Bender
Asiduo
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Tal y como comentaba a @Kramer99 en otro hilo, tengo hamijos funerarios curtidos por los años en la profesión que cuentan multitud de anécdotas.
Desde los espasmos postmortem que hacen levantarse al fiambre, o partes de él, para terror de los novatos hasta inenarrables y delictivas leyendas sobre relaciones carnales con finadas, pasando por todos los aspectos de la tanatopraxia; maquillaje de heridas mortales, ablandamiento de tejidos, embalsamamiento...
Pero éste hilo no va de eso. Éste hilo va de vuestra muerte, y de cómo os gustaría ser despedidos de éste valle de lágrimas una vez baneados de la vida...
Yo ya he dispuesto que quiero ser enterrado. Nada de nichos, una tumbita sobria y funcional a pie de suelo, con una lápida de mármol negro que contenga algún ingenioso epitafio y que sea cómoda y ergonómica, para que los jevis satánicos del futuro puedan aspirar drogas encima de ella mientras beben a mi salud los brebajes que estén de moda en su momento.
Ésta no es una decisión sin fundamento. Me niego a ser incinerado como un indio, o como una víctima gaseada en Auschwitz.
Mis hamijos funerarios odian realizar la limpieza del horno crematorio.
Huesos chamuscados, prótesis retorcidas, dientes clavados en trozos de madera carbonizada...
Porque hamijos foreros, la verdac es que cuando incineran un cuerpo en el horno, lo que entregan a la familia con gran pompa y sentimiento no es más que una palada de cenizas superficiales que cogen del totum revolotum en que se convierte la parrilla crematoria después de varios "servicios". El resto cae a un depósito inferior, que periódicamente es vaciado, su contenido triturado y después vertido a un contenedor de residuos, como si de escombro de obra se tratase.
No concibo indignidad mayor. Es espantoso.
La industrialización y la deshumanización de la muerte. Una absoluta falta de respeto, propia de bárbaros incivilizados.
De siempre me ha gustado pasar ratos en los cementerios. He bebido allí, me he endrogado allí, también he llorado mis muertos y presentado mis respetos a mucha gente conocida.
Los cementerios son nuestra conexión con el pasado. Y nos ayudan a mantener la memoria de aquellos seres, odiados o queridos, que se fueron.
Las urnas de cenizas un día se caen, se rompen y se barren. Y hasta entonces no dejan de ser jarrones decorativos, sin trascendencia alguna.
Las tumbas al menos ocupan un espacio, y esa es su memoria.
No se escaqueen. La muerte está a la vuelta de la esquina, aunque la calle sea larga.
¿Como quieren trascender su paso por aquí?
Desde los espasmos postmortem que hacen levantarse al fiambre, o partes de él, para terror de los novatos hasta inenarrables y delictivas leyendas sobre relaciones carnales con finadas, pasando por todos los aspectos de la tanatopraxia; maquillaje de heridas mortales, ablandamiento de tejidos, embalsamamiento...
Pero éste hilo no va de eso. Éste hilo va de vuestra muerte, y de cómo os gustaría ser despedidos de éste valle de lágrimas una vez baneados de la vida...
Yo ya he dispuesto que quiero ser enterrado. Nada de nichos, una tumbita sobria y funcional a pie de suelo, con una lápida de mármol negro que contenga algún ingenioso epitafio y que sea cómoda y ergonómica, para que los jevis satánicos del futuro puedan aspirar drogas encima de ella mientras beben a mi salud los brebajes que estén de moda en su momento.
Ésta no es una decisión sin fundamento. Me niego a ser incinerado como un indio, o como una víctima gaseada en Auschwitz.
Mis hamijos funerarios odian realizar la limpieza del horno crematorio.
Huesos chamuscados, prótesis retorcidas, dientes clavados en trozos de madera carbonizada...
Porque hamijos foreros, la verdac es que cuando incineran un cuerpo en el horno, lo que entregan a la familia con gran pompa y sentimiento no es más que una palada de cenizas superficiales que cogen del totum revolotum en que se convierte la parrilla crematoria después de varios "servicios". El resto cae a un depósito inferior, que periódicamente es vaciado, su contenido triturado y después vertido a un contenedor de residuos, como si de escombro de obra se tratase.
No concibo indignidad mayor. Es espantoso.
La industrialización y la deshumanización de la muerte. Una absoluta falta de respeto, propia de bárbaros incivilizados.
De siempre me ha gustado pasar ratos en los cementerios. He bebido allí, me he endrogado allí, también he llorado mis muertos y presentado mis respetos a mucha gente conocida.
Los cementerios son nuestra conexión con el pasado. Y nos ayudan a mantener la memoria de aquellos seres, odiados o queridos, que se fueron.
Las urnas de cenizas un día se caen, se rompen y se barren. Y hasta entonces no dejan de ser jarrones decorativos, sin trascendencia alguna.
Las tumbas al menos ocupan un espacio, y esa es su memoria.
No se escaqueen. La muerte está a la vuelta de la esquina, aunque la calle sea larga.
¿Como quieren trascender su paso por aquí?