Jose David
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- 2 Jul 2006
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Hasta esta tarde no vuelvo a salir, estoy un poco aburrido, lo reconozco, así que… ¡qué demonios, lo voy a contar!. ¡Esta noche no he ligado NADA!. Jajaja.
Estamos de fiestas en el pueblo, hay feria, hay mujeres, hay alcohol, mucho alcohol. También hay ganas de divertirse, ganas de ligar y ser ligada… y alguna que otra a la que la amiga le ha levantado un chico que le gusta en sus narices.
Todo esto junto llevó como resultado a hacer que Sonia (no he cambiado el nombre, ¿para qué?, no la conocéis ni la podéis señalar con el dedo) empezase a beber más de la cuenta hasta perder el control, lo que ha hizo seguir bebiendo hasta caer en la más profunda borrachera, lo que hizo que las demás la hicieran seguir bebiendo, hasta caer en el coma etílico. Cuando llegué ya no había remedio, sus últimas palabras antes de perder el sentido, medio desnuda (había estado bailando encima de la barra e intentando desnudarse) fue: no me llevéis a mi casa, no me pueden ver así.
Lo primero que sus “amigas” dijeron: “Vamos a llevarla a su casa”. ¿Porqué?, pues para que ellas pudieran seguir su particular fiesta y ligoteo, como no.
A todo esto, ¿quién es Sonia?. Sonia es una chica de mi pueblo, reservada, un poquitín golfilla, y que está muy buena. Sonia es además una chica que no me traga y nunca lo ha hecho, mi sola presencia la hace sentirse mal, me odiaba (y odia) a muerte. Y nunca supe el porqué.
Ante este panorama. ¿Qué hacer?. Acababa de ver a un amigo, estaba tomando algo con él en la caseta adyacente hasta que oí las risas, la algarabía, el circo que había montado.
Cuando la vi así, reconozco que por un segundo me alegré. Luego me sentí sucio por dentro como no me había sentido en toda mi puta y miserable vida, os lo juro. ¿En qué era yo mejor que ella si me alegraba que le pasara algo así?. Fue eso, y no otra cosa lo que me llevó a intervenir.
Empujones y habilidad cirquense me llevaron a lado de Sonia, cuyas amigas estaban intentando levantar para llevarla a casa. Poco me costó enterarme de lo sucedido por una de sus amigas (muy poco preocupada se la veía, realmente, vaya grupo están hechas). Así que me negué en redondo a que la llevaran a su casa. Si la veían en ese estado, y si sus “amigas” contaban a su padre (al cual conozco) lo que había pasado, no sólo las vacaciones terminarían para esta chica, sino que durante años iba a pasarlo mal, menudas se las gasta ese señor.
Así que convencí a una de las chicas de que me ayudara a llevarla a mi coche, estratégicamente aparcado, y que me acompañara para llevarla a uno de los puestos de la cruz roja de la feria.
Accedió de mala gana, pero accedió, aun queda algo de decencia en el mundo. Le pusieron dos jeringas inmensas de vitamina B-12 y un suero, porque estaba deshidratada. La tuvieron dos horas en observación (por decir algo, sencillamente la dejaron allí tirada en la camilla y no le prestaron la más mínima atención). La amiga va y me suelta, viendo que la cosa va para largo, que tiene que ir a recoger sus cosas a la caseta… ¡y se perdió de vista!. No volvió ni para ver como estaba.
Joder, ¿Qué habríais hecho en esa situación?. Pensé si volver con mi amigo, que había quedado sólo en la caseta, pero entonces recordé ese segundo en que me alegré de verla así… no pude volver. Compré una botella de lanjarón (un euro y medio, ¡que ladrones!) y a poco que se removía en la tumbona, o ponía cara de asco por su boca pastosa, le daba un sorbito de agua. La pobre estaba ida. Nadie me dijo cuando había bebido, pero estaba cada vez peor, pensé que se iba a morir allí mismo. Quizá lo hubiera hecho porque allí no aparecía nadie a comprobar nada.
Les dije a los del puesto de cruz roja que a la chica había que hacerle un lavado de estómago, que seguro que había tomado algo más. Me dijeron que no tenían el equipo. Así que les firmé un papel diciendo que me la llevaba de allí a urgencias.
Fue una locura, lo reconozco, si la chica esta la llega a palmar en el coche, seguro que me como un marrón considerable. No me preguntéis porqué, pero TENÍA que hacerlo, y no por ella, sentía que si no lo hacía no me iba a poder mirar al espejo (¡ese puto segundo, mierda!).
En urgencias sí que le hicieron un lavado. Reconozco que es algo asqueroso, y eso que no lo presencié, pero lo oí y lo olí… joooder.
Después le pusieron algo más, otra inyección, no me acuerdo del nombre, en realidad no me lo dijeron. Entonces ya pareció volver en si misma. Y por un instante fue gracioso, se sentó en la camilla, con una carita así tipo pato Donald despistado, agarró su bolso y dijo “me voy”, saltó de la camilla al suelo y casi se mata de la ostia.
La cogimos y la sentamos en una de la silla de la sala de espera. Accedió a beber algo de agua, pero os juro que ni siquiera me reconoció. Una vez pasé por algo similar, me daba mucha angustia verla así, y eso que me caía fatal (y yo a ella).
Total que al final le dieron un papel para que en unos días fuera a hacerse unas pruebas del hígado, porque según decía podía tenerlo dañado o necesitar vigilancia, luego el enfermero me dijo que probablemente no sería para tanto, muchas veces se curaban en salud.
Esta vez me costó meterla en el coche. Seguía sin reconocerme pero hasta que no le dije, juré y perjuré que la llevaba a su casa (le dije su dirección en voz alta para que viera que le decía la verdad) no accedió. Cualquiera sabe lo que pensaría que quería hacerle.
Al final, ella estaba casi bien. En ningún momento dio señales de conocerme de nada. Abrió la puerta, sin un adiós, y despacito y con cautela la cerró. Ví como la luz de la habitación de arriba se encendía. Me volví a la feria pero allí había más bien poca cosa, eran las seis de la mañana y todos estaban o follando o durmiendo como angelitos… angelitos borrachos.
Curiosamente, no me sentí como alguien que hace las cosas bien hechas, ni como un héroe, de hecho me sentía extrañamente vacío. Vaya una mierda de noche, pero bueno, no todo puede salir bien. Al volver había una parejita en la puerta de una casa, comiéndose a besos mientas amanecía, ni siquiera pararon cuando pasé con el coche, solo existían ellos dos en el mundo.
Quizá sea un egoísta, pero por un segundo quise borrar la noche y sentirme así, como esa parejita. Saber que había pensado eso, ESE segundo, me hizo sonreír. Ahora si…, ahora vuelvo a ser yo.
Por cierto, últimamente utilizo mucho el termino “dios mío, dios santo, etc”, cuando en realidad soy ateo convencido científicamente desde los dieciséis años, y dudoso desde los catorce.
En cierta ocasión en una comida familiar, la madre de una chica con la que querían emparejarme me preguntó eso mismo, si yo creía en Dios. Le dije que no, que era ateo. Ella respondió… “si, pero hay algunos ateos que son maravillosos”. Quizá porque me jodió bastante que intentaran buscarme pareja, sobre todo porque ella tenía casi tan pocas ganas como yo, le contesté “pues cuando encuentres alguno preséntamelo, tengo curiosidad por conocer a uno”.
Esa bordería surtió efecto y toda esa comida – espectáculo acabó en nada, debería haberlo hecho de otra forma, pero me lo ha hecho recordar. Ser ateo no significa no tener moral, ni ética. Ser ateo significa estar sólo cuando no hay nadie a tu lado, solamente eso.
Ahora, acabando de ir al servicio y mirándome en el espejo, he visto a un desconocido, y reconozco que me gusta mucho, me reconforta verlo, creo que es un buen tipo… así que me presentaré a él.
Encantado de conocerte, Jose David.
Más de uno me ha dicho últimamente, quién sabe porqué, que les gustaría pensar como yo, incluso SER como yo. Les he respondido que cuidado con lo que desean. Me encuentro en un frágil equilibrio, en territorio desconocido para mí. Pero me ha costado treinta y tres años llegar hasta aquí, y por mi vida (nunca mejor dicho) que voy a seguir esta senda hasta ver a dónde me lleva. Si al final me acabo estampando contra un muro de hormigón armado lleno de púas de acero, tampoco será nada nuevo, he pasado por eso otras veces y podré volver a levantarme, una y otra vez, las que hagan falta.
A lo largo de mi vida he perdido algo, algo que ni sabía que tenía. Debo encontrarlo de nuevo para volver a ser una persona completa y el precio, sinceramente, no me importa.
P.D. No, no soy un blando, quizá en un tiempo lo fui, pero ya no. Y vosotros, ¿Quiénes sois vosotros?, ¿porqué estáis aquí?, ¿para qué?. Las mismas preguntas siempre, pero no por eso las menos importantes.
Ahora, con vuestro permiso, me voy a pasar durmiendo todo el día.
Estamos de fiestas en el pueblo, hay feria, hay mujeres, hay alcohol, mucho alcohol. También hay ganas de divertirse, ganas de ligar y ser ligada… y alguna que otra a la que la amiga le ha levantado un chico que le gusta en sus narices.
Todo esto junto llevó como resultado a hacer que Sonia (no he cambiado el nombre, ¿para qué?, no la conocéis ni la podéis señalar con el dedo) empezase a beber más de la cuenta hasta perder el control, lo que ha hizo seguir bebiendo hasta caer en la más profunda borrachera, lo que hizo que las demás la hicieran seguir bebiendo, hasta caer en el coma etílico. Cuando llegué ya no había remedio, sus últimas palabras antes de perder el sentido, medio desnuda (había estado bailando encima de la barra e intentando desnudarse) fue: no me llevéis a mi casa, no me pueden ver así.
Lo primero que sus “amigas” dijeron: “Vamos a llevarla a su casa”. ¿Porqué?, pues para que ellas pudieran seguir su particular fiesta y ligoteo, como no.
A todo esto, ¿quién es Sonia?. Sonia es una chica de mi pueblo, reservada, un poquitín golfilla, y que está muy buena. Sonia es además una chica que no me traga y nunca lo ha hecho, mi sola presencia la hace sentirse mal, me odiaba (y odia) a muerte. Y nunca supe el porqué.
Ante este panorama. ¿Qué hacer?. Acababa de ver a un amigo, estaba tomando algo con él en la caseta adyacente hasta que oí las risas, la algarabía, el circo que había montado.
Cuando la vi así, reconozco que por un segundo me alegré. Luego me sentí sucio por dentro como no me había sentido en toda mi puta y miserable vida, os lo juro. ¿En qué era yo mejor que ella si me alegraba que le pasara algo así?. Fue eso, y no otra cosa lo que me llevó a intervenir.
Empujones y habilidad cirquense me llevaron a lado de Sonia, cuyas amigas estaban intentando levantar para llevarla a casa. Poco me costó enterarme de lo sucedido por una de sus amigas (muy poco preocupada se la veía, realmente, vaya grupo están hechas). Así que me negué en redondo a que la llevaran a su casa. Si la veían en ese estado, y si sus “amigas” contaban a su padre (al cual conozco) lo que había pasado, no sólo las vacaciones terminarían para esta chica, sino que durante años iba a pasarlo mal, menudas se las gasta ese señor.
Así que convencí a una de las chicas de que me ayudara a llevarla a mi coche, estratégicamente aparcado, y que me acompañara para llevarla a uno de los puestos de la cruz roja de la feria.
Accedió de mala gana, pero accedió, aun queda algo de decencia en el mundo. Le pusieron dos jeringas inmensas de vitamina B-12 y un suero, porque estaba deshidratada. La tuvieron dos horas en observación (por decir algo, sencillamente la dejaron allí tirada en la camilla y no le prestaron la más mínima atención). La amiga va y me suelta, viendo que la cosa va para largo, que tiene que ir a recoger sus cosas a la caseta… ¡y se perdió de vista!. No volvió ni para ver como estaba.
Joder, ¿Qué habríais hecho en esa situación?. Pensé si volver con mi amigo, que había quedado sólo en la caseta, pero entonces recordé ese segundo en que me alegré de verla así… no pude volver. Compré una botella de lanjarón (un euro y medio, ¡que ladrones!) y a poco que se removía en la tumbona, o ponía cara de asco por su boca pastosa, le daba un sorbito de agua. La pobre estaba ida. Nadie me dijo cuando había bebido, pero estaba cada vez peor, pensé que se iba a morir allí mismo. Quizá lo hubiera hecho porque allí no aparecía nadie a comprobar nada.
Les dije a los del puesto de cruz roja que a la chica había que hacerle un lavado de estómago, que seguro que había tomado algo más. Me dijeron que no tenían el equipo. Así que les firmé un papel diciendo que me la llevaba de allí a urgencias.
Fue una locura, lo reconozco, si la chica esta la llega a palmar en el coche, seguro que me como un marrón considerable. No me preguntéis porqué, pero TENÍA que hacerlo, y no por ella, sentía que si no lo hacía no me iba a poder mirar al espejo (¡ese puto segundo, mierda!).
En urgencias sí que le hicieron un lavado. Reconozco que es algo asqueroso, y eso que no lo presencié, pero lo oí y lo olí… joooder.
Después le pusieron algo más, otra inyección, no me acuerdo del nombre, en realidad no me lo dijeron. Entonces ya pareció volver en si misma. Y por un instante fue gracioso, se sentó en la camilla, con una carita así tipo pato Donald despistado, agarró su bolso y dijo “me voy”, saltó de la camilla al suelo y casi se mata de la ostia.
La cogimos y la sentamos en una de la silla de la sala de espera. Accedió a beber algo de agua, pero os juro que ni siquiera me reconoció. Una vez pasé por algo similar, me daba mucha angustia verla así, y eso que me caía fatal (y yo a ella).
Total que al final le dieron un papel para que en unos días fuera a hacerse unas pruebas del hígado, porque según decía podía tenerlo dañado o necesitar vigilancia, luego el enfermero me dijo que probablemente no sería para tanto, muchas veces se curaban en salud.
Esta vez me costó meterla en el coche. Seguía sin reconocerme pero hasta que no le dije, juré y perjuré que la llevaba a su casa (le dije su dirección en voz alta para que viera que le decía la verdad) no accedió. Cualquiera sabe lo que pensaría que quería hacerle.
Al final, ella estaba casi bien. En ningún momento dio señales de conocerme de nada. Abrió la puerta, sin un adiós, y despacito y con cautela la cerró. Ví como la luz de la habitación de arriba se encendía. Me volví a la feria pero allí había más bien poca cosa, eran las seis de la mañana y todos estaban o follando o durmiendo como angelitos… angelitos borrachos.
Curiosamente, no me sentí como alguien que hace las cosas bien hechas, ni como un héroe, de hecho me sentía extrañamente vacío. Vaya una mierda de noche, pero bueno, no todo puede salir bien. Al volver había una parejita en la puerta de una casa, comiéndose a besos mientas amanecía, ni siquiera pararon cuando pasé con el coche, solo existían ellos dos en el mundo.
Quizá sea un egoísta, pero por un segundo quise borrar la noche y sentirme así, como esa parejita. Saber que había pensado eso, ESE segundo, me hizo sonreír. Ahora si…, ahora vuelvo a ser yo.
Por cierto, últimamente utilizo mucho el termino “dios mío, dios santo, etc”, cuando en realidad soy ateo convencido científicamente desde los dieciséis años, y dudoso desde los catorce.
En cierta ocasión en una comida familiar, la madre de una chica con la que querían emparejarme me preguntó eso mismo, si yo creía en Dios. Le dije que no, que era ateo. Ella respondió… “si, pero hay algunos ateos que son maravillosos”. Quizá porque me jodió bastante que intentaran buscarme pareja, sobre todo porque ella tenía casi tan pocas ganas como yo, le contesté “pues cuando encuentres alguno preséntamelo, tengo curiosidad por conocer a uno”.
Esa bordería surtió efecto y toda esa comida – espectáculo acabó en nada, debería haberlo hecho de otra forma, pero me lo ha hecho recordar. Ser ateo no significa no tener moral, ni ética. Ser ateo significa estar sólo cuando no hay nadie a tu lado, solamente eso.
Ahora, acabando de ir al servicio y mirándome en el espejo, he visto a un desconocido, y reconozco que me gusta mucho, me reconforta verlo, creo que es un buen tipo… así que me presentaré a él.
Encantado de conocerte, Jose David.
Más de uno me ha dicho últimamente, quién sabe porqué, que les gustaría pensar como yo, incluso SER como yo. Les he respondido que cuidado con lo que desean. Me encuentro en un frágil equilibrio, en territorio desconocido para mí. Pero me ha costado treinta y tres años llegar hasta aquí, y por mi vida (nunca mejor dicho) que voy a seguir esta senda hasta ver a dónde me lleva. Si al final me acabo estampando contra un muro de hormigón armado lleno de púas de acero, tampoco será nada nuevo, he pasado por eso otras veces y podré volver a levantarme, una y otra vez, las que hagan falta.
A lo largo de mi vida he perdido algo, algo que ni sabía que tenía. Debo encontrarlo de nuevo para volver a ser una persona completa y el precio, sinceramente, no me importa.
P.D. No, no soy un blando, quizá en un tiempo lo fui, pero ya no. Y vosotros, ¿Quiénes sois vosotros?, ¿porqué estáis aquí?, ¿para qué?. Las mismas preguntas siempre, pero no por eso las menos importantes.
Ahora, con vuestro permiso, me voy a pasar durmiendo todo el día.