Mis sentimientos hacia el arte contemporáneo siempre han sido una mezcla de desconcierto y desprecio. El 95% de lo que aclaman es basura pura, pero si te atreves a decirlo en voz alta, te mirarán por encima del hombro como a un ignorante sin idea.
Esa abominable autoindulgencia que domina el mundo del arte, esas piezas artísticas incoherentes… Siempre me pregunto si esto sería lo que sus padres tenían en mente cuando los apuntaron a clases de manualidades. ¿Y quién cojones compra esas cosas? Pero, en fin, bien que se construyen una carrera con todo ese sinsentido.
Otra cosa que me desquicia son esos esclarecimientos tipo LMN, explicando cualquier obra en la más vaga, pretenciosa y condescendiente terminología académica que se pueda imaginar. ¿A cuento de qué? ¿Qué objetivo persiguen? ¿Se piensan que todos somos subnormales? Vamos, hombre!
O los críticos que nos retan a “reexaminar” nuestras “actitudes”, al tiempo que nos urgen a “sacar nuestras propias conclusiones” sobre la obra ¿entonces realmente piensan que cualquier conclusión es válida?
El mero contexto de una amplia y estéril galería le otorga a cualquier cosa que quieran exponer un sentido exagerado de importancia. Se vuelve “arte” por el mero hecho de estar ahí. Marcel Duchamp lo demostró hace un siglo cuando coló un orinal en una exposición de arte. Pero desde entonces su travesura se ha vuelto la base de todo un chanchullo.
El mundo del arte proclama que valora las ideas, al tiempo que tiende a considerar la artesanía tradicional como antitética para comunicar “nuevas ideas”. Para ellos, un artista que pueda pintar con destreza imágenes figurativas no es un “pintor” ni mucho menos, si no un mero “ilustrador”. Como seguidor del medio artístico menos respetado de todos (los cómics), esto solo aumenta mi resentimiento.
Su aversión a la artesanía es el resultado inevitable de la estética frágil y fácilmente desacreditable a la que la élite del arte se aferra desesperadamente. Como ocurre con todos los autoproclamados árbitros del buen gusto, se sienten obligados a denigrar todo aquello que el palurdo medio reconozca como una obra de calidad.
Esta misma “élite del arte establecido” se encuentra asimismo enzarzada en una guerra cultural interminable con los valores preponderantes de la cultura tradicional. Se ven a sí mismos como cruzados de una batalla contra la opresión cultural, y en cierto tienen razón, si uno pasa por alto que sus propios valores son tan ortodoxos como los de sus enemigos.
En esos debates no se hace distinción alguna sobre la calidad de esas obras, relacionando por tanto y para siempre en la mente del público las excelentes con las gilipolleces sin ingenio.
Tienden además a considerar a los “artistas” como un ente abstracto e idealizado: como si fuera una delicada y rara especie en vías de una inminente extinción. Estos tipos deben de haber visto demasiadas veces alguna peli sobre Van Gogh, y el hecho de que gente como Spielberg o Madonna sean también artistas no se les habrá cruzado por la cabeza.
Puedo comprender la frustración que deben sentir, les encantaría poder remover las cosas, a los pobres. Pero con todo, su opinión de lo que constituye arte con mayúsculas la comparte un segmento muy limitado de la población. Es simplemente otro género, por lo que a todos respecta.
Finalmente, cualquier cosa y todo será defendido como “arte real” por alguien (véase como ejemplo el de la puta de Madonna citado anteriormente) Empero, la élite establecida continúa ignorando todos los aspectos de la cultura pop occidental actual, mientras siguen dándole bombo a tonterías engreídas que nadie quiere o necesita.
Para ser justos, si existen algunas exposiciones alucinantes de vez en cuando. Como una colección de juegos de té diseñadas por arquitectos. O los diseños industriales expuestos en la sala de muestras de la Sony en Tokio, que no solo son igual de deslumbrantes, sino que además funcionan.
Obras de arte únicas e imaginativas las hay en todas partes. Por ejemplo, ¿os habéis apercibido de cuantos bonitos coches nuevos hay en las calles hoy día? Vivimos en la una época dorada del diseño de autos.
Antes de intentar “enseñar” a la gente a apreciar un arte que no tiene significado ni relevancia en sus vidas, mejor haríamos en maravillarnos ante los incontables objetos hechos por el hombre que literalmente nos rodean. Dentro y fuera de nuestras casas.
Mirad el hilo de Filemón Pi, algunos envoltorios de esas mierdas chinas son flipantes.