Ahora que lo pienso, lo anterior me paso en COU, la de 2º de BUP fue mucho peor.
Yo siempre he sido bastante vergonzoso y más de vivir mis enamoriscamientos en una línea imaginaria.
Esa vez si decidí dar el primer paso, y fiel a mí mismo, lo hice por escrito, porque para mí era más fácil que decirlo de viva voz, con los nervios no hubiera podido articular palabra. Así que volqué mi corazón en el papel y le di forma con tinta azul.
Una carta sencilla, directa, sin muchas ambiciones ni mucha literatura. Sinceramente, creo que no hubiera dado nunca ese primer paso si no hubiera sentido que yo le atraía a ella también.
Ella era camarera en el bar en el que yo solía tomar una caña y un pincho, al salir del instituto. Era algo gordita, pero buen cuerpo, simpática...
Un día, yo le entregué mi carta, y le dije que la leyese. La verdad es que supe que algo pasaba porque algunos me miraban y se sonreían, o cuchicheaban -había una pandilla de gente que nos conocíamos todos, por ser un poco como la sede social de la juventud del barrio- yo me miré el careto varias veces, vigilé mi apariencia, pero no notaba nada que pudiera dar pie a comentarios.
Hasta que me enteré que cualquiera que hubiera pasado por el bar había leído mi carta. Que se la había enseñado a todo el mundo, asi que yo era la comidilla del barrio, y encima por escrito, con pruebas, no un simple "mehandichosabesaquienlegustaquien??"
La siguiente vez que la vi me dedicó una sonrisa de suficiencia y de superioridad, que si yo hubiera sabido que era capaz de lanzar, jamás le hubiera entregado mi corazón envuelto en papel.
Y allí en la barra, ni siquiera por escrito, ni en un aparte, me informó de que salía con un chico guapisimo; pero como quien hace alarde de ello y no dando bálsamo a mi corazón desilusionado. No le hice reproches sobre haber enseñado mi carta, ni haber presumido, ni haberme dado falsas esperanzas (eso podía haber sido impresión mía), le dije que me alegraba mucho. Sin más explicaciones.
Mi hermano insistió para que tomase la caña y el pincho en otro sitio. Pero yo seguí yendo allí, haciendome cada día un poco más ducho en las artes del disimulo, hasta que conseguí dos cosas, la primera verla como la pedante idiota que Cupido no me dejó ver al principio, y que con mi actitud todo el mundo dudase de que el autor de la carta hubiera sido yo.
Eso sí, esta experiencia me incapacitó para dar el primer paso en las ocasiones posteriores...
Y todo por no saber elegir.
(Espero los merecidos insultos)