stavroguin 11
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- 14 Oct 2010
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Si consideramos la densa broza de complejos, inestabilidades, tocahuevadas, gilipolleces y veleidades del cerebro femenino desde una perspectiva utilitaria, veremos que en muy pocas ocasiones juegan a favor de nuestro objetivo de introducirles el sable, más bien al contrario.
Pero toda norma tiene sus excepciones. Una de ellas es el efecto Nosferatu.
Empecé a pensar en darle nombre durante mi larga década y media de follador compulsivo, en la cual accedí carnalmente a varias mujeres sumamente atractivas, alguna con novio guaperas, cosa poco explicable pues no soy ningún Adonis, aunque mi estatus profesional pudo jugar algún papel.
Encontré la denominación adecuada después de leer una crítica de uno de mis films preferidos: "Nosferatu", de Murnau (no confundir con el de Herzog y Kinski) . Aunque ya me referí a ella en el refugio cinematográfico, os hago una breve sinopsis.
En una hanseática ciudad costera, vive un joven, feliz, atractivo y enamorado matrimonio
El siniestro jefe del marido lo envía un buen día a una sospechosa misión inmobiliaria: debe acudir a los Cárpatos a vender una vivienda al conde Orlok. Tras un largo viaje en el que comprueba el terror que su nombre despierta entre los lugareños, al fin lo conoce en su solitario castillo.
Obsérvese la diferencia entre ambos galanes (el conde es el de la derecha,)
Pronto descubre que el feo comprador no es otra cosa que un vampiro, que ameniza su estancia transilvana con alguna agradable visita a su habitación:
Gracias a la ayuda telepática de su mujer, consigue sobrevivir al vampiro, que lo deja encerrado en el castillo mientras vuela hacia su nueva propiedad alemana en un ataúd oculto en las bodegas de un barco. El marido guaperillas consigue fugarse y a pelo de caballo vuelve a casa.
Y ahora viene el fotograma que explica la teoría:
Algunas imágenes nos muestran a la mujercita triste y desesperada esperando la vuelta de su marido, mirando al mar en una solitaria playa repleta de cruces fúnebres
¿Aun no lo pilláis? A mi me tardó un tiempo.
Joder, el que viene por mar no es el marido, es el vampiro.
En el subconsciente de la telepática y sensible jovencita ya está impresa de forma subliminal la atracción que siente por un monstruoso y malvado ser que apesta a sepulcro, con sus ojeras, orejas peludas y garras bestiales. A pesar del aparente amor por su apolíneo marido, lo que de verdad le da morbo a su enfermo cerebrito es calzarse al vomitivo espíritu del mal, que bien pensado no deja de ser un alfa de ultratumba.
Al final del film, supuestamente la chica se sacrifica ofreciéndose al vampiro en bien de la comunidad para distraerlo hasta el canto del gallo. Pero el director nos sugiere muy sutilmente que el sucio anhelo de la celestial criatura era arrojarse en las garras del monstruo con la vagina chorreante
Y es cierto. La experiencia cotidiana me ha demostrado varias veces que la inestabilidad de mujeres guapas con el mundo a sus pies puede conducirlas a la cama de un feo por oscuros y extraños vericuetos emocionales.
Así que si no sois ningún figurín y algún día os ponéis tristes al ver a la mujer de vuestros sueños con un Apolo cualquiera, recordad que su mente puede estar ansiando una visita nocturna vuestra:
Pero toda norma tiene sus excepciones. Una de ellas es el efecto Nosferatu.
Empecé a pensar en darle nombre durante mi larga década y media de follador compulsivo, en la cual accedí carnalmente a varias mujeres sumamente atractivas, alguna con novio guaperas, cosa poco explicable pues no soy ningún Adonis, aunque mi estatus profesional pudo jugar algún papel.
Encontré la denominación adecuada después de leer una crítica de uno de mis films preferidos: "Nosferatu", de Murnau (no confundir con el de Herzog y Kinski) . Aunque ya me referí a ella en el refugio cinematográfico, os hago una breve sinopsis.
En una hanseática ciudad costera, vive un joven, feliz, atractivo y enamorado matrimonio
El siniestro jefe del marido lo envía un buen día a una sospechosa misión inmobiliaria: debe acudir a los Cárpatos a vender una vivienda al conde Orlok. Tras un largo viaje en el que comprueba el terror que su nombre despierta entre los lugareños, al fin lo conoce en su solitario castillo.
Obsérvese la diferencia entre ambos galanes (el conde es el de la derecha,)
Pronto descubre que el feo comprador no es otra cosa que un vampiro, que ameniza su estancia transilvana con alguna agradable visita a su habitación:
Gracias a la ayuda telepática de su mujer, consigue sobrevivir al vampiro, que lo deja encerrado en el castillo mientras vuela hacia su nueva propiedad alemana en un ataúd oculto en las bodegas de un barco. El marido guaperillas consigue fugarse y a pelo de caballo vuelve a casa.
Y ahora viene el fotograma que explica la teoría:
Algunas imágenes nos muestran a la mujercita triste y desesperada esperando la vuelta de su marido, mirando al mar en una solitaria playa repleta de cruces fúnebres
¿Aun no lo pilláis? A mi me tardó un tiempo.
Joder, el que viene por mar no es el marido, es el vampiro.
En el subconsciente de la telepática y sensible jovencita ya está impresa de forma subliminal la atracción que siente por un monstruoso y malvado ser que apesta a sepulcro, con sus ojeras, orejas peludas y garras bestiales. A pesar del aparente amor por su apolíneo marido, lo que de verdad le da morbo a su enfermo cerebrito es calzarse al vomitivo espíritu del mal, que bien pensado no deja de ser un alfa de ultratumba.
Al final del film, supuestamente la chica se sacrifica ofreciéndose al vampiro en bien de la comunidad para distraerlo hasta el canto del gallo. Pero el director nos sugiere muy sutilmente que el sucio anhelo de la celestial criatura era arrojarse en las garras del monstruo con la vagina chorreante
Y es cierto. La experiencia cotidiana me ha demostrado varias veces que la inestabilidad de mujeres guapas con el mundo a sus pies puede conducirlas a la cama de un feo por oscuros y extraños vericuetos emocionales.
Así que si no sois ningún figurín y algún día os ponéis tristes al ver a la mujer de vuestros sueños con un Apolo cualquiera, recordad que su mente puede estar ansiando una visita nocturna vuestra: