doy abrazos ni besos a lo tonto, sólo cuando viene a cuento; por ejemplo, después de una charla íntima en la que o el niño o yo o ambos nos hemos desahogado, o cuando viene y me lo pide expresamente, pero no se lo doy sin antes preguntarle si se ha portado bien
El caso es que por los animales siempre había sentido una ternura que jamás tuve con los niños o adultos. Pero, en cuanto me hice mayor y tuve que empezar a hacerme cargo de los perros yo también, me empecé a dar cuenta de que los animales pueden ser asquerosos también... Serán peludos y graciosos y todo lo que queráis, pero no tienen absolutamente nada de sentimientos ni atisbo de bondad alguna. En cuanto te relajas, se aprovechan y te muerden la mano.
Hay una escena en el documental Grizzly Man que lo describe a la perfección:
Hay que estar constantemente encima de ellos. Sobre todo cuando estoy a cargo de una gran familia, en la cual todos sus miembros son más débiles que yo... y que los perros. Cuando alguno le gruñe a uno de MIS HIJOS... sufre mi ira dantesca, por más que mis hijos me supliquen llorando que pare ya, por favor. Pero lo entenderán cuando sean mayores y tengan su propia familia a la que proteger.
Yo lo tengo muy claro: en la Naturaleza, bueno, qué cojones, en el mundo real en su totalidad, no hay cabida para la ternura. Es un invento de la mente. No sé para qué se inventó. Pero es una trampa, nos hace débiles, nos convierte en víctimas. No r es bonito que la vida sea así, pero es lo que hay.
También tengo claro que no voy a tener más perros en cuanto ya nadie pida uno. No me gusta tener que estar controlando todo el tiempo, y mucho menos a unos seres que dan tanto trabajo para nada. Si al menos sirvieran para algo, pero es que hoy en día un perro ya no es en absoluto necesario para el día a día.