Historias y anécdotas de cuando éramos crios: pandillismo, peleas, tirachinas, etc .

Madre mía, @Verruga. No hay una sola de tus historias que no sea una obra maestra de la ignominia, una sinfonía de degradación, una nueva sima (o un nuevo cénit, no sé bien) de la más absoluta indignidad humana. :121:121:121:121

Quiero creer, y mi corazón se alegra con esta esperanza, que son todas ciertas, porque configuran un breviario de podredumbre realmente acojonante.
 
Recuerdo que de pequeños nos intentaban sacar las perras en el colegio con el cuento del Domund. Esa mierda que todos los años iba un cura a pedir para los negrito de África, te daban un sobre de papel y había que echar lo que cada uno pudiera. Una puta ñoñería cuyo único propósito era ir enseñando a los niños desde pequeños a dar limosna para la iglesia.

Ni a mis amigos ni a mí nos resultaba agradable eso de dar dinero a los pobres, cuando nosotros nos comíamos los mocos. Pero claro, tenías que llevar el sobre con algo de calderilla para no quedar mal ante los maestros. Siempre estaba el típico que si su madre le había dado cinco duros, se gastaba cuatro en chucherías y echaba un duro en el sobre para que abultase algo y pa'lante.

Pero yo no era de esos, mis colegas y yo eramos más de pensar a lo grande. Ahí había negocio y todos los años sacábamos tajada. El mismo día que entregábamos el sobre, por la tarde-noche, entrábamos al colegio y no había que buscar mucho para encontrarlos. El cura iba a por ellos al cabo de unos días y mientras tanto solían guardarlos bajo llave en un cajón de la mesa del profesor.

Arramplábamos con todo lo que podíamos, primero habríamos los sobre con mucho cuidado, despegando la solapa de la pegatina, sacábamos lo que tenían y nos quedábamos con las monedas grades, cinco duros, cincuenta pesetas, incluso los había con monedas de veinte duros. Después rellenábamos los sobres con la calderilla, monedas de peseta, dos pesetas o como mucho monedas de duro. Volvíamos a humedecer la pegatina del sobre y como nuevo. Un golpe limpio.

Nos poníamos tibios a polos de chocolate de los caros, nada de los típicos polos de hielo de limón o naranja de a 25 pesetas. Donut de chocolate, una delicatessen que estaba fuera de mi alcance en circunstancias normales. Los había que se lo gastaban en el Snow Bros y los futbolines, cosa que siempre me pareció un despropósito.

El caso es que gracias a los negrito de África yo me comía donut de chocolate que de otra forma jamás hubiese probado de niño. Y lo mejor era cuando iba el cura a por los sobres y nos echaba una especie de sermón en clase, nos daba las gracias por la ayuda y nos decía que Dios lo veía todo y que estaba muy contento por lo generosos y caritativos que habíamos sido.
 
El primer chocho que toque fue haciendole las viejas a Manuela. Una gorda de mi pueblo que era el ser mas repelente y tocacojones que ha existido nunca. Yo tendria unos diez años

Siempre estaba la mongola con los tios, nunca se juntaba con las tias. Y el caso es que estaba con nosotros para tocar los cojones, Nos reventaba todos los juegos y por mas que la mandabamos a tomar por culo, la insultabamos y nos metiamos con su cordura tirandole los restos de los bocadillos de chorizo que nos comiamos, la muy puta ni se inmutaba. Al final saliamos corriendo para irnos a otro sitio y ella corria detras nuestra, pero a los 50 metros se paraba por que le faltaba el aire.

Un dia que habia llovido y estaba todo lleno de barro asomo ella con su botas de agua. Entoces eran todas azul marino con una banda blanca arriba, tanto para hombres como para mujeres, y solo se ponian cuando llovia y los adultos para regar, no como ahora, que se las ponen para ir al centro de comprar en dias soleados y son de lo mas fashion. El caso es que alli estabamos todos llenos de barro hasta las cejas, ninguno llevaba botas y en eso asoma el escuerzo tocando los cojones, para variar, diciendo que ella tenia botas para meterse en el barro y nosotros no.

El caso es que alguien le tiro un pegote de barro, nunca se supo quien, y por una vez vimos que se altero al verse el pecho manchado. Asi que todos comenzamos a tirarle barro. Alguien grito, hagamosle las viejas, y ella al oir aquello salio corriendo. Unos cuantos salimos corriendo tras ella, y a los diez metros era nuestra.

Arrastrandola fue derecha al barro y mientras unos la sujuetaban. otro y yo le bajamos la bragas. Mientras le ponia barro en la bragas yo miraba un chochillo rosa de gorda y con tres pelos rubios. No se por que, pero lleve mi mano alli y empece a palparlo. Al principio con delicadeza, despues con ansia. Cuando vi que la raja se abria probe a ver que habia alli dentro, todo esto con las manos lleñas de barro y las uñas que parecian las de un jabali. Pero no pudo ser . El otro ya habia llenado las bragas de barro y me dijo que le ayudase a subirselas.

Una vez completada la operacion la dejamos en pie, todo un detalle por nuestra parte, en vez de dejarla tirada en el barro. No podia ni andar mientras nosotros nos reiamos a boca llena. Uno se fue para ella, le dio una patada en el culo y el barro le chorreo piernas abajo como si se hubiese cagado. Triunfantes nos fuimos de alli.

Solo recuerdo satisfaccion por aquello y algo de curiosidad

Las hostias de mi padre al dia siguiente las cuento en el hilo de las travesuras.

Como no, yo siempre más. Mis mensajes valen para dos hilos, así que continuo por aquí.

Después de aquello nos fuimos tranquilamente a seguir haciendo daño por el pueblo. Estábamos tranquilos y no temíamos nada. Hacer las viejas era algo normal en aquella época en todas sus variantes, barro, meado, escupitajos...

Al día siguiente vino la madre con la gorda inmunda a mi casa. No lo esperaba y no se a que coño vino aquello, además me pilló en casa y a mi padre también.

Pues se lo contaron a mis padres. Yo lo escuchaba desde el pasillo todo con los nervios que se me salían por las orejas, que tensión pase.

Mi madre le dijo que eran cosas de críos, a lo que la otra madre asintió. Pero entonces contó lo del coño. Contó lo que a ella le salió del coño, nunca mejor dicho. Soltó que le habíamos metido todos los dedos en el coño, que se lo habíamos llenado de barro y que le habíamos intentado meter un palo.

Yo alucinaba, flipaba y me indignaba, a punto estuve de salir a protestar, pero los dos carraspeos de mi padre hicieron que se me escaparan dos peos como dos melocotones y seguí detrás de la puerta. Le estaba temiendo a que se fueran. No sabía por que pero aquello tenía mala pinta.

Cuando se fueron me llamaron a la cocina. Conforme entre mi madre me pilló de los pelos y casi término en la lumbre. Entonces me pilló mi viejo de un brazo y me dijo que le contará la verdad.

Se lo conté mientras mi madre no dejaba de interrumpir histérica pérdida y mi padre diciendole que se callara. Si no esta mi padre allí me saca los ojos y me mata mi madre.

-Le has hecho las viejas entonces no??

- Si papa

Hostion. A mano abierta

- Ahora lo otro, venga.

Se lo cuento. Hostion a mano abierta y mi madre tirandome de los pelos a dos manos.

- No me mientas.

-Que no papa. Yo sólo le toque el chocho por encima.

Otro tiron de pelos.

-Juan le bajo las bragas y yo le toque el chocho, lo otro es mentira. Que es una mentirosa.

Allí a mi padre le cambio la cara y me solto del brazo. Mire a mi madre de reojo, esperando que me arrancase otro puñado de pelos, pero no lo hizo.

-Tira a tu cuarto

Y allí me fui con el oído pitandome de la hostia de mi padre y la cabeza pegándose unos pinchazos de los tirones de mi madre. Me llamaron para cenar y lo único que me dijo mi padre cuando no estaba mi madre es que a las gordas no me acercara nunca, que ya estaba viendo lo malas que eran.

Esa tambien fue la primera gran soba que me dieron
 
Última edición:
Tendría yo unos once años, estaba de vacaciones en el pueblo pirenaico de mi abuela, donde pasaba los días de verano callejeando entre la docena de casas de piedra, rodeado de mierda de vaca, perros tristes y algún que otro niño de ciudad que pasaba por allí las vacaciones. Aquel día me quedé sólo con la abuela, pero no me dejaba entrar en la casa porque decía que le ponía muy nerviosa y se tenía que tomar la valeriana, así que decidí mear en la maceta de una vecina. Me había desabrochado ya el cordón de las bermudas cuando salió la señora de la casa por la ventana. Ahí no se mea, me dijo gritando mientras yo levantaba la cabeza hacia arriba. Pasa para adentro y mea, me dijo. Una vez dentro me llevó al cuarto de baño, me bajó los pantalones y me agarró el pito para que meara. Cuando terminé me llevó a su cuarto y allí me dijo que me desnudara, cosa que hice porque estaba muy nervioso, y se desnudó ella también, me tocó los testículos y se metió el pene en la boca. Luego me tumbó en la cama y me dio besitos, y yo le toqué las tetas, que eran muy grandes y me gustó porque siempre había querido tocar unas tetas, luego me dijo que le lamiera la vagina y lo hice, aunque yo prefería tocarle las tetas. Luego la penetré y me corrí dentro.
 
Es necesario un diccionario andaluz oriental-español
Que cojones es eso de hacer las viejas?
Y lo de pedos como melocotones?
 
Lo de los pedos como melocotones (:lol::lol::lol::lol:) será que se cagó literalmente; que lo concrete Curro.
 
Es necesario un diccionario andaluz oriental-español
Que cojones es eso de hacer las viejas?
Y lo de pedos como melocotones?
Las viejas era un castigo a los tocacojones.

Se le agarraba , se le bajaban los pantalones y los gallumbos. A los gallumbos se le hechabas barro y se le subía todo y se le soltaba para que se fuera a si casa a cambiarse, y así dejaba de tocar los huevos. Cuando no había barro, le escupían en los gallumbos todos los que allí habían, o sino se meaba uno o dos.

Escaparse un peo es cuando pasas miedo. Escaparse un peo como un melocotón es que estas acojonado
 
Imagino que algún forero más habrá que tenga/haya tenido los pies planos y si no, pues soy el único. El caso es que el calzado para los pies planos era caro de cojones y las plantillas ya ni te cuento. Tras una de mis últimas visitas al podólogo, parece ser que se me curaron cosa que a mis hermanos no, me mandaron unas plantillas cuasidefinitivas, vamos que me iban a tener que valer para siempre. Yo tendría como 11 o 12 años.

Cuando llegaron las plantillas, que en la Extremadura de los 80 las cosas a veces tardaban, yo ya ni me acordaba del sermón que me habían dado 3 o 4 semanas antes sobre si las plantillas eran caras y para siempre porque iban a ser las últimas y bla bla bla. Me calcé mis nuevas plantillas en mis nuevos zapatos con los talones cambiados, al menos yo eso era lo único que les veía diferentes aparte de lo feos que eran, y pal lejío que me fui. Me junté con los de la pandilla secreta y nos fuimos a dar tumbos a la dehesa entre regatos, charcos, barrizales y demás. Podéis imaginar el estado en el que llegaron mis zapatos y plantillas de pies planos.

Las hostias que me dio mi padre también son fácilmente imaginables. Al poco tiempo, nunca supe si por esto o porqué, dejé de usar zapatos ortopédicos y tan solo ponía las plantillas en las zapatillas deportivas, que hasta entonces nunca había usado.
 
Cada vez os diferenciáis menos de los panchitos.

A ti lo que te pasa es que de chico no podías salir de casa porque te molían a palos por maketo. Y hasta hace bien poco ibas cagado en la furgona con el resto de txakurras. Por eso no tienes nada que contar :lol:
 
Que decepción, Curro, que decepción. Nunca me hubiese imaginado que fueses de esos payasos que se aprovechaban de los débiles actuando en compañía como los cobardes gitanos. Me joden sobremanera los idiotas que van de chulos haciendo las gracietas a los más desvalidos.
A mí pocas mierdas de esas me han hecho porque era, y sigo siendo, puro nervio y me liaba a pegar puñetazos y patadas hasta que imploraban clemencia, cada vez que algún imbécil, tipo curro, se me acercaba para hacer la gracia delante de sus compis para que le aceptasen en el grupo.

Jamás de los jamases he abusado de una persona débil, y es más, siempre les he protegido y defendido. Tengo un sentido de la compasión muy desarrollado y la gente marginada siempre me ha resultado agradable y he empatizado con ellos. En cambio, a los guapos, listos, graciosos, ricos, pijos, felices, majos, simpáticos, etc, siempre los he tenido asco.
 
Última edición por un moderador:
Yo tuve una infancia muy normal. Del liceo francés al club de polo y del club de polo a casa.
 
Yo iba a colegio de monjas, claro, como era lo normal, y era buena estudiante, pero luego me tocaba ir andando hasta casa que estaba a media hora. Era una aventura continua, podíamos ir por dos o tres rutas y nos lo pasábamos genial.
Una temporada unos muchachos de un colegio cercano empezaron a hacernos la vida imposible cuando nos los cruzábamos, ellos iban en grupo de seis o siete y nosotras éramos dos, tres o cuatro, según dónde nos los cruzáramos, porque íbamos recogiendo y dejando a gente de camino. Habitualmente todo se quedaba en que nos gritaran guarradas, o en que nos hicieran gestos obscenos, nosotras aplicábamos eso de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio y pasábamos lo más dignas que pudiéramos y lo más lejos que pudiéramos de ellos. Nos seguían por dos o tres calles y yo pasaba más bien vergüenza por la escandalera que montaban, aunque tampoco hubo nadie adulto que les llamara la atención.
Quizás sí, pero no lo recuerdo.
El caso es que un día ya me harté y al pasar por una campa me hice con una piedra, la verdad es que tampoco pensaba hacer mucho con una piedra, pero tuve tanta suerte que cuando la lancé le atiné a uno en la cabeza, creo que le tuvieron que poner dos o tres puntos, eso al menos es lo que le dijo su padre a mi padre cuando se vino a quejar a casa. Lo que sí me acuerdo es que mi padre le dijo al suyo, que mejor que se fijara en la distancia de alcance que tenía yo tirando piedras y que si pensaba meterse más conmigo, lo hiciera desde más lejos.
 
Que decepción, Curro, que decepción. Nunca me hubiese imaginado que fueses de esos payasos que se aprovechaban de los débiles actuando en compañía como los cobardes gitanos. Me joden sobremanera los idiotas que van de chulos haciendo las gracietas a los más desvalidos.
A mí pocas mierdas de esas me han hecho porque era, y sigo siendo, puro nervio y me liaba a pegar puñetazos y patadas hasta que imploraban clemencia, cada vez que algún imbécil, tipo curro, se me acercaba para hacer la gracia delante de sus compis para que le aceptasen en el grupo.

Jamás de los jamases he abusado de una persona débil, y es más, siempre les he protegido y defendido. Tengo un sentido de la compasión muy desarrollado y la gente marginada siempre me ha resultado agradable y he empatizado con ellos. En cambio, a los guapos, listos, graciosos, ricos, pijos, felices, majos, simpáticos, etc, siempre los he tenido asco.

Por lo que leo fue un hecho aislado y tras numerosas advertencias previas. No es que la hiciesen un gangbang diario y lo subiesen al narcotube, simplemente le toco el parrus de refilón una vez y para que dejase de molestar. Nada malo en ello.
 
A ti lo que te pasa es que de chico no podías salir de casa porque te molían a palos por maketo. Y hasta hace bien poco ibas cagado en la furgona con el resto de txakurras. Por eso no tienes nada que contar [emoji38]
Mira si eres idiota que en un solo post has demostrado que no sabes leer y que piensas que los hijos de inmigrantes somos minoría en Vizcaya. Bravo, paleto, bravo.
 
A mí nunca me movieron a palos por maketa [emoji38]
Joder, es que ahora que lo pienso no recuerdo a ninguno de los 34 de mi clase que tuviera un primer apellido vasco. Y de segundo menos que no recuerdo casi apellidos en general.

De 34 fácilmente 10/12 éramos hijos de gallego, y el resto de Castilla León. Yo creo que si hubiera algún Jon Andoni Arruabarrena le hubiéramos arrancado la cabeza por rarito [emoji38]
 
Última edición:
Oye, en mi clase si había vascos. Recuerdo a una Amaia Arteaga que tenía los ocho apellidos vascos, aun los recuerdo!
Me los aprendí y no se me han olvidado.Igual la cosa iba por barrios.
De todas maneras, lo que no había era diferencias. Daba igual si eras vasco vasco o no. Aivalahostiapues!
 
Estarían todos en mi pueblo. La gorda se llamaba de apellido Echeverría Echeberría. Si, una v y la otra con b y las dos con ch. Castellanizado a tope.

Pero que aquí los apellidos vascos es lo más normal del mundo
 
Que decepción, Curro, que decepción. Nunca me hubiese imaginado que fueses de esos payasos que se aprovechaban de los débiles actuando en compañía como los cobardes gitanos. Me joden sobremanera los idiotas que van de chulos haciendo las gracietas a los más desvalidos.
A mí pocas mierdas de esas me han hecho porque era, y sigo siendo, puro nervio y me liaba a pegar puñetazos y patadas hasta que imploraban clemencia, cada vez que algún imbécil, tipo curro, se me acercaba para hacer la gracia delante de sus compis para que le aceptasen en el grupo.

Jamás de los jamases he abusado de una persona débil, y es más, siempre les he protegido y defendido. Tengo un sentido de la compasión muy desarrollado y la gente marginada siempre me ha resultado agradable y he empatizado con ellos. En cambio, a los guapos, listos, graciosos, ricos, pijos, felices, majos, simpáticos, etc, siempre los he tenido asco.
Tu como te quitabas de encima a las moscas cojoneras?
 
No sé, nunca he levantada tanta admiración como para tener moscas cojoneras. Supongo que cuando alguien no me caía bien o no me resultaba interesante lo ignoraba y ya está.

Cuando estaba en parvulario pegaba a otro niño que era un año menor. Le tenía manía porque era un llorón y un mocoso y me daban asco las velas que le colgaban a todas horas. Si se me ponía delante le sacudía para que desapareciera de mi vista.
Su madre fue toda angustiada a hablar con la mía. Después, cuando estábamos todos en la mesa para comer mi madre empezó a relatar a mi padre y mis hermanos todo lo que la madre de David le había dicho que le hacía: que si cuando me cruzaba con él le pegaba sin venir a cuento, que si le tenía acobardado y no quería ir a la escuela del miedo que me tenía, que si lloraba mucho por mi culpa, etc. En ese momento sentí vergüenza de mi mismo, de mi actitud, no sabía que le estaba haciendo tanto daño al pobre chaval, empaticé con su dolor.

Yo quería que mis padres me quisieran y que se sintiesen orgullosos de su hijo que iba al cole, no quería que se avergonzasen de tener a un matón. Entendí que no podía elevarme por encima de mis compañeros, que ese mocoso repelente tenía sentimientos y que debía respetarle. Recibí una lección de humildad que conformó mi personalidad y desde entonces jamás he humillado a nadie, y si lo he hecho ha sido avergonzándome.
 
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