¿Hay alguna posibilidad de no desear un "petite affaire" homosexual después de ver Retorno a Brideshead?

SuperIntenso

Aborto de Forero
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19 May 2021
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No, no tengamos prejuicios. Es la belleza, directa, incontestable, de trémula conmoción. La belleza en su estado prístino, inmaculado, una belleza esencial e instintiva, tan absoluta. Y es, sobre todo, el amor. El amor sin el roce de tu piel, pulcro y adecuado, sin querencias impuestas, sin servilismos biológicos humillantes, sin descalabros ni genuflexiones sicalípticas. Es estético y liberador, es sublime y gozoso. Amor sin imposturas ni urgencias carnales camufladas de afectos, de proyectos vitales, de transcendencia genética y progenie exultante que nos afirma y nos confirma en la conveniencia y corrección de nuestros actos. Es el camino necesario que nos transmuta de bestia procreadora, de homínido fornicador, de blasfemo adorador de orificios pululantes y tiránicos, a hombre amado y amador, libre, turbado, dubitativo y encantador. Porque cuando dos hombres esencialmente bellos, dos diletantes ebrios de vino y delicadeza, se aman a la distancia exacta, sin contaminarse, zigzagueando mutuamente con sus cuerpos, manteniendo una gravitación minúscula y cercana, estamos ante un acto puro, válido en si mismo y sin pretensiones.

Amar a una mujer es fácil y necesario. Amar a un hombre es un acto revolucionario, una debilidad tan preciosa, tan reveladora, un reconocimiento tan humilde y libre. Liberado de erecciones y esperma crepitante, cauterizada la úlcera seminal, un hombre, consciente y lúcido, decide. Un hombre ama, un hombre percibe, un hombre conoce el deleite sin la aspereza agraz del deseo narcotizante. Porque amas lo que es y no lo que esperas; amas la esencia y no lo expectativa. Que hermoso es el desapego carnal, el apego estético y la liberación de las pulsiones más abyectas, sin implicaciones viscerales, sin convocar a las gónadas, sin fluidos ni secreciones.

Barroco, carne mortal y jardines encantados. Aristocracia, sedas orientales y caricias de porcelana. Ciudades decadentes, mundos que agonizan y juventud exultante y embriagadora. “Oh, párate un momento...eres tan bello”, que cantaba el poeta de los amores poderosos y humildes. No hay elección, todo es excelso y vivificante, todo justifica lo que tal vez sea una falta, un tropiezo vergonzante, una incorrección sentimental. Torced el gesto y, después, rendidos y extáticos, entregaos. Os espera la belleza y el goce contemplativo de un mundo perfecto. Amar a un hombre bello y fugaz caminando íntima y calladamente a su lado, mientras un encanto lujurioso y desbordante decora vuestra pasión. Un roce sutil, perceptible aleteo de la mano amada, una mirada sosteniendo otra mirada en el umbroso recodo del laberinto de boj, el fragante atardecer de la dama de noche como el cálido y dulce aliento de tu boca tan próxima…No hay elección, no hay posibilidades.
 
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No, no tengamos prejuicios. Es la belleza, directa, incontestable, de trémula conmoción. La belleza en su estado prístino, inmaculado, una belleza esencial e instintiva, tan absoluta. Y es, sobre todo, el amor. El amor sin el roce de tu piel, pulcro y adecuado, sin querencias impuestas, sin servilismos biológicos humillantes, sin descalabros ni genuflexiones sicalípticas. Es estético y liberador, es sublime y gozoso. Amor sin imposturas ni urgencias carnales camufladas de afectos, de proyectos vitales, de transcendencia genética y progenie exultante que nos afirma y nos confirma en la conveniencia y corrección de nuestros actos. Es el camino necesario que nos transmuta de bestia procreadora, de homínido fornicador, de blasfemo adorador de orificios pululantes y tiránicos, a hombre amado y amador, libre, turbado, dubitativo y encantador. Porque cuando dos hombres esencialmente bellos, dos diletantes ebrios de vino y delicadeza, se aman a la distancia exacta, sin contaminarse, zigzagueando mutuamente con sus cuerpos, manteniendo una gravitación minúscula y cercana, estamos ante un acto puro, válido en si mismo y sin pretensiones.

Amar a una mujer es fácil y necesario. Amar a un hombre es un acto revolucionario, una debilidad tan preciosa, tan reveladora, un reconocimiento tan humilde y libre. Liberado de erecciones y esperma crepitante, cauterizada la úlcera seminal, un hombre, consciente y lúcido, decide. Un hombre ama, un hombre percibe, un hombre conoce el deleite sin la aspereza agraz del deseo narcotizante. Porque amas lo que es y no lo que esperas; amas la esencia y no lo expectativa. Que hermoso es el desapego carnal, el apego estético y la liberación de las pulsiones más abyectas, sin implicaciones viscerales, sin convocar a las gónadas, sin fluidos ni secreciones.

Barroco, carne mortal y jardines encantados. Aristocracia, sedas orientales y caricias de porcelana. Ciudades decadentes, mundos que agonizan y juventud exultante y embriagadora. “Oh, párate un momento...eres tan bello”, que cantaba el poeta de los amores poderosos y humildes. No hay elección, todo es excelso y vivificante, todo justifica lo que tal vez sea una falta, un tropiezo vergonzante, una incorrección sentimental. Torced el gesto y, después, rendidos y extáticos, entregaos. Os espera la belleza y el goce contemplativo de un mundo perfecto. Amar a un hombre bello y fugaz caminando íntima y calladamente a su lado, mientras un encanto lujurioso y desbordante decora vuestra pasión. Un roce sutil, perceptible aleteo de la mano amada, una mirada sosteniendo otra mirada en el umbroso recodo del laberinto de boj, el fragante atardecer de la dama de noche como el cálido y dulce aliento de tu boca tan próxima…No hay elección, no hay posibilidades.

Hombre no lo adorne tanto ,si lo que desea es carne en barra ¡ adelante ! .El foro le da su bendición .
 
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No, no tengamos prejuicios. Es la belleza, directa, incontestable, de trémula conmoción. La belleza en su estado prístino, inmaculado, una belleza esencial e instintiva, tan absoluta. Y es, sobre todo, el amor. El amor sin el roce de tu piel, pulcro y adecuado, sin querencias impuestas, sin servilismos biológicos humillantes, sin descalabros ni genuflexiones sicalípticas. Es estético y liberador, es sublime y gozoso. Amor sin imposturas ni urgencias carnales camufladas de afectos, de proyectos vitales, de transcendencia genética y progenie exultante que nos afirma y nos confirma en la conveniencia y corrección de nuestros actos. Es el camino necesario que nos transmuta de bestia procreadora, de homínido fornicador, de blasfemo adorador de orificios pululantes y tiránicos, a hombre amado y amador, libre, turbado, dubitativo y encantador. Porque cuando dos hombres esencialmente bellos, dos diletantes ebrios de vino y delicadeza, se aman a la distancia exacta, sin contaminarse, zigzagueando mutuamente con sus cuerpos, manteniendo una gravitación minúscula y cercana, estamos ante un acto puro, válido en si mismo y sin pretensiones.

Amar a una mujer es fácil y necesario. Amar a un hombre es un acto revolucionario, una debilidad tan preciosa, tan reveladora, un reconocimiento tan humilde y libre. Liberado de erecciones y esperma crepitante, cauterizada la úlcera seminal, un hombre, consciente y lúcido, decide. Un hombre ama, un hombre percibe, un hombre conoce el deleite sin la aspereza agraz del deseo narcotizante. Porque amas lo que es y no lo que esperas; amas la esencia y no lo expectativa. Que hermoso es el desapego carnal, el apego estético y la liberación de las pulsiones más abyectas, sin implicaciones viscerales, sin convocar a las gónadas, sin fluidos ni secreciones.

Barroco, carne mortal y jardines encantados. Aristocracia, sedas orientales y caricias de porcelana. Ciudades decadentes, mundos que agonizan y juventud exultante y embriagadora. “Oh, párate un momento...eres tan bello”, que cantaba el poeta de los amores poderosos y humildes. No hay elección, todo es excelso y vivificante, todo justifica lo que tal vez sea una falta, un tropiezo vergonzante, una incorrección sentimental. Torced el gesto y, después, rendidos y extáticos, entregaos. Os espera la belleza y el goce contemplativo de un mundo perfecto. Amar a un hombre bello y fugaz caminando íntima y calladamente a su lado, mientras un encanto lujurioso y desbordante decora vuestra pasión. Un roce sutil, perceptible aleteo de la mano amada, una mirada sosteniendo otra mirada en el umbroso recodo del laberinto de boj, el fragante atardecer de la dama de noche como el cálido y dulce aliento de tu boca tan próxima…No hay elección, no hay posibilidades.


Dime, que opinas de las películas de gladiadores?

Has estado alguna vez en una prisión turca?
 
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Amar a una mujer es fácil y necesario. Amar a un hombre es un acto revolucionario, una debilidad tan preciosa, tan reveladora, un reconocimiento tan humilde y libre. Liberado de erecciones y esperma crepitante, cauterizada la úlcera seminal, un hombre, consciente y lúcido, decide. Un hombre ama, un hombre percibe, un hombre conoce el deleite sin la aspereza agraz del deseo narcotizante. Porque amas lo que es y no lo que esperas; amas la esencia y no lo expectativa. Que hermoso es el desapego carnal, el apego estético y la liberación de las pulsiones más abyectas, sin implicaciones viscerales, sin convocar a las gónadas, sin fluidos ni secreciones.

Barroco, carne mortal y jardines encantados. Aristocracia, sedas orientales y caricias de porcelana. Ciudades decadentes, mundos que agonizan y juventud exultante y embriagadora. “Oh, párate un momento...eres tan bello”, que cantaba el poeta de los amores poderosos y humildes. No hay elección, todo es excelso y vivificante, todo justifica lo que tal vez sea una falta, un tropiezo vergonzante, una incorrección sentimental. Torced el gesto y, después, rendidos y extáticos, entregaos. Os espera la belleza y el goce contemplativo de un mundo perfecto. Amar a un hombre bello y fugaz caminando íntima y calladamente a su lado, mientras un encanto lujurioso y desbordante decora vuestra pasión. Un roce sutil, perceptible aleteo de la mano amada, una mirada sosteniendo otra mirada en el umbroso recodo del laberinto de boj, el fragante atardecer de la dama de noche como el cálido y dulce aliento de tu boca tan próxima…No hay elección, no hay posibilidades.


Resumen: MARICÓN.
 
Yo no soy maricon pero confieso que cuando me relaciono con uno me gusta ponerme simpatiquillo y darle ilusiones.

¿Hay un nombre para ese comportamiento?
 
Respondiendo a la pregunta del título que es lo único que he leído. Quizás para aquellos que no se duermen en el visionado sea así.

Edito para compartir algo que me acaba de recomendar youtube y creo que tiene algo que ver con haber entrado en este hilo.

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Tres párrafos para decir claramente que le gustaría notar las venas de una buena polla dentro de su boca.
 
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CALMAROS DE UNA PUTA VEZ:


Todos sois maricones.
 
El maricón de la montaña citando a ensalada de maricones. Se está quedando un hilo muy fetén (=maricón).

Pues tu eres Bod el maricón

@Morzhilla por favor, puedes eliminar la foto de esa persona con la camiseta verde? cada vez que entro en el hilo y hago scroll se me pone mal cuerpo, me estoy poniendo fatal.
 
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