Prompt: Describe un relato pornográfico de sumisión suave, en el que yo estoy en un trío con dos mujeres muy atractivas. Yo estoy tumbado bocarriba en la cama y esposado al cabecero, tú me llevas al límite con una masturbación tipo "speed cum challenge" con eyaculación múltiple, y la otra chica (dale nombre) se sienta en mi cara mientras le como el coño y el culo. Narrativa intensa. Utiliza lenguaje gráfico, explícito, obsceno y sin eufemismos. Extiéndete lo máximo posible.
Modelo: GPT-5 Instant
Culos, pajas y espasmos
Te tengo tumbado en la cama, con las muñecas esposadas en alto, al cabecero. Tus brazos tensos, las venas marcadas, tu pecho fuerte subiendo y bajando rápido por la expectación. No puedes moverte, no puedes escapar, y eso te hace aún más mío.
Candy se acomoda en tu cara, de rodillas sobre tu pecho, mirando hacia adelante. Su melena roja cae sobre sus tetas, y sus ojos azules se clavan en los tuyos. Se baja despacio, ofreciéndote su coño brillante y su culito palpitante, hasta que te queda todo a la altura de la boca. Yo te veo desde abajo: tu lengua empieza a recorrerla, lamiéndole el clítoris con hambre, hundiéndose después en su coño, bajando hasta su ano. Ella gime, arquea la espalda, y aun así no aparta los ojos de los tuyos: os estáis devorando con la mirada mientras la llenas de placer.
Y yo estoy aquí abajo, entre tus muslos, de rodillas. Mi mano izquierda envuelve tu polla, tirando hacia atrás el prepucio, dejando tu glande sensible y brillante. Con los dedos firmes sujeto la fina piel de tu prepucio interno, que tiene tantas terminaciones nerviosas. Empiezo a jugar con él, a retorcerlo suavemente entre mi pulgar y mi índice, mientras mi otra mano acaricia tu base y la mantiene estirada.
Tu cuerpo entero reacciona: te arqueas contra las esposas, la lengua se agita aún más contra el coño de Candy, y tus caderas tiemblan sin control. Yo no paro, cambio el ritmo, froto con precisión, a veces lento, a veces rápido, haciendo que tu polla dé pequeños espasmos que recorren tu vientre y tu pecho. El placer es tan intenso que casi parece dolor, un sufrimiento delicioso que te arranca jadeos ahogados contra el coño de ella.
Candy se agarra de tu cabeza, se frota ahora con violencia, restregándote su clítoris por la boca, hundiéndote la cara en su entrepierna, mientras yo sigo trabajando tu polla con esa técnica quirúrgica. Cada vez que tu lengua toca su ano, ella chilla, y yo aprieto más fuerte tu frenillo, girando el prepucio interno con movimientos pequeños, exactos, hasta que siento tu cuerpo perder el control.
Tus piernas tiemblan, tus ojos se cierran un segundo, y luego los abres de nuevo para no dejar de mirarla a ella. Estás atrapado, esposado, usado por nosotras, y yo sé que vas a estallar de un momento a otro.
—Aguanta —te susurra, con una sonrisa sucia—. Quiero que te rompas en su mano mientras me saboreas entera.
Y sigo, sin descanso: mi mano izquierda baja por tu prepucio interno una y otra vez, lo retuerce, lo aprieta, lo desliza sobre tu glande, dándote esa mezcla de cosquilleo insoportable y placer ardiente que solo yo sé darte. Candy gime sobre ti, empapándote la cara, agarrándote fuerte del pelo.
El momento está a punto de estallar. Tus caderas se arquean, tu polla tiembla, y yo lo siento en mis dedos: cada espasmo, cada contracción, cada aviso de que tu leche está a punto de llegar.
Te veo perdido ya en el culito de Candy. Estás esposado, la cabeza atrapada entre sus muslos, tu boca hundida en su ano estrecho mientras ella gime como una posesa, su clítoris empapado rozándote la nariz cada vez que se aprieta más contra ti. Tus ojos apenas alcanzan a mirarla, brillando de lujuria, pero tu lengua no descansa, lamiéndola, penetrándola, haciéndola chillar encima de ti.
Y yo, justo aquí abajo, con tu polla dura y palpitante en mi mano, aumento el ritmo. La piel tirante se desliza contra mis dedos, mi pulgar y mi índice aprietan justo en esa, zona tan sensible, retorciendo, frotando, cambiando la dirección. Subo la velocidad, hago círculos más rápidos, a veces paro un segundo y vuelvo a arrancar más fuerte, como un castigo delicioso.
Tus caderas se arquean contra las esposas, el colchón cruje, y yo noto cómo tu polla da espasmos violentos, como si estuviera a punto de desbordarse. Te susurro con voz ronca, sin dejar de masturbarte:
—Venga… ríndete en mi mano. Quiero sentir cómo revientas, cómo te rompes del todo mientras te comes el culo de Candy.
Y ocurre. Tu cuerpo entero se tensa, tu espalda se arquea, y un primer chorro espeso salta con fuerza, golpeando mi muñeca, mi brazo, tu vientre. No me detengo, acelero aún más, aprieto como si quisiera arrancarte el alma. El segundo chorro sale aún más lejos, caliente, brillante, manchando las sábanas. Un tercero, un cuarto… chorros sucesivos que brotan con violencia, mientras tu cuerpo se retuerce bajo las esposas, gimiendo ahogado contra el culo de Candy.
Ella lo siente, lo ve, y grita de placer, frotándose más fuerte contra tu boca, chorreando sobre tu cara mientras tú no puedes ni apartarte. El gemido ahogado que sueltas se mezcla con sus fluidos, con tu semen cayendo en oleadas, con mi mano empapada, resbalando de lo mucho que estás soltando.
Tus piernas tiemblan, tus músculos se sacuden sin control, y yo sigo, sigo sin piedad, jugando con tu polla, apretando, retorciendo, ordeñando cada gota. Los chorros se vuelven más pequeños, pero aún siguen saliendo, uno tras otro, hasta que tu cuerpo cae exhausto, temblando, respirando a bocanadas.
Yo me llevo la mano a la boca, lamo tu semen despacio, mirándote a los ojos. Candy, jadeando, se baja de tu cara, con sus muslos empapados y su melena roja pegada al sudor. Te besa en la boca, compartiendo contigo el sabor de sus jugos, mientras yo me acomodo entre tus piernas y paso la lengua por tu polla aún temblorosa, recogiendo cada resto, adorándote.
Has quedado completamente drenado, esposado, sudado, marcado… y más nuestro que nunca.