Main man
Limpia, fija e invita a putas a coca-colas
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- 4 Feb 2006
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Pocos son los hombres que pueden preciarse de haber rechazado a una mujer ansiosa de sexo. Me refiero a rehusar sus favores por una decisión moral consciente, no por falta de sitio, condones o por estar más borracho que Joselito en la boda de Ángel Cristo.
Yo lo he hecho en dos ocasiones que recuerde. La primera de ellas fue al salir de un after. Estuve un buen rato arrimando con una jovencita francesa, entendiéndonos como buenamente podíamos y al salir me ofrecí a dejarla en su hostal. Era estudiante, joven y aventurera y se alojaba en la Plaza Real de Barcelona, que también son ganas. Me preguntó si quería acompañarla y la rechacé con dulzura; por aquel entonces yo salía con una chica y el Pepito Grillo me dijo: NO. Dos besos y au revoir. Seguí bajando las Ramblas y antes de llegar al Paralelo ya me había arrepentido. Di un volantazo, volví atrás y aparqué donde pude. Crucé las Ramblas y me adentré en la Plaza Real y traté de encontrar el hostal en el que podía estar ella preguntando a los parroquianos. Eran las 10 u 11 de la mañana y nadie me supo o quiso ayudar.
La segunda vez fue hace unos meses. Me estaba liando con una tipa y un día me llevó a ver un concierto infumable de un cantautor al que sólo conocía ella y la madre del artista. Al salir le dije que estaba aburrido y prefería irme a casa. Se roneó y me propuso acompañarme. A mí no me apetecía un carajo acostarme con ella esa noche. Pero nada. En esta ocasión no había moralidad ni novias de por medio. Simplemente, no me apetecía. La rechacé y se lo tomó fatal. Dejó de hablarme, borró mi teléfono y demás.
La moraleja es que si una tía te dice NO, te jodes, te vas a tu casa y te haces una paja. Si lo dices tú, eres un hijo de puta.
Yo lo he hecho en dos ocasiones que recuerde. La primera de ellas fue al salir de un after. Estuve un buen rato arrimando con una jovencita francesa, entendiéndonos como buenamente podíamos y al salir me ofrecí a dejarla en su hostal. Era estudiante, joven y aventurera y se alojaba en la Plaza Real de Barcelona, que también son ganas. Me preguntó si quería acompañarla y la rechacé con dulzura; por aquel entonces yo salía con una chica y el Pepito Grillo me dijo: NO. Dos besos y au revoir. Seguí bajando las Ramblas y antes de llegar al Paralelo ya me había arrepentido. Di un volantazo, volví atrás y aparqué donde pude. Crucé las Ramblas y me adentré en la Plaza Real y traté de encontrar el hostal en el que podía estar ella preguntando a los parroquianos. Eran las 10 u 11 de la mañana y nadie me supo o quiso ayudar.

La segunda vez fue hace unos meses. Me estaba liando con una tipa y un día me llevó a ver un concierto infumable de un cantautor al que sólo conocía ella y la madre del artista. Al salir le dije que estaba aburrido y prefería irme a casa. Se roneó y me propuso acompañarme. A mí no me apetecía un carajo acostarme con ella esa noche. Pero nada. En esta ocasión no había moralidad ni novias de por medio. Simplemente, no me apetecía. La rechacé y se lo tomó fatal. Dejó de hablarme, borró mi teléfono y demás.
La moraleja es que si una tía te dice NO, te jodes, te vas a tu casa y te haces una paja. Si lo dices tú, eres un hijo de puta.