ilovegintonic
Muerto por dentro+
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Yo es que no sé qué estáis contando. La inmensa mayoría de los mendigos, pedigüeños y demás que por Madrid veo pertenecen a mafias organizadas de mendicidad.
Cada rumano, cada rumana, así tenga ochenta años u ocho, pertenece a una mafia. No es gente a la que le ha tratado mal la vida y se han visto en la calle, lo cual es una auténtica desgracia, sino gente que ha decidido vivir así, porque así vivieron sus padres, así viven sus hermanos, así viven sus primos y sus tíos y sus abuelos. Si tienen un niño ahí que lo meten en la empresa mendicante desde que nace. Ese es su modo de vida, pedir es su profesión, la mendicidad su negocio y su organización es análoga a la de cualquier empresa. Cada día, por la mañana, se pueden ver sus reuniones comerciales en la Puerta del Sol, con su jefe de equipo repartiendo las zonas, apretándole las tuercas a quienes no están llegando a objetivos, repartiendo las mejores zonas según el perfil del mendigo para maximizar los beneficios. También tienen sus trucos comerciales, como coger una muleta, dejarla corta y caminar con ella para que parezca que son cojos; luego, cuando han dado de mano ya se les ve caminar más erguidos y ligeros que yo. O hacerse el mudito y pedir con gestos y gruñidos, que luego los ves hablando hasta por los codos cuando se juntan con los compis. Por no hablar de que si te pueden guindar el móvil que tienes encima de la mesa te lo guindan. Son auténtica gentuza, parásitos, chusma. Tras el fin de la jornada laboral, una furgoneta astrosa llega y se los lleva al poblado chabolista donde viven y el día siguiente de nuevo a empezar. No paran mientes en molestar, en hostigar, en acosar, en rodearte, en insistir más allá de lo razonable, y encima tienen la puta sinvergonzonería de reírse de ti en tu puta cara si te pones serio, o incluso en amenazarte con clavarte un cuchillo o cortarte el cuello.
De los gitanos autóctonos, de las del romero con pendientes de oro, cadenas de oro, dientes de oro y su puta madre tampoco hay mucho que decir. Ese es su negocio.
Y luego, de entre los que no pertenecen a ninguna de estas mafias, la mayoría están en la calle porque a) tienen problemas mentales y faltos de apoyo familiar o estatal acaban ahí, o b) son adictos a la droga, al alcohol, a las tragaperras o a cualquier cosa, y viven de cualquier manera sojuzgados por su adicción o por las consecuencias de esta. Un tercer grupo, el más minoritario, son gente que ha caído en desgracia, gente normal a la que las circunstancias le han venido mal y se han visto en la calle, hay realmente pocos. A estos sí que hay que tenerles consideración, a estos sí que hay que ayudarlos, a estos sí que hay que tenerles la compasión que nos hace humanos.
Me hace mucha gracia quienes ven a los gitanos rumanos mafiosos como a pobrecitos a los que la vida les ha tratado mal. Es que hay que estar ciego, joder.
Cada rumano, cada rumana, así tenga ochenta años u ocho, pertenece a una mafia. No es gente a la que le ha tratado mal la vida y se han visto en la calle, lo cual es una auténtica desgracia, sino gente que ha decidido vivir así, porque así vivieron sus padres, así viven sus hermanos, así viven sus primos y sus tíos y sus abuelos. Si tienen un niño ahí que lo meten en la empresa mendicante desde que nace. Ese es su modo de vida, pedir es su profesión, la mendicidad su negocio y su organización es análoga a la de cualquier empresa. Cada día, por la mañana, se pueden ver sus reuniones comerciales en la Puerta del Sol, con su jefe de equipo repartiendo las zonas, apretándole las tuercas a quienes no están llegando a objetivos, repartiendo las mejores zonas según el perfil del mendigo para maximizar los beneficios. También tienen sus trucos comerciales, como coger una muleta, dejarla corta y caminar con ella para que parezca que son cojos; luego, cuando han dado de mano ya se les ve caminar más erguidos y ligeros que yo. O hacerse el mudito y pedir con gestos y gruñidos, que luego los ves hablando hasta por los codos cuando se juntan con los compis. Por no hablar de que si te pueden guindar el móvil que tienes encima de la mesa te lo guindan. Son auténtica gentuza, parásitos, chusma. Tras el fin de la jornada laboral, una furgoneta astrosa llega y se los lleva al poblado chabolista donde viven y el día siguiente de nuevo a empezar. No paran mientes en molestar, en hostigar, en acosar, en rodearte, en insistir más allá de lo razonable, y encima tienen la puta sinvergonzonería de reírse de ti en tu puta cara si te pones serio, o incluso en amenazarte con clavarte un cuchillo o cortarte el cuello.
De los gitanos autóctonos, de las del romero con pendientes de oro, cadenas de oro, dientes de oro y su puta madre tampoco hay mucho que decir. Ese es su negocio.
Y luego, de entre los que no pertenecen a ninguna de estas mafias, la mayoría están en la calle porque a) tienen problemas mentales y faltos de apoyo familiar o estatal acaban ahí, o b) son adictos a la droga, al alcohol, a las tragaperras o a cualquier cosa, y viven de cualquier manera sojuzgados por su adicción o por las consecuencias de esta. Un tercer grupo, el más minoritario, son gente que ha caído en desgracia, gente normal a la que las circunstancias le han venido mal y se han visto en la calle, hay realmente pocos. A estos sí que hay que tenerles consideración, a estos sí que hay que ayudarlos, a estos sí que hay que tenerles la compasión que nos hace humanos.
Me hace mucha gracia quienes ven a los gitanos rumanos mafiosos como a pobrecitos a los que la vida les ha tratado mal. Es que hay que estar ciego, joder.