11:15 de un Lunes cualquiera de Diciembre. La sala de espera de urgencias está colapsada, llena de padres con sus vástagos tosiendo y moqueando.
@Sr. Brans sale por dicha puerta a echar un cigarro, aprovechando su tiempo de descanso, mientras piensa "No he venido a urgencias en mi vida, pero si le pido a mi padre que me traiga a urgencias por un catarro, del guantazo que me da se me salen los mocos más rápido que con 100 aerosoles"
Mientras exhala el humo del último Winston que le quedaba, llega un coche. El coche más afortunado de la mañana, ya que encuentra aparcamiento justo en la puerta de urgencias. De él bajan un padre y su hijo, con la piel pálida del clásico jugador de Fortnite®, pero aparte de eso, un chaval normal. Sin síntomas de estar enfermo, más allá de dos ríos de mocos que caían lánguidamente desde su nariz hasta la comisura de los labios.
El padre, visiblemente enfadado, habla por teléfono.
-Sí, ya le he traído, acabamos de aparcar...
Se pierden los dos tras la puerta automática de urgencias. Apenas 20 segundos más tarde, cuando Brans estaba apagando la colilla, dispuesto a volver al tajo, ve volver a salir a los dos, el padre con el móvil aún pegado a la oreja.
-¡Que no ostias! ¡Que me han dicho que hay que esperar por lo menos dos horas y al crío lo que le pasa es que tiene mocos!
-(...)
-Pues apagas la tele y vienes tú con él, que yo he tenido que salir del trabajo...
(plaf)
El coche se aleja y el hueco que deja no tarda en ser ocupado por otro padre.