Libros De aquí no me muevo (Todas mis creaciones en este hilo, recopiladas).

Doc_Triviño

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22 Abr 2004
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Buena la iniciativa de Main Man por pasarme a este rincón que ni conocía mismo. Ahora sólo iré colocando no sólo mis nuevos relatos, sino también iré poniendo los antiguos aportes para que los gustosos de leer se instalen.
Saludos a todos y veo que este será mi nuevo aposento.

Comienzo con éste.

SOLO REFLEJOS

Mi mano aprieta los dedos que hasta hace un momento, sujetaba delicadamente disfrutando de su sedosidad y tibieza. Fue el paño de franela roja que decidió resbalarse, desnudando el pulido espejo enmarcado en roble que transportaban dos jornaleros; el culpable que una verdad saltase a la luz, turbase mi mente, y arrancase un gemido dolorido por mi violento cimbrón.

Mentiría si dijera que hubo alguna premeditación o deseo previo al momento de conocerla. Tan súbita como un relámpago, violenta como un balazo, punzante como el gusto del tabasco. Casi luminosa, en contraste extremo con el gris cotidiano de los rostros en que el día a día les va secando la sonrisa, en el que los apuros cercenan la ternura y la desidia por el prójimo abren abismos entre cuerpos que se rozan. Sentí mi esencia sobrecogida por un río tibio que fue lamiendo cualquier cochambre sobre amores fermentados y que dejaron su regusto amargo. Cual Anquises ante Venus, la sentí inalcanzable, intangible, con la suposición miedosa de que si mis dedos la aferrasen, se desvanecería en bruma y volvería a su natal dimensión.

Sus ojos acertaron con un destello de asombro en mi rostro embelesado, y noté la sonrisa que me atrapó por completo. Se acercó a mí y me preguntó qué miras, señor? Veo un ángel frente a mis ojos, fue todo lo que logré barbotar en medio de mi trance. Rió con el sonido del arroyo virgen del deshielo. Antes que me diera cuenta había desaparecido.

En mis cabales nuevamente, traté de hallar razones lógicas a este hallazgo. Nada calzaba, ninguna idea lograba hacer girar engranajes en mi mente o movilizar juicios. Todo se estaba disolviendo en un estanque cuyas ondas dibujaban permanentemente su rostro. Tenía que hallarla nuevamente.

Hice casi un ritual de dar cinco vueltas a la manzana en donde la vi por vez primera, con la esperanza quemante bullendo en mi cabeza. Nada. Los mismos rostros silentes y ceñudos, que desde antes de aproximarme a preguntar, colocaban muros invisibles. Necio, iluso, me recriminaba; fue sólo una visión, una quimera del calor de esta ciudad, una materialización de tus deseos más profundos. La realidad volvía a solidificarse en mis sentidos, y con resignación que pugnaba con dolor y rabia, apreté el paso rumbo a mi casa para chocar prácticamente con ella.

De la forma tartamuda en que intenté disculparme por el impacto, provocó en ella otra risa que silenció hasta los trompetazos de las busetas y furgorrutas junto a las puteadas de los choferes y los agudos silbatos de los gallinazos que buscaban su merienda a costa del primer incauto que ingnorase su arbitrario cambio de dirección en la bocacalle. Sigues mirando igual? Preguntó con el ánimo de por fin saliera alguna respuesta coherente de mi boca. Logré juntar algunas letras y conseguí inquirir su nombre. Eso sólo lo sabrás si vienes a mi casa; añadió junto a una dirección que repetí mentalmente. Olvidar el dato sería imperdonable. Al momento de haberla grabado ya, se había ido nuevamente.

De haber sido otra la situación, ni de loco habría osado comprometerme en tal viaje. El asfalto se había negado a continuar hacía rato ya, provocando que mis zapatos se fueran cubriendo de polvo cambiando su negro lustroso a un gris opaco, como las vidas de este lugar. Ni siquiera los oe primo, presta un billo, vociferados por varios jovenzuelos dedicados a la vida fácil me apartaba de mi búsqueda. Notaba cómo el cemento cambiaba a ladrillo deslucido y éste a caña; los medidores mutaban a cables montados en el principal, y basura apilada a parterres y vías. Olía el peligro en el aire, pero de peticiones vulgares no pasaban. Como si no les interesara mi presencia, incluso a pesar de tener la apariencia de ser alguien que ganaba lo suficiente como para volverme un punto más en las estadísticas de la inseguridad.


Atravesaba los callejones trazados sin orden alguno, sólo rompiendo la monotonía de las estructuras una camisa roja a cuadros que ondeaba a la brisa pegado a una de las míseras paredes. El muchacho envuelto en la camisa colaba su mirada por una rendija luminosa, de donde salía una voz que decía qué miras ojito, qué miras miramelindo; con un tono menos que coqueto y más maternal y arrullador. Algo cruje bajo mis pies y la cabeza voltea. Un ojo me mira aterrado mientras que el otro equivoca completamente su objetivo y se va hacia una comisura, como resistiéndose a abandonar la visión que le ofrecía el agujerito. El rapaz inmóvil me obliga a retroceder, más por lástima que por otra cosa, mientras oigo pasos frenéticos dentro de la covacha y una respiración ronca. El muchachito vuelve a acomodar su ojo torcido en busca, posiblemente, de algo que le dé material con qué excitarse en la noche, mas un estridente estás curado miramelindo objeta mis divagaciones. Alejándome un poco mi mirada llega al lugar que me había dicho ella, coincidiendo con un destemplado nooo, un batir de puerta y el trote salvaje que se fue perdiendo en la negrura de la noche.

Toqué tres veces como me lo había pedido y la puerta se abrió con voluntad propia. En una única habitación, rodeada por cacharros y ropas amontonadas, se encontraba descansando la mujer que me había enloquecido desde verla. Miraba mi rostro con una dulce expresión y susurró que a pesar de todo, había venido. ¿Cómo puedes vivir en un muladar así? Fue mi primera pregunta bien realizada. Es lo que todos dirían, pero yo prescindo de lo material. Me extrañó su respuesta. Pero de algo has de vivir, añadí; ella sólo movió la cabeza mientras decía que obtenía lo que necesitaba en el momento que lo deseara. Lo mundano y lo actual le eran estorbosos. Y tú, me dijo, tienes la capacidad de ver lo que los otros no pueden. Así que en ti haré el receptor de mis conocimientos.

Si me interesaba o no sus conocimientos era una cuestión que flotaba a kilómetros de mi mente. El sentimiento que estaba enraizándose en mi pecho engendraba fortísimo tronco que lanzaba a su vez ramas frondosas y cargadas de flores hasta el cielo. Sólo tomé su mano y más que caminar o correr, flotamos y volamos hasta llegar al centro de la ciudad, en donde henchido de amor danzaba junto a ella por vitrinas y escaparates, sin prestar atención a luces y ofertas, a transeúntes y vigilantes, al muchacho de camisa roja a cuadros, estampado contra el pavimento por un auto rata, en medio de un intento de linchamiento a tres jóvenes triqueados y un anónimo sollozo que se elevaba en medio de una carcajada cruel.

Fue ahí que me topé con el paño rojo que liberó sin aviso previo al gran espejo plateado haciéndome ver mi imagen que entrelazaba la mano a una enana pordiosera, sucia, fea y deforme, entre los cientos de muecas de asco y reprobación de los decentes ciudadanos que pasaban a mi lado. El gemido de dolor que había provocado mi apretón atrajo mi mirada, que fue aliviada ante la imagen original que había sucumbido mi ser. ¿Te das cuenta? Me volvió a susurrar con dulzura. Los ojos de tantos que van velados por ideas y errores, les impiden ver lo que realmente es, y lo que realmente importa. No eres parte de ellos, querido mío. Prescindamos entonces de ellos, quienes ya están con las horas contadas.

Es acabar ella de hablar y yo tomar sus labios por asalto, y comenzar a amarla con cada molécula de mi persona.
 
Tameshigiri

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca.

Frente a este jueperra, no veo por dónde disculparlo. Lo tengo a tiro, no se me escapa, soy el dueño de su vida y su muerte. Pero el desgraciado no me muestra nada de miedo. Está ahí, tan tranquilo, tan sereno, como el estero en verano. Y los ojos suyos. Clavados en los míos. Pero yo llevo las de ganar aquí. Aquí te jodes, chuchetumae, resoplo apuntando a su pecho. La sonrisa burlona me termina de dar el motivo para apretar el gatillo y lanzarlo a dos metros.

Yo siempre me había considerado el más bacán del pueblo donde vivía. Veintitrés años de levantarme a las hembras que pasaran por mi lado, tirarme a las que pudiera y si salía niño de por medio, pues me hago el desentendío. Que no me jodieran, yo era el hijo mayor del hacendado y naidien me iba ver las guevas. El que bailaba primero y con la mejor pierna. El que chupaba mejor y aguantaba más tiempo jumo. El de la mejor puntería con la escopeta pa´ cazar un venao. El éxito estaba de mi parte.ç


Un día llegó una familia que se veía eran diotra parte. El don tenía una pinta de gringo, aunque la ñora era sí propia de estos lares. Que venían a alzar un restaurancito y pasar sus días. Los dos hijos mayores andaban en sus universidades quemando pestaña duro y feo, pero se trajeron a la última, de dieciséis, para que les ayude y termine aquí el colegio.

Nomás fue verla y ya la quería para mi mujer. Más que linda, más que rica, tenía que aprender otra palabra nueva para describirla. No quería ser candidata a reina del pueblo porque decía era recién venida y no era correcto eso. Así que el restaurante del gringo (que según daba a entender, venía de Suecia en verdad) se convirtió en mi lugar de siempre pegarme el pescado sudado o mi caldito de costilla con habichuelas que tan bien sabía hacer la suegra. Y de paso, le metía su palabreadita para calentar oreja a la moza. Ella se reía y me daba la vuelta. Ah, hecha la apretada. Quesque una déstas la veo sola y le hago mujer mía quera o no quera.

Pero un maldito día se instaló a hacer no se qué cosa, creo que a hacer sanación, un tipo medio raro. Les veía a los enfermos y no sé cómo le hacía pero siempre salían bien parados y mejor que sanos. Yo un día que me torcí el pies por montar mal mi caballo, me quisieron llevar al curador, pero no quise. Algún mal me ha de hacer el bandido ése, mejó me llevan con el dotó Cedeño, que viejo y todo desde tierno me ha sabido componer. Y lógico me caía mal el tipo, pues no soportaba que Hilda, que así se llamaba la muchacha de mis amores, le quede viendo con ojo dulce cada vez que venía a servirse el almuerzo. Así que un día lo fui a advertir. Verá señor esto sólo se lo digo una vez. Mejor se abre de Hilda o yo no respondo, es mujer mía y de naidie más. Eso le dije bien clarito para que se agueve y no se ponga a vacilar con mujer ajena. Pero su respuesta me dejó foco: ¿Tienes acaso título de propiedad sobre ella, para que la reclames como tuya? Ahí fue donde me cabrié y le fui dejando preciso que donde se atreva a molestarla se las vería conmigo y yo no miando con pendejadas si es de poner planazo se trata. No dijo nada así que me fui creyendo que ya tenía el asunto ganao.

Me equivoqué. Mierda, es que en plena fiesta del santo patrón fui y le vi hablándole quedito mientras echaban baile. Así que esperé a que el maldejido se regrese a su casa y me le presenté con machete en mano. Yo hablo serio carajo, le dije antes de cerrarlo a planazo. Por lo menos la cara le abría, pues no tenía fierro ni pistola, sólo un palo largo que siempre andaba con él aunque nunca cojeara. Pero es que mi machete le iba a tocar el cuerpo y le vi alzar el palo, una chispa y se partió mi fierro. Sólo miré el mango y un pedazo de metal y delante mío, mi rival muy sereno, mirándome como con burla. Ni siquiera atacó de vuelta. Cabrerísimo como nunca, me volví a mi sitio.


Estaba desesperao pues a pesar de toditos mis intentos, clarito estaba que Hilda le estaba dando la bola al sanador maldecío. No sabía cuándo bien agarrarlo, pues con los bienes que le hacia a la gente, le habían cogido enorme cariño todos. Me las jugué completas y le quise cuadrar a Hilda y si había chance, hacerla mía de una vez. Pero me trancó mi bofetada y vino el viejo y medio me amenazó que no volviera al restaurante. Esa mesma noche, la vi luego de cerrar, se dirigió atrás de la casa y el desgraciao la empezó a besar. Ahora sí que no lo iba a perdonar. Así que fui a buscar la recortáa de mi viejo, le cargué con dos cartuchos gordos y lo fui a buscar.

Ahora que toy mirando el cuerpo de mi odiado enemigo, el pecho hecho hueco del cartuchazo, su mano aferrando igual su palo largo; sonrío con la victoria de mi lado y volteo. Ya no habrá chance de llevarse a mi Hilda, ahora va a ser sólo de mi…

- Yo no he muerto… - dice una voz a mi espalda. Me hiela el espinazo, pues estaba segurísimo de haberle apuntado en la mitad del pecho. Hasta vi cómo le mojaba la sangre la tierra y ya no resollaba. Volteo de vuelta y horrorizado diviso cómo se empieza a querer levantar. Ya no tenía cartucho, así que me le lanzo encima, y le empiezo a dar con la cacha. Ahora sí te mueres chucha, le decía bajito tras cinco cachazos que lo volvieron a dejar quieto. Pero no, vuelve a decirme lo mismo y es ya con el cañón de la cartuchera que voy partiéndole la cabeza hasta que queda como caimito aplastao. Ahora bien seguro que no volvería a joder, me alejo del sitio.


Me hice el loco un par de semanas, a pesar que hubo sospechas conmigo, pero mi apá se puso tieso a decirles a los policías que todo el rato anduvo conmigo. El sanador no tenía familia, pero casi todo el pueblo le lloró cuando le pusieron bajo tierra. Una alegría morbosa me dio verla a Hilda tumbada sobre el sepulcro hasta que la llevaron los papás. Tranquila mija, yo te quitaré todo este dolor, me dije para mí. Dicho y hecho, empecé nuevamente a meterle palabra y esta vez sí me dio bola, cosa que en menos de seis meses, ya estábamos arreglando lo del casamiento, a pesar que el viejo andaba medio trompúo por el asunto. Linda como la virgencita, la veía a mi Hilda poniéndose a mi lado y escuchando al cura ponernos el título de marido y mujer. Aunque una frase que dijo el cura me dejó un poco extrañado. Al despedir la misa, nos dijo a todos: Podéis ir en paz, pero recuerden hermanos míos. El no ha muerto.

Al rato me olvidé del asunto mientras instalaba a mi mujer al lao de la casa de mi pai para empezar nuestra feliz vida juntos. Pero fueron pasando los meses y me enteré de un asunto feísimo con mi pai. El viejo le ha sabido deber a un par de chulqueros como no se cuántos miles y hacía rato que no veían la plata de vuelta. Entonces vinieron con un abogao a plantearle mi pai que de no pagarles pronto, toíta la hacienda se apropiaban. Por un tiempo anduvo desesperao buscando el billete y prestando a cualquier compadre que le apoyara, pero naidie puso. Así que lo que hizo fue vender la mitad de sus vaquitas, para medio alivianar el asunto. Y mal hizo pues al ir llevando sus cabezas para entregarlas y recibir el dinero, lo agarraron unos cuatreros y le trancaron un balazo. Yo sólo llegué para ver a mi padre malherío y sangrante. Las vacas el puesto nomás.

Por suerte el dotor Cedeño logró sacarlo a mi pai, pero quedó muy malo y no podía caminar bien y nada de montar caballo. Así que llegaron los chulqueros y pese a todos los ruegos y disculpas nuestras, se alzaron nomás con la hacienda y la pusieron en remate para pagar nuestra deuda. Y cuando se fueron llevando las escrituras y todo eso, creí oir a uno de los chulqueros decir como para sí: El no ha muerto…

Por eso me lo llevé a vivir a mi pai conmigo ya que por suerte yo también criaba mis chanchos y de vender y vender, algo de platita pude obtener para hacerme una casita con unas tierras para seguir sembrando y criando. Hilda estaba esperando a mi primer hijo cosa que este trago amargo pronto se iba a superar. Así fueron pasando meses hasta que nació mi hijo. Grandote y bello como la madre. Y mi pai ahí mas que sea en alguna cosa colaboraba para que no le tengan como carga.

Un día que me fui a revisar los chanchos, dejé a mi ñora al cuidado de mi niño, que ya andaba para dos años. Al llegar me asustó ver que toítos los chanchos boqueaban feo y echaban una espuma como verde por la nariz. Salí corriendo a buscar al veterinario, y nos pusimos a revisar los animales. El dotor no estaba claro qué mismo era que les pasaba a los chanchos, pero a todos les puso una inyección y me dijo que alguna cosa avise de vuelta. Les puse comida y agua fresca y me volví a casa. Al amanecer siguiente, ni un chancho vivo. La trompa cubierta de esa espuma verde. Los veinte chanchos que estaban ya para ser vendidos. Me llevé las manos a la cabeza y grité de rabia. ¿Qué había hecho yo para merecer esto? Y fue gritar y oír a mi mujer llamarme durísimo. Aún lelo por el dolor de perder mis animalitos, emprendí vuelta a casa. El peor escenario me esperaba. Mi querido niño, jugando en la casa vecina, se puso a dar vueltas cerca de un pozo viejo, se resbaló y cayó. Y no salía para nada. Loco de horror me tiré al pozo lleno de lodo a buscar a mi hijito. Mi mujer lloraba abrazada por sus vecinas. Dos amigos se lanzaron también a buscar a mi niño. Metía y metía mano, hasta que topé un mechón de pelo. Hale duro y el cuerpo blanquito con los ojos muy abiertos de mi amado hijo salió a la luz. No hubo forma. Le sacudimos boca abajo para que bote ese lodo maldito que le llenaba la boca, pero no respondía. Lo llamaba por su nombre y lo abrazaba duro, pero no respondía. Mi niñito, mi hijito, muerto estaba a mis pies. Sólo atinaba a menear la cabeza mientras Hilda gritaba abrazando el cadáver. Justo ahí llega rengueando mi pai. No soportó ver a su único nieto fallecido y antes de llorar o algo, se llevó las manos al pecho y se fue al piso. Me lancé sobre él y le rogaba tú no pai, tú no por favor… Mi pai me agarró los hombros y me miró fijo mientras también se le escapaba la vida. Hijo, hijo, me decía como pidiéndome que no permita que la huesuda también lo lleve.

Su último suspiro fue también un fierro que traspasó el pecho.

Mirándome con los ojos hecho pepa y apretándome durísimo los hombros, me habló con voz rotunda y fuerte: EL NO HA MUERTO. Y deuna viró los ojos, aflojó las manos y quedó quieto.

El velorio y las novenas que siguieron fueron un infierno. Se me fue casi toda la platita en los gastos de cementerio para las dos tumbas. Mal agüero, te han hecho un mal por algún lado, me decían algunos panas. Con Hilda no había cómo hablar, pues quedó como loca por ver a su hijo con la boca llena de lodo y luego siendo velado y enterrado. Pero la idea del daño sí me surcaba la cabeza. ¿Quién, quién habrá sido el hijueputa que me ha mandado el mal de esa manera? El único enemigo serio que tuve fue ese sanador hijueputa que bien mandé a la otra de un cartuchazo. Y me aseguré de que nunca volviera a levantarse, estaba seguro. Naidie podía salir sano de un cartuchazo en el pecho y la cabeza hecha pulpa a golpes. Así que por ese lado imposible. Pero…¿qué quería decir mi pai cuando me dijo que el no había muerto? Será que el finado vino a cobrárselas desde la otra? Ahora que recuerdo, esa frase también la había escuchado en otras bocas. Entonces capaz este pueblo estaba como maldito. Entre antes me largara de este recinto mejor.

Marché entonces con Hilda, quien había quedado como muda luego del trauma del niño y el suegro, hacia una ciudad lejana. Una capital. Ahí vivía un tío segundo que al principio no me quiso recibir. Pero el que llora mama cosa que logré instalarme en el patio, armando una chozita para Hilda y para mí. Los primeros meses iba de cachuelo en cachuelo, sea recogiendo botella, echando machete, y de aprendiz de mecánico. Ganaba lo justo para comer, y de paso darle un cariñito al tío por darme cobijo. Hilda mejoraba muy despacito, pero aún no hablaba una letra. Por lo menos ya sonreía de poquito cuando estábamos juntos, pero nunca una conversa.

Las cosas fueron mejorando gradualmente, cosa que al final, logré mudarme de esa choza y alquilar un departamentito en las afueras. Hilda aún no hablaba, pero su animo estaba mucho mejor ya, aunque a veces la descubría llorando abrazando una foto de nuestro niño muerto. Yo ahí la abrazaba de vuelta para consolarla. Ya con un poco más de platita, fui buscando un local porque deseaba abrir un restaurancito. Si la doña sabia cocinar pues entonces entre los dos nos alzaríamos un puesto igual que los suegros hicieron hace años ya.

Mi mujer seguía muda, pero el negocio despacito se fue haciendo famoso, hasta que gente de fuera de la ciudad quería conocer la sazón de Hilda. Para ese rato, estaba nuevamente embarazada y le tenía puesta toda mi ilusión. Este niño capaz le abría la voz de nuevo y terminaba de curarse. Para esos tiempos llegó un señor que me vino a ofrecer la posibilidad de unirme a el para ampliar bastante el negocio, y terminaríamos moviendo harta platita. Me gustó la idea así que fuimos almacenando todo lo que eran vigas, clavos, sillas y eso tras la cocina del restaurante para empezar a construir. Había tenido que prestar un buen billete para concretar el asunto, pero decía mi socio que en unos dos o tres meses máximo estaba el dinero de vuelta.

En la casa, estaba ya contándole a Hilda el gran éxito que ibamos a tener, hasta podíamos contratar cocineras que la ayuden y ella sólo tendría que ver que la comida estuviera bien hecha. Ella reía y aplaudía entusiasmada, mientras yo le sobaba la barriguita. Este niño crecería bien y fuerte. De pronto tocaron a mi puerta muy duro. Salgo a ver que pasa y me dicen que hay fuego. No salgas Hilda, logro gritarle antes de correr hasta mi local y ver que estaba ardiendo hasta la última viga. Mi puestito. Mi futuro. Todo. Convirtiéndose en cenizas frente a mis ojos. Ni siquiera puedo meterme a salvar algo pues alguien me sujeta con fuerza y me hace presenciar la muerte de mis esperanzas. Luego un empujón me lanza al suelo y veo a mi socio. Furioso. Gritándome entre insultos y puteadas que yo inicié el incendio. Pero que me jodí, porque habló con los del banco echandome la responsabilidad de la plata invertida, la de ambos. Ni siquera puedo responder. El hueco enorme dentro de mí me impide chillar, patear, responder, llorar. Vuelvo a casa arrastrando los pies.
Supongo, en lo lento que iba caminando, que alguien ya le habrá informado de la tragedia a mi Hilda. De seguro recaería en su mal. De seguro, pienso al abrir la puerta y encontrar a mi mujer riendo a carcajadas sentada en un charco de sangre. Intento levantarla, pero pesa demasiado. Empieza a brotar de entre sus piernas una cabeza deforme que va arrastrando un cuerpo malhecho y viscoso, que remueve un poco sus remedos de extremidades antes de quedarse quieto. No puedo más con tanta desgracia. Agarro por los hombros a Hilda y llorando como niño le grito por qué, por qué tanta miseria, por qué vivimos malditos todo el tiempo. De ley no me da respuesta, está muda como una piedra, sólo riéndose destempladamente; pero calla de súbito su carcajada, voltea a ver y me dice con voz muy firme y grave:
EL NO HA MUERTO.

Una ira como el mismo fuego que calcinó mi local me consume las tripas mientras le encajo un puñetazo. Los celos y la rabia me ciegan mientras cruzo su rostro hermoso una y otra vez, pero ella en vez de quejarse, sigue riendo y vuelve a repetir esa maldita frase. ¡Tú lo seguías amando, chucha, a pesar que yo lo maté! ¡Tú nunca dejaste de quererlo, a pesar que yo tenía que ser el hombre para ti! ¡Entonces tú fuiste la que me lanzó ese daño, tú mataste a mi hijo, a mi padre, nos arruinaste, hiciste de mi vida un infierno! Cada frase la acompañaba de un golpe que esperaba le callase esas risas convulsas y sobre todo, esa frase del diablo, que el no había muerto. ¡Si yo lo maté, yo lo vi morir con sus sesos saliendosele por los huecos que le abrí a punta de cartuchera!


Pero nada. Nada lograba salvo embadurnarla de su propia sangre el rostro y saltarle un par de dientes. Con todo eso, seguía riendo. Y en su propio rostro, bañado en rojo y escupiendo dientes y risotadas sin cesar, se fue originando una transformación. ¡El rostro de mi original enemigo! ¡El mismo hijueputa rostro que robó una vez besos y amor de la que es mi esposa! ¡Hijo de puta, una y mil veces!
Salí corriendo a mi cuarto y agarré la vieja cartuchera, la que ultimé hacía años a este hijo de puta, y ahora tendría que volver a usar. ¡Sólo esa arma podría volver a acabar con ese rostro de pesadilla! Me precipité a la sala, y vi que el rostro de mi mujer se peleaba con el del malparío para ocupar el mismo lugar. Caminaba hacia mí extendiendo los brazos como queriendo arrastrarme a los aposentos del diablo. Me lancé sobre ese monstruo y tal como hice hace tiempo, empecé a reventar el rostro a golpe limpio. ¡Borraría de una vez y para siempre esa sonrisa burlona, esa voz de carcajadas entre agudas y graves, la belleza de ese rostro amado y que al final nunca pude poseer por completo! ¡Ni siquiera me importaba que luego me cayese la policía, o que la criatura parida por mi mujer, ese horrendo aborto, se incorporara y se uniera a la canción diabólica agarrándome del cuello! ¡Seguiría golpeando y golpeando, una y mil veces, hasta que toda la carne se haya convertido en tierra!!

¿Tierra?

No está Hilda transformada, no hay sangre, no hay aborto danzante, no hay paredes ni casa. Estoy sentado sobre un camino de tierra, con la cartuchera hundida como cavando un pozo. El panorama me parece familiar, yo he estado aquí antes. Reconozco con horror este lugar. La casa del sanador. Mi recinto. Los olores del restaurante de los suegros a lo lejos. Y el corolario final: esa chucha voz, esa que pensé nunca más volvería a oírla, ahora desgarrando mis tímpanos, revolviendo mi cerebro y hundiéndome en la peor de las locuras.

- La vida del hombre, es sólo una ilusión. Ocurre en un suspiro…

Mi último intento de dar pelea, de impedir que ese diablo desgraciao me quite a mi Hilda nuevamente, se reduce a voltear mi cuerpo mientras de mi garganta surge un enorme alarido que encerraba todo el dolor y la ira que pasé por esos años. ¡No tenía un cartucho pero volvería a hacerle mierda la cabeza! Pasa un relámpago metálico y voy viendo todo girando, girando, mi cuerpo aún arrodillado en el suelo, con un surtidor rojo en donde debía estar mi cabeza. Y antes que se oscurezca todo y me hunda en la nada, veo a mi odiado enemigo meter un raro machete fino y largo dentro del palo que siempre lo acompañaba, susurrando estas palabras:

- Y la tuya, no es la excepción.
 
Irrealidad alternativa

2007/10/07 22:45
Cámara oculta mostrando un vagón del metro en Madrid, España.
Sentada en el asiento de la ventana del lado derecho del vagón, una muchacha latina descansando. Del otro lado, un joven delgado y desgarbado metido en sus asuntos. Al rato, irrumpe desde el lado inferior un muchacho caucásico, rapado, en jersey rojo y hablándo enérgicamente por celular. Se percata del aspecto de la joven y realiza aspavientos en su dirección. Aproxima su cabeza mientras guarda su celular y verbalmente la agrede. Una mano percute la cabeza de la chica y otra apretuja brutalmente un seno.

El muchacho del fondo, oculta la cabeza sin realizar ninguna acción. La pierna derecha del agresor retrocede para patear a la cabeza de la aterrorizada muchacha cuando una mano aparecida rápidamente aparta de un empellón al tipo. Aparece un hombre alto vestido en abrigo oscuro. También de aspecto latino. Señala al agresor y dice algo apuntándose el pecho y colocándose frente a la chica atacada. Se ve mascullar algo al agresor y lanza un par de golpes al estómago del hombre, quien los recibe sin inmutarse. El puño ahora se dispara a la quijada en un hook de derecha cuando un codo izquierdo asciende e intercepta el brazo, desviando y anulando el ataque. Simultáneamente el defensor inclina su cuerpo e inmediatamente lo eleva aumentando el ascenso de su propio puño derecho que impacta de lleno en la mandíbula del agresor lanzándolo arriba y atrás y haciéndolo aterrizar pesadamente sobre unos asientos vacíos quedando inconsciente.

El video da la vuelta al mundo a través de noticieros y youtube. Diversos títulos en varios idiomas dan la descripción inicial al video. El más conocido en español: "Agresión xenófoba contra ecuatoriana detenida por heroico compatriota". Es el suceso más comentado en toda la prensa del país. Se descubre que el que defendió es de Guayaquil. TC y RTS son los primeros en aprovecharlo. Ahora no se ve el video sin la canción de fondo "Guayaquileño, madera de guerrero". Diversos comentaristas elogian alegremente el accionar del tipo, al tiempo que denigran sin cesar el "cobarde ataque" del español. Varios oradores y figuretis de a dólar la docena lanzan loores y coronas de laurel sobre el autor del hecho. Por ahí alguien ilustra en caricatura poniendo como pie "Tras la lid la victoria volaba, libertad tras el triunfo venía, y al León destrozado se oía, de impotencia y despecho rugir".

Noticia bomba: El héroe decide venir a su país natal.

La vecina del frente, comentando con la de al lado. Mismo idioma, misma etnia, diversos lugares, diversos dialectos. Cuchicheando y hablando a voz en grito.
- ¿Se enteró comadre/vecinita lo que ha salido en el cuatro/cinco anoche mismo? Está regresando el guambra/muchacho que le pegó su tranquiza/le metió sus coscachos al español rudito/mangajo ése?
- Qué bestia/me muero pues, comadre/vecina, bien hechito/ya era hora que uno de nosotros le plante el carro/baje de la nube a esos españoles que andan ya muy agrandados/hechos los muy muy…
- Según dijeron por ahí, cuatro trancazos/quiños le fue metiendo al pelado/chamo y no le soltó hasta que quedó sangrando/soltó chocolate.
- No ha de ser/no invente cosas, vecinita/comadre. Si clarito se vio en el video que uno bien pegado le dio metiendo/cruzó y solito dio papaya/agachó el pico.
- Estuve leyendo el Comercio/el Universo y al parecer le quieren entre los de la 10 y los de la 6 jalarle para su lado. A ver si acepta…
- Ahí se friega pues comadre/vecinita, se quema peor que tusa/bosta seca. Pero así son estos políticos, al primer gil/shunsho medio con éxito les andan adobando/calentando la oreja para atraerles y sacar los votos. Yo por eso en nadie confío.
- Nada más no se olvide/no se perderá de ver la entrevista que le van a hacer en unos días al tipo.
- De ley/de una, vecinita/comadre. Cáigase/asomaráse para verlo juntas…

Cientos de cámaras, flashes persistentes y cegadores, un rostro de diana para todos los ojos. Una cara, donde los dedos apuntan, donde los vivas retruenan y los aplausos caen en chaparrón incesante. La incomodidad y el fastidio no logran aflorar, deslumbrados por dientes blanquísimos, cabellos teñidos y voces nasales y feminoides que buscan una declaración arrancándola como el gallinazo extrae intestinos de un cadáver. Una puerta de hierro sella de un estampido preguntas y solicitudes, quedando latentes para el siguiente día. Del otro lado, un perpetrador y autor se lleva las manos a la cabeza, empachado de una fama que nunca pretendió y que ganó a puño limpio.

Sorpresa e indignación colectiva causan los tabloides provenientes de la madrastra patria: España presentará cargos en contra del compatriota defensor. Varias piedras lanzadas al interior de la embajada arrastran de cola insultos xenófobos, pifias y maldiciones. Se sugieren y solicitan enérgicamente en foros abiertos para el tópico cierre de relaciones. Extradición y repatriación masiva. Pérdida de trabajo, salida de masa laboral, recuperación de compatriotas, recuperación de pureza en raza. El agredido agresor no quiere dar declaraciones, se encierra en un hosco silencio y cientos de psicólogos explican sus tesis elaboradas en servilleta en un hall de hotel.

Reconocido periodista independiente mostrando su chueca sonrisa y su frente de escroto fruncido ante miles de compatriotas amanecidos y desayunando. El cordial saludo y la presentación en exclusiva del elusivo ser que convirtió agresión en defensa…¿O simplemente una forma barbárica de reaccionar que justifica la xenofobia en el país donde se encuentra la más grande cantidad de migrantes del país? La cámara ahora enfoca al individuo, con un saco y corbata que a todas luces están peleados con el estilo usual de vestir. Primer plano. Ceja arqueada y los ojos fijos en el entrevistador, sobre todo tras la segunda frase. Primer asalto. Tres intentos de justificación cercenados por una perorata de teorías de no violencia y búsqueda de diálogo. Nueva pregunta. ¿Habría ayudado a la jovencita de no haber sido compatriota? Respuesta afirmativa y contundente. El solo hecho de ser mujer justificaba la acción. Reducida a misera réplica tras la broma machista del entrevistador. Un ceño se contrae rígido mientras dos ojos hambrientos de retaliación punzan al siempre arrugado cutis quien evade continuamente la mirada sin dejar de lanzar menosprecios y vejámenes disimulados. No hay justificación para la violencia, esgrime convertido en apóstol de la moral. Toda demostración de violencia es una barbarie, tartamudea muy seguro la independencia pegada como lapa a la panza bancaria. Prisma luminoso de rectitud y cordura cristiana contra la brutalidad y salvajismo, circunstancia obvia debido a su origen.

Salta el seguro con un manazo en la mesa que hace tambalear la cámara. Ahora me va a escuchar usted, señor… En mi programa soy yo quien ordena y decide, vuelve a cortar mientras comienza a fabricar su habitual sonrisa torcida y a despedirse de la fanaticada será hasta el día de mañaMÍREME A LOS OJOS CUANDO LE ESTOY HABLANDO LONGO CHUCHA DE SU MADRE retumba en todo el país y detiene un latido millones de corazones. Enrojecido de ira señala por un segundo al entrevistado, vuela un pie a lo largo del campo de visión e impacta de lleno en el rostro avinagrado y cejijunto. Gritos, chillidos, cámaras moviéndose en terremoto captando por segundos un depredador sobre su presa hundiendo en la carne puño e insultos que no cesan hasta que seguridad se arroja sobre la pareja en debate de nudillos. Ramuñona, chucha, gritan algunos; qué horror Dios mío gimen otros. Una franja de comerciales casi de una hora de duración hasta que un flash informativo reprisado en casi todas las emisoras nacionales. Nuevo video para Youtube. Será el más visto en toda Latinoamérica. Cuestión de minutos hasta que avance hasta Europa y Asia. “Periodista brutalmente golpeado al aire en su programa”. El entrevistador llevado en ambulancia al más prestigioso hospital, el agresor, el nuevo villano, llevado en esposas al más prestigioso centro carcelario. Pronóstico reservado, múltiples fracturas faciales, posiblemente quede desfigurado, profetiza el cirujano verde mientras una enfermera agita desesperada una mano. El cirujano corre nuevamente a la sala. Por qué lo hizo, por qué lo hizo, graznan micrófonos, grabadoras, celulares, receptores. Un rostro furibundo apartando a manazos reporteros y opiniones. El uno en coma, en UCI, silenciosamente siendo centro de atenciones y alabanzas. El otro encerrado entre fascinerosos y reguetoneros, el baldón y escarnio de la opinión pública por haber atacado alevoso a un eminente periodista, una institución de la comunicación social. Nuevos análisis y entrevistas inútiles y teóricas.

Se profundiza la brecha entre regiones. Foros en facebook y twitter. A la selva monos de mierda. Apoyamos al guayaco. 500000 contra estos monos miserables. Longos hijos de perra. Yo quiero partirle la cara al salvaje guayaco. Muerte a los longos. El partido entre Liga de Quito y Barcelona, suspendido por las peleas entre bandas de hinchas que dejan como saldo varios muertos y heridos. El presidente pide calma en varias cadenas. Inútil. Todos somos hijos de Dios, suplican monseñores y obispos. Graffitis ofensivos en Quito y Guayaquil. Más de un negocio de costeño o serrano en lugar ajeno arde o es reducido a escombros. Resucitan Eloy Alfaro y García Moreno como portaestandartes de una incipiente guerra civil. El Ejido no bastará para quemarles a todos gritan unos. Donde Alfaro les vio las guevas, nosotros les volaremos el mate gritan otros. Contrabandistas de armas sonriendo por las crecientes ganancias. Varios presidentes hacen llamados a la paz y la hermandad del país. Un alcalde arenga a los guerreros a terminar de “una vez y para siempre” con el control centralista. Es ahora o nunca guayaquileños. Que el ejemplo dado por nuestro hermano sea el trompetazo del juicio final para esta burocracia corrupta y sempiterna. Otro alcalde advierte cerrar las vías hasta que los rumores de ircunsión armada cesen. Algunas provincias toman partido, otras prefieren estar neutrales hasta que termine el conflicto. USA y la Unión Europea advierte enérgicas sanciones y embargos económicos si estalla la guerra. Caso omiso. Una tras otra, van avanzando tropas de improvisados, dispuestos a pelear por ideas estúpidas y prejuicios de siglos. Nadie saldrá ganando.

Un puñetazo. Bastó un solo puñetazo para terminar de dividir un país entero… el susurro agónico de un recluso en el penal García Moreno, apuñalado por varios internos, se va perdiendo en el aire pungente y helado.

Flash informativo: España entera sacudida por las declaraciones del muchacho golpeado en el metro de Madrid: “Pues nada, que yo lo admiro al panchito. Tiene cojones…”
 
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