Etapa 2. (Gonzar – Melide) 32 KMS
Antes de nada aclarar que la reparación que me dio mi chica no fue sexual, sino de rehabilitación física. Creo que se equivocó porque me puso dos compeeds para ampollas en la ampolla que tenía en la planta del pie izquierdo, que si bien me suavizó el dolor, no fue la solución adecuada, tal y como os contaré mas adelante, pues creo que deben ponerse cuando la ampolla está incipiente, no ya formada.
El caso es que ella decía que la ampolla no estaba del todo formada y a lo mejor no lo estaba del todo. Al menos los compeed esos amortiguaban la rozadura sobre la ampolla y no me dolía tanto, asi que cedí y me los puse.
El día 2 me levanté con bastante miedo. Miedo a los dolores articulares y/o de agujetas que pudiera tener de la paliza del día anterior. Me estiré y comprobé que no estaba tan mal como inicialmente imaginaba que estaría, por lo que me animé bastante.
Desde ese momento dejé de ver el camino como algo divertido y sencillo, y empecé a encararlo como un reto. Tenía que terminarlo fuera como fuese.
Inicié un protocolo de preparación, dándome un producto también de la marca compeed que es como un stick de vaselina, que evita las rozaduras y le pedí a mi novia la crema milagrosa tipo réflex, que tan buen resultado me dio el día anterior. Me embadurné de la puta crema por si acaso, me vestí de romano, cogí la mochila y para el desayuno. Metimos ropa de agua porque el pronóstico del tiempo daba lluvia de diez a doce de la mañana.
Guardé dos plátanos y un aquarius, desayuné bien y variado y de nuevo empecé a caminar intentando no pensar en lo que se me venía encima.
Esta etapa era aún mas larga que la anterior, pues si no recuerdo mal tenía 32 kms. Eso si, me advirtieron que al menos no tendría tantas subidas y bajadas fuertes como el día anterior, lo cual me parecía un alivio, sobre todo por las cuestas abajo, que se me hacían tela de duras, tanto por los pies, como por las rodillas.
Intenté concienciarme desde el kilómetro cero de la burrada de horas que quedaban por delante y recé para que el pié no me doliese mas.
Al principio no iba mal del todo, la ampolla me estaba respetando bastante y nuestro ritmo no era malo. Adelantabamos a mucho y apenas nos adelantaba nadie, y eso era buena señal. Lo cierto es que estando bien se puede disfrutar mucho de los paisajes que se van atravesando. El tiempo acompañaba ya que estábamos rondando los 12º que es una buena temperatura para andar. Atravesamos muchos pueblos diminutos, donde apenas creo que pudieran vivir mas de 50 paisanos. Una nota curiosa, o al menos que me llamó la atención durante el camino, era la gran cantidad de árboles frutales, llenos de frutos, que había durante el camino, y que se encontraban esparcidos por el suelo porque nadie los recolectaba.
Muchísimos manzanos, que ofrecían manzanas pequeñitas y de las que me comí algunas, también muchas encinas y nogales, pero sobre todo, infinidad de castaños. Todo ello en su punto de madurez, por lo que si le dabas con los bastones a los árboles, podías probar los frutos de la madre naturaleza.
La nota curiosa del día fue que pasando por Palas del Rey un anciano se acercó a nosotros y comenzó a hacernos preguntas. Se interesó por nuestro camino y los motivos que teníamos para hacerlo. También nos inquirió sobre nuestra fe y sobre si rezábamos o no. Tras una breve conversación que debió ser positiva para él, le regaló a mi novia un rosario y un libro para rezarlo. También nos dijo que si conseguiamos finalizar el camino juntos, estaríamos juntos para siempre. Cuando menos, curioso.
Pasaron las horas y el cielo empezó a oscurecerse. Comenzó a caer un pequeño calabobos fácilmente soportable, pero a cada paso la lluvia era un poco mas intensa. Paramos a ponernos los chubasqueros y continuamos andando.
Era incómodo caminar con la lluvia. El suelo se empezaba a embarrar y hacía mas complicado caminar, pero lo peor eran las cuestas abajo, sobre todo en terrenos pedregosos, donde podías resbalarte si no pisabas en firme.
Era una sensación también incómoda porque aunque no te mojabas, si que empezabas a empaparte de tu propio sudor, dado que las prendas para el agua no transpiran nada.
A eso le sumamos que la ampolla empezaba a dar guerra de nuevo haciendo cada paso una pequeña tortura. Con todo seguí caminando intentando disfrutar del bonito paisaje, de la vegetación, de los árboles, y de los pueblos con sus casitas de piedras rústicas que te transportaban a una España de hace 100 años.
Llevaríamos ya 5 horas andando, cuando decimos parar a tomarnos algo y hacer un pis. Estaba dejando de llover y aprovechamos para quitarnos la ropa de agua. El chiringuito estaba a tope de guiris, casi todos gente mayor, y eso era algo que me daba mas fuerza. Si los abuelos que nos cruzábamos eran capaces de hacer el camino, yo no podía ser menos.
Evité los errores del día anterior y aproveché para estirarme bien. Los estiramientos me resultaban muy dolorosos, pero es verdad que tras ellos me encontraba mucho mejor y me costaba menos seguir ruta. La hija de puta de mi novia no daba muestras de la más mínima fatiga y no paraba de preguntarme como me encontraba. Lo cierto es que ella también vió peligrar la aventura tras la pájara del final de etapa del día anterior.
Retomamos camino ya sin agua, pero ahora empezaba a tener los mismos síntomas en el pie derecho. Estaba formándose otra ampolla en el mismo sitio, pero en el otro pie. SU PUTA MADRE.
Cuando creí que empezaría a a caminar como un violado analmente por una tribu del Congo, noté una inmensa alegría. Como por arte de magia dejó de dolerme la ampolla del pie izquierdo. Supuse que se me habría reventado y eso obró la magia. Eso me permitía apoyar el pié con normalidad, no así el derecho, pues como he dicho, estaba criando una nueva ampolla en su planta.
Las bajadas, aunque no eran tan grandes como el primer día, me jodían un montón. Empecé a probar la gilipollez esa de andar hacia atrás y si, la verdad es que además de relajarme los gemelos, hacía que me molestase menos la nueva ampolla del pie derecho.
No quería ni preguntar cuanto faltaba, llevábamos 6 horas andando y aún quedaban otras 2 horas por delante. Me consolaba pensando que al menos, cuando llegásemos a Melide, podríamos ponernos hasta el culo de pulpo, pues es una ciudad famosa en ellos.
Dejé mi mente en blanco tratando de no pensar en lo que quedaba. Me daba igual ya todo, abandoné mi cuerpo y dejé que el mismo me llevase de manera autónoma al destino. Los dolores musculares empezaron a presentarse, sobre todo en la parte alta de los gemelos y en la parte alta de los cuádriceps. También empezaba a sentir un dolor intenso en los tibiales anteriores y eso me preocupaba mucho, sobre todo porque había leído el camino que contó
@Nacho y sabía de las complicaciones que él había tenido con ellos.
En varios momentos pensé en sentarme en cualquier piedra grande del camino y abandonar la tortura que estaba sufriendo, abandonarme a los animales del bosque, finalizar mi agonía. Descansar.
Mientras mi mente se evadía intentando descubrir que pondrían en mi epitafio o quién sería el privilegiado que encontraría el porno de mi disco duro, la voz de mi novia diciendo que llegábamos a Melide, me devolvió la consciencia hacia este mundo.
Apoyado en los bastones, como un preso recién liberado de Austwich tras dos años de torturas, enfilé la enorme cuesta que se erige en la entrada de Melide rumbo al mesón Zacarías, famoso desde hace años por su buen hacer en labores gastronómicas.
Se me soltó una breve lágrima al entrar por su puerta, y el reconfortante aroma a antro me devolvió a la vida.
Pedimos pulpo, caldo gallego, langostinos y pimientos de padrón, todo regado con riveiro. Debimos de caerles bien a los paisanos del mesón porque una vez finalizado el postre (tarta de queso como nunca había probado antes de buena) y habiendo pagado la minuta, no paraban de servirnos chupitos de orujos caseros by the face.
Menos mal que luego el hotel estaba a tiro de piedra (y hacia abajo), que si no no se como habríamos llegado al mismo.
Como sorpresa del día reservé dos masajes completos (sin final feliz) uno para cada uno, para tratar de colocar a los músculos en su sitio.
El masaje fue como un orgasmo dentro de otro orgasmo. INDESCRIPTIBLE.
Tras el masaje llegó el momento de revisar las heridas de guerra y mis predicciones eran del todo acertadas. La ampolla del pie izquierdo había reventado, el compeed ese de mierda se había descompuesto y arrumbado por la planta del pie, y esa ampolla había dejado de dar guerra. La del pie derecho estaba en el mismo estado que la del otro pie el día anterior, por lo que en vez de ponerme esa mierda, decidí usar aguja e hilo y curarla como toda la vida se ha hecho.
Cenamos con el grupo una cena abundante aunque discreta de calidad y nos fuimos a dormir, pues la etapa del día siguiente ya nos habían avisado de que aunque era mas reducida en cuanto a kilómetros recorrido, era famosa por tener una cuestas y bajadas de las denominadas rompepiernas en el argot caminero.
Al menos, cuando me metí en la cama, me reconfortaba darme cuenta de que había completado la mitad del recorrido total, y eso me sacó una leve sonrisa, que rápidamente abandoné cuando recordé lo de las bajadas rompepiernas que me tocarían al día siguiente.