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Mi abuelo me contaba como muchas veces, durante el invierno de Diciembre, podían pasarse una semana sin salir de casa debido a las nieves. Me comentaba que las nevadas bloqueaban ciertos accesos a las ciudades, y existian calles impracticables, ni sal, ni agua.
Mi padre me contaba como, de pequeño, se cogía sus esquís alpinos y descendía por alguna que otra calle de Madrid, con sus amigos, ante el estupor de muchos de los viandantes.
Me acuerdo, cuando era pequeño, como jugaba con la nieve en el campo de rugby del liceo, las bolas de nieve que tirabamos a los que aun estaban en clase y por consiguiente los dias de expulsión del liceo.
Y veo, ahora, que salgo a la calle y miro el termómetro que marca 15º, que el sol calienta y los guantes incluso sobran.
Nos están robando el invierno, hijos de puta.
Mi padre me contaba como, de pequeño, se cogía sus esquís alpinos y descendía por alguna que otra calle de Madrid, con sus amigos, ante el estupor de muchos de los viandantes.
Me acuerdo, cuando era pequeño, como jugaba con la nieve en el campo de rugby del liceo, las bolas de nieve que tirabamos a los que aun estaban en clase y por consiguiente los dias de expulsión del liceo.
Y veo, ahora, que salgo a la calle y miro el termómetro que marca 15º, que el sol calienta y los guantes incluso sobran.
Nos están robando el invierno, hijos de puta.