Bueno, bueno. Verás, te voy a contar una cosa que te va a sonar. Cuando yo me quedé en paro, en tiempos que la memoria ya ni me permiten recordar con claridad, por pura inercia tenía una vida activa pero poco a poco se fue parando la cosa hasta el varamiento total en el que estoy ahora. Yo también iba a la piscina por la mañana temprano una vez por semana por las aletas, el resto de días iba a mediodía porque era cuando menos gente había estorbando en las calles, me hacía mis 1500 en 45 min, nada del otro mundo pero es que tampoco iba a machacarme. Los domingos me hacía mis 120 km con la bici, como un campeón.Y algunas tardes salía a última hora para darme un paseo por la periferia de 30 a 40 km, en bici. Adoraba mi bici, la amaba con locura, la quería más que a la novia que nunca tuve.
No sólo eso, sino que además me matriculé en ADE, e incluso estudiaba y aprobé algunas asignaturas. Otras muchas me convalidaron y entre unas cosas y otras me animaba a continuar. Yo era un joven dinámico y con ganas de seguir formándome y cuidándome. Aquella situación no me era desagradable, tenía mi paguita estatal, mi ocupación intelectual, mi rutina deportiva y frecuentaba a las señoritas una vez por semana como mínimo.
Joder, tenía ilusiones, tenía esperanza, tenía ambición, tenía unos ahorrillos pequeños pero suficientes como para no preocuparme por imprevistos ni por el presente económico.
Aún tenía trato con personas, la gente empatizaba conmigo, con mi situación de desempleado pero no de parado. Mucho tiempo libre que dedicaba a lo que yo quería, distribuyendo las tareas como yo quería y priorizando a conveniencia. Era un señor, un señorito de vida ufana y satisfactoria; pero amigo mio, un día, el menos esperado, la cosa cambia, sin saber por qué ni por dónde, y empiezan los nubarrones a asomar por el horizonte.
Pero eso es otra historia que ya te contaré cuando llegues a esa fase, no quiero destriparte tu vida como si de una película se tratase.