Blood
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ilovegintonic rebuznó:Toda la razón del mundo.
La capacidad de improvisación bien enfocada es en sí misma una virtud, virtud que el alemán valora y demanda en un español. El problema de nuestra proverbial capacidad de improvisación es el enfoque de esta. Improvisamos para el escaqueo, improvisamos para la chapuza, para pintar la mona o para hacer el paripé. Las virtudes, como lo es esta, cuando se enfocan mal se convierten en no ya en defectos, sino en los más nocivos defectos. Coincido completamente en la apreciación que la musculoca de iskariote hace de los alemanes y de los españoles; matizo lo del enfoque, porque es ahí donde está el quid de la cuestión. El día que nos organicemos como ellos y enfoquemos nuestra improvisación a lo que hay que enfocarla, que tiemble la Merkel.
Y si no mirad la selección, ejemplo claro de organización y talento enfocados en la misma dirección.![]()
EL ANECDOTÓN.
Trabajo para una empresa alemana. Es una multinacional y en España tiene una de sus muchas sedes.
Hace bastantes años, a los alemanes se les ocurrió la feliz idea de invitarnos a todos los trabajadores españoles a conocer la fábrica a Alemania. Lo que allí viví me hizo ver claramente nuestras diferencias con ellos.
La cara del jefe de personal alemán, con todos los españoles metidos en el autobús camino de la fábrica cantando el "para ser conductor de primeraaaaa, aceleraaaa, aceleraaaaa", fué el primer LOL del viaje.
El pedo monumental que se agarraron dos de los que trabajaban en el almacén con la tontería del schnapps tras la comida, que luego no eran capaces ni de seguir la visita guiada a la fábrica y que a uno de ellos tuvieran que llevárselo al hotel porque se había quedado dormido dentro del baño, fué el segundo LOL del día.
La bronca que montaron los del hotel alemán a algunos de los comerciales españoles, por correr en pelotas por el pasillo persiguiendo a unas turistas italianas, tampoco estuvo mal del todo.
Y por último, el cabreo monumental que se pilló nuestro gerente, cuando de alemania le llegó la factura del hotel con el total de los gastos extra que cada uno de los españoles tuvo allí y de la que, por supuesto, no pensaban hacerse cargo los alemanes.
Esa factura contenía los siguientes extras: casi todo el licor de las neveras de las habitaciones, 6 toallas y 4 albornoces desaparecidos y 14 horas del canal porno de pago.
Ni que decir tiene que jamás volvieron a invitarnos. Y hubo mucha suerte porque fueron tan prudentes que no desglosaron los gastos por habitaciones y nuestro jefe prefirió dejarlo estar.
Y quien no quiera ver estas diferencias, es que está ciego.