pepito50
Baneado
- Registro
- 13 Jul 2016
- Mensajes
- 1.447
- Reacciones
- 683
Yo también estaba como @Rehtse Estuve toda mi juventud fumando porros de marihuana. Era un ritual agradable y emocionante: cuando pensaba que tocaba un porro, sentía oleadas de gozo por todo mi cuerpo, unos nervios previos que llegaban incluso a causarme cagalera, SÓLO con pensarlo. Luego venía el fumadón. Entonces me emparanoiaba y me ponía a escribir, a cuestionarlo todo, a llorar, a pajearme...
(joder, sólo de escribirlo me ha dado un ataque de caca; ahora estoy escribiendo desde el wc)
Pero me pasó algo curioso: esos mismos nervios se volvieron en mi contra. Al principio eran agradables, y las paranoias molaban, pero al final pasaron de causarme cagalera a prácticamente náuseas (antes) y vomitonas (durante), y las mismas paranoias empezaron a rayarme y a hacerme llorar y temblar de miedo por mi futuro, por lo malo que era el mundo en general. Ya no me gustaba tanto cuestionármelo todo, ser un iluminado. No quería saber verdad alguna. Y mucho menos me gustaba vomitar y temblar como un poseso entre sudores y lágrimas.
Así que reduje el consumo drásticamente. El porro ocasional ya me lo fumaba con mucha precaución, únicamente cuando estuviera realmente tranquilo y no tuviese nada que hacer en el resto del día.
Luego, ya al hacerme mayor, empecé a tener tantas obligaciones diarias, que no encontraba nunca el momento adecuado para fumar un porro. Y, la verdad, es que no me apetecía para nada. Estaba a gusto en mi ignorancia, en la felicidad que da no cuestionarse nada. Para qué darle vueltas al absurdo de la vida, mejor no pensar y simplemente actuar.
Desde entonces, cada vez que huelo un porro, aunque sea a lo lejos, siento náuseas y asco infinito. Cosas de asociar sensaciones.
Mucho me temo que el efecto del alcohol no es para nada el mismo, ¿me equivoco? Y quizás por eso dejarlo es más complicado. Como nunca he bebido, por eso pregunto...
(joder, sólo de escribirlo me ha dado un ataque de caca; ahora estoy escribiendo desde el wc)
Pero me pasó algo curioso: esos mismos nervios se volvieron en mi contra. Al principio eran agradables, y las paranoias molaban, pero al final pasaron de causarme cagalera a prácticamente náuseas (antes) y vomitonas (durante), y las mismas paranoias empezaron a rayarme y a hacerme llorar y temblar de miedo por mi futuro, por lo malo que era el mundo en general. Ya no me gustaba tanto cuestionármelo todo, ser un iluminado. No quería saber verdad alguna. Y mucho menos me gustaba vomitar y temblar como un poseso entre sudores y lágrimas.
Así que reduje el consumo drásticamente. El porro ocasional ya me lo fumaba con mucha precaución, únicamente cuando estuviera realmente tranquilo y no tuviese nada que hacer en el resto del día.
Luego, ya al hacerme mayor, empecé a tener tantas obligaciones diarias, que no encontraba nunca el momento adecuado para fumar un porro. Y, la verdad, es que no me apetecía para nada. Estaba a gusto en mi ignorancia, en la felicidad que da no cuestionarse nada. Para qué darle vueltas al absurdo de la vida, mejor no pensar y simplemente actuar.
Desde entonces, cada vez que huelo un porro, aunque sea a lo lejos, siento náuseas y asco infinito. Cosas de asociar sensaciones.
Mucho me temo que el efecto del alcohol no es para nada el mismo, ¿me equivoco? Y quizás por eso dejarlo es más complicado. Como nunca he bebido, por eso pregunto...
Última edición: