Leproso
Celtiberia Show
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Decíamos ayer
Pues a eso voy, después de estas vacaciones del alma, a contarles lo que opino de los cortadores, dobladores y demás acechanzas, que no son otra cosa.
No me gustan estos espectáculos, simplemente porque no siento nada viéndolos , no me emocionan lo más mínimo, no aprecio ninguna estética y me siguen pareciendo un entretenimiento cani y excesivamente vulgar.
Al lío. Cortar toros, burlarse de ellos, quebrarlos en la cara, etc, es el claro origen de la tauromaquia: al hombre atapuerco, a Mundele y sus primos, no les quedaban más cojones que ponerse delante para echar mano a los bóvidos errantes, había que atraerlos, encelarlos engañarlos de alguna manera, y la mejor forma, es ponerse delante y llamarlo. Tenía pues sentido, aunque fuera meramente alimenticio y siguió teniéndolo cuando el quiebro no era tanto para cobrar la pieza cuanto alardear ante la cuadrilla de agallas y gallardía, ya fuera ante el mocerío cerril y las mancebas casaderas ó delante del mismísimo rey y las damas de la corte. Eso tiene sentido, era necesario y así se hacía.
Y es precisamente cuando desaparecen esas necesidades: llenar la panza o levantar una falda, cuando surge el toreo y se transforma más o menos en lo que tenemos ahora. Acosar toros, matarlos, deja de ser una premura vital y se convierte en un ansia de trascender, en una voluntad estética que requiere de cánones, boato, misterio para los no iniciados, revelación solo de la puntita, asunción de la tragedia como elemento esencial y todo ello envuelto en su pompa y circunstancia. De todo esto carecen los cortes.
Espectáculo cada vez más extendido, se llenan las plazas y el público asiste en masa y entusiasmado; pero no hay arte, no hay estremecimiento estético, no se aprenden modales ni lecciones de vida y muerte. No hay transcendencia, es algo ñoño, ad usum delphini y está dirigido a una sociedad que carece de los valores necesarios para entender lo importantísimo que es matar a un toro, y además hacerlo bien y bonito.
Sigamos hablando de toros, que será un placer aclarar dudas y compartir cuitas en la materia.
Que tal lo mío de los recortadores?
Pues a eso voy, después de estas vacaciones del alma, a contarles lo que opino de los cortadores, dobladores y demás acechanzas, que no son otra cosa.
No me gustan estos espectáculos, simplemente porque no siento nada viéndolos , no me emocionan lo más mínimo, no aprecio ninguna estética y me siguen pareciendo un entretenimiento cani y excesivamente vulgar.
Al lío. Cortar toros, burlarse de ellos, quebrarlos en la cara, etc, es el claro origen de la tauromaquia: al hombre atapuerco, a Mundele y sus primos, no les quedaban más cojones que ponerse delante para echar mano a los bóvidos errantes, había que atraerlos, encelarlos engañarlos de alguna manera, y la mejor forma, es ponerse delante y llamarlo. Tenía pues sentido, aunque fuera meramente alimenticio y siguió teniéndolo cuando el quiebro no era tanto para cobrar la pieza cuanto alardear ante la cuadrilla de agallas y gallardía, ya fuera ante el mocerío cerril y las mancebas casaderas ó delante del mismísimo rey y las damas de la corte. Eso tiene sentido, era necesario y así se hacía.
Y es precisamente cuando desaparecen esas necesidades: llenar la panza o levantar una falda, cuando surge el toreo y se transforma más o menos en lo que tenemos ahora. Acosar toros, matarlos, deja de ser una premura vital y se convierte en un ansia de trascender, en una voluntad estética que requiere de cánones, boato, misterio para los no iniciados, revelación solo de la puntita, asunción de la tragedia como elemento esencial y todo ello envuelto en su pompa y circunstancia. De todo esto carecen los cortes.
Espectáculo cada vez más extendido, se llenan las plazas y el público asiste en masa y entusiasmado; pero no hay arte, no hay estremecimiento estético, no se aprenden modales ni lecciones de vida y muerte. No hay transcendencia, es algo ñoño, ad usum delphini y está dirigido a una sociedad que carece de los valores necesarios para entender lo importantísimo que es matar a un toro, y además hacerlo bien y bonito.
Sigamos hablando de toros, que será un placer aclarar dudas y compartir cuitas en la materia.