Texas Hold´em
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- 19 May 2010
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Estoy decepcionado. Decepcionado con la sociedad que me rodea, con el rumbo de mi vida de cara al futuro tras mis estudios y decepcionado con las mujeres. Pero sobre todo, estoy decepcionado con esos últimos mentados especímenes que Satanás, en su afán por sembrar de maldad sobre este escarpado mundo de pecado, colocó a nuestro alrededor.
Las mujeres son el mal. No cabe una afirmación más rotunda que pueda definir esas acciones y comportamientos que nacen de ellas a raíz de su alma podrida y carcomida por unos deseos a medio fraguar que no saben focalizar. Son unos seres tristes que buscan a quién les dé la autoestima de la que ellas carecen, pero a la vez esperan obtener un amor que les llene el corazón de pasión y la vagina de semen porque ellas, sin duda, merecen eso y mucho más. Razón tenía Shakespeare cuando en boca de Hamlet las acusó de ser apariencia y maquillarse. Las mismas que se maquillan son las que luego piden algo auténtico y genuino, ¿hay acaso en el mundo mayor mezquindad?
En el plazo de menos de 1 año, mi tercer intento de una relación ha fallado con esa persona con la que, aparentemente, todo iba bien hasta que un día, de repente, por la gracia y el poder que sus vulvas les conceden, comienzan a comportarse extrañamente para, en última instancia, acabar en un ''me he precipitado'' y en el clásico ''lo siento, no eres tú, soy yo''.
De una situación como esta cabría esperar tristeza por mi parte, desasosiego, ansiedad y preguntarme por qué, pero no, no hay nada de eso. No es algo que llegara tan lejos para dolerme. Sencillamente, donde antes estaba la voluntad de compartir y pretender cosas con una mujer, quizás esa patética voluntad de no estar solo, ahora mismo solo está la más absoluta indiferencia hacia cualquier cosa que suponga contacto con una de ellas. Es como si todo lo que hubiera estado idealizando tanto tiempo, de repente se mostrara tal y como es. La mera idea de tener siquiera un escarceo sexual me produce tal sentimiento de dejadez y desgana que realmente pienso que no hay un sólo esfuerzo en este mundo que merezca la pena hacerse al respecto. El pesimismo y el toque de misoginia que una vez en este foro creí exagerado, de repente se torna real y contundente y me abofetea, mofándose de mí por pensar que tenía suerte o iba a ser diferente.
En general, tratar y obtener algo con las mujeres, que antes se me hacía un calvario, últimamente, en el tiempo progresivo de un año para acá, ha ido in crescendo hasta llegar hasta ahora, donde es algo que se me da con una facilidad incomprensiblemente pasmosa. Durante el tiempo en el que medio-estuve (follamistad pero quedando a menudo) con esta argetina los últimos meses 2 meses, he tenido acercamientos varios de mujeres. Mis amigos y mis compañeros/as de piso lo saben, me dan con el codo y me sonríen con aprobación cuando vamos en el metro o por la calle y las hijas de Satán me miran profundamente antes de pasar por mi lado, del mismo modo que las amigas de mi compañera de piso se interesan por mi cuando me ven en las fotos. A decir verdad he sufrido un cambio radical en muy poco tiempo (a unas 2.000 jodidas millas de mi clamada foto con aires de teenager bizco que tanto habéis gozado), resulta increíble como unas gafas de pasta negras, una barba (aparentemente) descuidada y un plus de confianza pueden marcar la diferencia entre lo poco y lo mucho.
Pero ahora mismo eso no importa. Precisamente ahora, cuando más rodeado que nunca estoy de mujeres, es cuando por primera vez me doy cuenta del desengaño que son. Las promesas de entretenimiento, sexo y risas ahora mismo se me plantean nimias comparadas al hecho de tener que soportarlas siquiera el par de horas necesarias que pudieran preceder a un polvo tras quedar con ellas. No. No. No. No. Escuchar su vida, sus dramas y su humor pésimo sólo para echar un polvo, o para tenerlos garantizados dentro de una transacción de intereses óido-vagina estable, es la mayor pérdida de dignidad que un hombre pueda afrontar.
Ahora mismo, por primera vez en mi vida, no estoy abierto a ningún tipo de relación con una mujer y jamás algo me sonó tan real como aquello de ''el coño más sano es la palma de la mano''.
Muerte.
Las mujeres son el mal. No cabe una afirmación más rotunda que pueda definir esas acciones y comportamientos que nacen de ellas a raíz de su alma podrida y carcomida por unos deseos a medio fraguar que no saben focalizar. Son unos seres tristes que buscan a quién les dé la autoestima de la que ellas carecen, pero a la vez esperan obtener un amor que les llene el corazón de pasión y la vagina de semen porque ellas, sin duda, merecen eso y mucho más. Razón tenía Shakespeare cuando en boca de Hamlet las acusó de ser apariencia y maquillarse. Las mismas que se maquillan son las que luego piden algo auténtico y genuino, ¿hay acaso en el mundo mayor mezquindad?
En el plazo de menos de 1 año, mi tercer intento de una relación ha fallado con esa persona con la que, aparentemente, todo iba bien hasta que un día, de repente, por la gracia y el poder que sus vulvas les conceden, comienzan a comportarse extrañamente para, en última instancia, acabar en un ''me he precipitado'' y en el clásico ''lo siento, no eres tú, soy yo''.
De una situación como esta cabría esperar tristeza por mi parte, desasosiego, ansiedad y preguntarme por qué, pero no, no hay nada de eso. No es algo que llegara tan lejos para dolerme. Sencillamente, donde antes estaba la voluntad de compartir y pretender cosas con una mujer, quizás esa patética voluntad de no estar solo, ahora mismo solo está la más absoluta indiferencia hacia cualquier cosa que suponga contacto con una de ellas. Es como si todo lo que hubiera estado idealizando tanto tiempo, de repente se mostrara tal y como es. La mera idea de tener siquiera un escarceo sexual me produce tal sentimiento de dejadez y desgana que realmente pienso que no hay un sólo esfuerzo en este mundo que merezca la pena hacerse al respecto. El pesimismo y el toque de misoginia que una vez en este foro creí exagerado, de repente se torna real y contundente y me abofetea, mofándose de mí por pensar que tenía suerte o iba a ser diferente.
En general, tratar y obtener algo con las mujeres, que antes se me hacía un calvario, últimamente, en el tiempo progresivo de un año para acá, ha ido in crescendo hasta llegar hasta ahora, donde es algo que se me da con una facilidad incomprensiblemente pasmosa. Durante el tiempo en el que medio-estuve (follamistad pero quedando a menudo) con esta argetina los últimos meses 2 meses, he tenido acercamientos varios de mujeres. Mis amigos y mis compañeros/as de piso lo saben, me dan con el codo y me sonríen con aprobación cuando vamos en el metro o por la calle y las hijas de Satán me miran profundamente antes de pasar por mi lado, del mismo modo que las amigas de mi compañera de piso se interesan por mi cuando me ven en las fotos. A decir verdad he sufrido un cambio radical en muy poco tiempo (a unas 2.000 jodidas millas de mi clamada foto con aires de teenager bizco que tanto habéis gozado), resulta increíble como unas gafas de pasta negras, una barba (aparentemente) descuidada y un plus de confianza pueden marcar la diferencia entre lo poco y lo mucho.
Pero ahora mismo eso no importa. Precisamente ahora, cuando más rodeado que nunca estoy de mujeres, es cuando por primera vez me doy cuenta del desengaño que son. Las promesas de entretenimiento, sexo y risas ahora mismo se me plantean nimias comparadas al hecho de tener que soportarlas siquiera el par de horas necesarias que pudieran preceder a un polvo tras quedar con ellas. No. No. No. No. Escuchar su vida, sus dramas y su humor pésimo sólo para echar un polvo, o para tenerlos garantizados dentro de una transacción de intereses óido-vagina estable, es la mayor pérdida de dignidad que un hombre pueda afrontar.
Ahora mismo, por primera vez en mi vida, no estoy abierto a ningún tipo de relación con una mujer y jamás algo me sonó tan real como aquello de ''el coño más sano es la palma de la mano''.
Muerte.