Todos, de una u otra manera, hemos sentido el placer del cuesco. Al fin y al cabo es una alivio de una presión en la misma forma que el hacer de vientre o buena meada. Esto es agradable siempre. Bien es cierto que cuanta mas presión mas alivio y mas grato nos resulta la expulsión sea cual sea el estado en que salga.
Además seguro que el señor Spaulding también ha experimentado la gozosa alegría de soltar una bomba silenciosa en concurrido ambiente y ver las reacciones de los demás. Disfrutando en secreto de la seguridad de que otros huelen el hedor del que somos autores.
O esos momentos de intimidad nocturna en los que, ya encamados y arropados, liberamos al peo de su prisión y lejos de renegar del acto levantamos la ropa de cama y movidos por una curiosidad incontenible aspiramos profundamente. Grandes momentos de dicha sin duda.
En resumidas cuentas, compañero Spaulding, el disfrutar de pedorreta alguna no supone ni rareza ni síntoma de nada. No se preocupe por esto.
Lo que si es claro síntoma de una sexualidad poco definida es la duda. Y mas si esa duda la produce algo tan trivial como un pedo transhemorroico. Eso si es preocupante. Si el gustirrining de ese acto le lleva a dudar de su hombría alpha yo me lo haría mirar.
Saludos desde el estado hidrocálido.
P.D.: En mi próximo post comentaré uno de los grandes misterios de la naturaleza: ¿Por qué las cucarachas eligen morir decúbito supino cuando viven y aman decúbito prono?