MIP
El lobo de PL Street
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Con este post pretendo iniciar una serie acerca de los grandes timos que existen en nuestra sociedad actual. No sabía si ponerlo en el Cultura o aquí. Al final lo dejo aquí porque entiendo que se trata de hablar sobre cuestiones geopolíticas.
Todos los timos que aquí se traten está amparados por nuestros gobiernos, o mejor dicho, por los que mandan, que no siempre coinciden.
En la sociedad occidental “disfrutamos” de lo que aparentemente parece la era más dilatada de paz y de prosperidad. Pero es precisamente eso, tan solo aparente.
Los amos del mundo se han encargado de abolir todo tipo de esclavitud y servidumbre manifiestas y explícitas, para al mismo tiempo descubrir y aplicar maneras muy sutiles de continuar con éstas de manera solapada.
Hoy os voy a hablar de la primera: la inflación.
La mayor parte de los economistas analizan la inflación como un fenómeno netamente econométrico. Es algo pretenden explicar a través de la pura ley de la oferta y la demanda, la oferta monetaria, y muchas otras cosas aburridas.
Sin embargo algún economista atinado la ha definido mejor: “la inflación es un impuesto disfrazado que el capital hace caer sobre los asalariados”.
Empecemos por el principio: la inflación, como fenómeno esporádico, ha aparecido a lo largo de toda la Historia. En algún momento la escasez de algún bien básico o el exceso de demanda del mismo, dispara los precios.
Sin embargo, las aguas volvían siempre a su cauce.
Es solamente a partir del final de la II Guerra Mundial cuando la inflación se vuelve un fenómeno crónico de nuestras economías.
Mientras que desde la Edad Media hasta el siglo XIX el precio del pan o de los bienes básicos en Londres apenas varió, a partir de esa fecha se pudo observar un aumento de dicho precio, primero tímidamente a principios del s. XX, y luego de forma desbocada a partir de la segunda mitad.
¿Qué es lo que se oculta tras la inflación? ¿Quién es el culpable de que exista? ¿El Estado únicamente? ¿Los famosos “especuladores”? ¿La economía de mercado?
Esencialmente tenemos tres tipos de inflación, cada una consecuencia de la anterior.
-La de gastos del Estado: cuando crecen fuera de la proporción en que los ciudadanos son capaces de sostenerlos –vía impuestos- para sostener como públicas obras, servicios y funciones que en realidad no deberían tener tal carácter.
-La de la cantidad de moneda existente, que los Estados crean (vía bancos centrales) de la más absoluta nada.
-La inflación de los precios propiamente dicha, al circular más moneda, manteniéndose igual la cantidad de bienes y servicios existentes.
Keynes (antes de la IIGM, ¿os suena el periodo?) dijo que los estados deberían gastar menos en las épocas de bonanza (donde recaudan más impuestos) y ahorrar superávit para gastar más en las épocas de penuria. Lamentablemente nuestros políticos se quedaron solamente con la segunda parte de la ecuación, y se les ocurrió que iban a ser más listos que Keynes y que merecía la pena gastar más en todo momento.
¿Por qué el Estado gasta tanto?
Porque tiene que mantener, mediante subsidios en dinero o en especias a los grupos de interés que mantienen en el poder a los partidos políticos. Esto no quiere decir que sea un mal específico de las partitocracias, ya que también las dictaduras y otros tipos de regímenes necesitan mantener la “fidelidad” de estos grupos.
Recordad que las sociedades occidentales no se encuentran en una “democracia” real, sino conformadas como una deformación de la misma denominada “partitocracia”.
¿Cómo se financia por tanto esta bastardización de la democracia, éste simulacro de “sociedad feliz” en la que estamos inmersos?
A través de la inflación, un auténtico impuesto disfrazado de “inevitable lacra” que es capaz de comerse la mayor parte de cualquier patrimonio en unas pocas décadas, para alimentar ese monstruo de corrupción en el que se han convertido nuestras “modernas” democracias.
Podría enrollarme mucho más acerca de este tema, pero prefiero que la gente opine algo y si viene al caso voy completando el rollo.
Todos los timos que aquí se traten está amparados por nuestros gobiernos, o mejor dicho, por los que mandan, que no siempre coinciden.
En la sociedad occidental “disfrutamos” de lo que aparentemente parece la era más dilatada de paz y de prosperidad. Pero es precisamente eso, tan solo aparente.
Los amos del mundo se han encargado de abolir todo tipo de esclavitud y servidumbre manifiestas y explícitas, para al mismo tiempo descubrir y aplicar maneras muy sutiles de continuar con éstas de manera solapada.
Hoy os voy a hablar de la primera: la inflación.
La mayor parte de los economistas analizan la inflación como un fenómeno netamente econométrico. Es algo pretenden explicar a través de la pura ley de la oferta y la demanda, la oferta monetaria, y muchas otras cosas aburridas.
Sin embargo algún economista atinado la ha definido mejor: “la inflación es un impuesto disfrazado que el capital hace caer sobre los asalariados”.
Empecemos por el principio: la inflación, como fenómeno esporádico, ha aparecido a lo largo de toda la Historia. En algún momento la escasez de algún bien básico o el exceso de demanda del mismo, dispara los precios.
Sin embargo, las aguas volvían siempre a su cauce.
Es solamente a partir del final de la II Guerra Mundial cuando la inflación se vuelve un fenómeno crónico de nuestras economías.
Mientras que desde la Edad Media hasta el siglo XIX el precio del pan o de los bienes básicos en Londres apenas varió, a partir de esa fecha se pudo observar un aumento de dicho precio, primero tímidamente a principios del s. XX, y luego de forma desbocada a partir de la segunda mitad.
¿Qué es lo que se oculta tras la inflación? ¿Quién es el culpable de que exista? ¿El Estado únicamente? ¿Los famosos “especuladores”? ¿La economía de mercado?
Esencialmente tenemos tres tipos de inflación, cada una consecuencia de la anterior.
-La de gastos del Estado: cuando crecen fuera de la proporción en que los ciudadanos son capaces de sostenerlos –vía impuestos- para sostener como públicas obras, servicios y funciones que en realidad no deberían tener tal carácter.
-La de la cantidad de moneda existente, que los Estados crean (vía bancos centrales) de la más absoluta nada.
-La inflación de los precios propiamente dicha, al circular más moneda, manteniéndose igual la cantidad de bienes y servicios existentes.
Keynes (antes de la IIGM, ¿os suena el periodo?) dijo que los estados deberían gastar menos en las épocas de bonanza (donde recaudan más impuestos) y ahorrar superávit para gastar más en las épocas de penuria. Lamentablemente nuestros políticos se quedaron solamente con la segunda parte de la ecuación, y se les ocurrió que iban a ser más listos que Keynes y que merecía la pena gastar más en todo momento.
¿Por qué el Estado gasta tanto?
Porque tiene que mantener, mediante subsidios en dinero o en especias a los grupos de interés que mantienen en el poder a los partidos políticos. Esto no quiere decir que sea un mal específico de las partitocracias, ya que también las dictaduras y otros tipos de regímenes necesitan mantener la “fidelidad” de estos grupos.
Recordad que las sociedades occidentales no se encuentran en una “democracia” real, sino conformadas como una deformación de la misma denominada “partitocracia”.
¿Cómo se financia por tanto esta bastardización de la democracia, éste simulacro de “sociedad feliz” en la que estamos inmersos?
A través de la inflación, un auténtico impuesto disfrazado de “inevitable lacra” que es capaz de comerse la mayor parte de cualquier patrimonio en unas pocas décadas, para alimentar ese monstruo de corrupción en el que se han convertido nuestras “modernas” democracias.
Podría enrollarme mucho más acerca de este tema, pero prefiero que la gente opine algo y si viene al caso voy completando el rollo.