Elmer Batters
Veterano
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Yo propondría un pequeño experimento.
Cójase una moneda de dos euros, póngase la moneda en la palma de una mano, la derecha o la izquierda, ésto poco importa, y apriétense ambos puños con fuerza moderada. Desde luego, si nos preguntan en qué mano está la moneda, lo sabremos. Pero al cabo de media hora de apretar ambos puños, sucede una cosa curiosa: ya no sentimos la moneda. Podremos recordar en qué mano está, pero físicamente ya no percibimos su presencia en la mano. No es despiste ni falta de voluntad, es un fenómeno físico; nuestra percepción sensorial se ha adormecido por la excesiva duración del estímulo.
La contínua contemplación del cuerpo de la misma mujer durante semanas, meses o años, tiene por resultado un amodorramiento más que evidente de la atracción, de la líbido, o de como ustedes lo quieran llamar. Y ésto también es una cuestión FÍSICA.
El cómo encare el problema cada cual, ya es cosa suya. Pero decir que el problema no existe o que "a mí no me pasa eso", me parece que es mentira y además está muy feo.
Se las puede querer cada día más, y nos pueden poner -y nos ponen- cada día menos. Así de claro.
Y luego hay otras cosillas: El afán de conquista innato en el hombre, su programación genética para tapar cualquier agujero que se ponga a sus alcances, cuadro clínico pocofollista que nos obliga a "elegir" a la pareja al desgaire y como a contrapelo, angustia vital desatada al pensar en las ocasiones perdidas, en las presas que en su día se zafaron y que ahora comparten tálamo con algún anormal... pero eso ya es otra cosa.
Cójase una moneda de dos euros, póngase la moneda en la palma de una mano, la derecha o la izquierda, ésto poco importa, y apriétense ambos puños con fuerza moderada. Desde luego, si nos preguntan en qué mano está la moneda, lo sabremos. Pero al cabo de media hora de apretar ambos puños, sucede una cosa curiosa: ya no sentimos la moneda. Podremos recordar en qué mano está, pero físicamente ya no percibimos su presencia en la mano. No es despiste ni falta de voluntad, es un fenómeno físico; nuestra percepción sensorial se ha adormecido por la excesiva duración del estímulo.
La contínua contemplación del cuerpo de la misma mujer durante semanas, meses o años, tiene por resultado un amodorramiento más que evidente de la atracción, de la líbido, o de como ustedes lo quieran llamar. Y ésto también es una cuestión FÍSICA.
El cómo encare el problema cada cual, ya es cosa suya. Pero decir que el problema no existe o que "a mí no me pasa eso", me parece que es mentira y además está muy feo.
Se las puede querer cada día más, y nos pueden poner -y nos ponen- cada día menos. Así de claro.
Y luego hay otras cosillas: El afán de conquista innato en el hombre, su programación genética para tapar cualquier agujero que se ponga a sus alcances, cuadro clínico pocofollista que nos obliga a "elegir" a la pareja al desgaire y como a contrapelo, angustia vital desatada al pensar en las ocasiones perdidas, en las presas que en su día se zafaron y que ahora comparten tálamo con algún anormal... pero eso ya es otra cosa.