Desde que vine a Andalucía el logo de Cruzcampo es un objeto visial que a diario clava en mi pupila su lupulina amarilla.
Nada más salir a la calle aparece en el contenedor de obra en su formato de lata normal, lata de medio litro, botellín y botella de litro entero. Depositarios todos del brebaje que ayudó el día anterior a trabajar con ánimo al obrero sin prole atareado en la señorial casa de enfrente. Llega el camión rojo de Cruzcampo a la tiendecita del barrio mucho antes que el del butano y el del pan. Cruzcampo en los bares, para el desayuno, el almuerzo, la comida, la merienda, la cena, el vicio, el trabajo, la vida, la muerte. Yo ya llevo siete y no son ni las cuatro la tarde.