Juvenal
Clásico
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- 23 Ago 2004
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No sé lo que me pasa últimamente que las mujeres huyen nada más verme, lo que me hace sentir triste, mustio y alicaído. Intento entablar una mínima conversación, romper el hielo y siempre recibo corte digno de la más afilada espada. Tengo menos éxito que Christopher Lambert fuera de la serie B.
Y como el peso del desengaño y la amargura lastran mi corazón, he decidido contar dos anécdotas personales en un foro público, a ver si así alivio mi pesar y subo mis decaídos ánimos.
El otro día caminaba con otros amigos, tan perdedores como yo. Y decidí que lo mejor era entrenarse. Si los X-Men tienen su Sala del Peligro donde se enfrentan a todo tipo de peligros, valga la redundancia, yo les propuse en nuestro paseo vespertino a mis dos amigos que simulasen ser dos damas tan bellas como inaccesibles, y que fuesen lo más borde posible en sus respuestas a mis requiebros. Todo ello, claro está, para en el hipotético y futuro encuentro con una hembra, ya tener lista la contrarréplica y seguir ahondando en materia.
He de decir que los hideputas se aplicaron de tal modo y fueron tan ingeniosos que no logré pasar de la primera frase, por mucho que me empeñé toda mi inventiva. Realmente, los cabrones se creyeron su papel. Ni siquiera en un vulgar entrenamiento en la Sala del Peligro uno puede acariciar siquiera las mieles del éxito.
Esa es una, ahora viene la otra.
(Que conste que si suelto mis miserias aquí, no es porque quiera mover a risa ni exponer mis cuitas a la chacota general)
Hallábame el otro día en alegre bar musical, envuelto en densa humareda, mas no la suficiente para ocultar los rostros de la parroquia a los ojos de un observador cauteloso como el que suscribe. Así pude ver como un GIA (esto es, Gordacas in Action) intentaba comerle la oreja a preciosa rubia. El sujeto, orondo y de carnes mantecosas, intentaba lograr los favores de la Gélida contando sus peripecias como bombero.
Eso hizo enarcar mis cejas y movióme a entablar conversación con el camarero, que a la sazón estaba allí presto para servir espirituosos elixires.
-Muy gordo está ese para ser bombero -dije yo.
-Ya te digo. Alguien tenía que decirlo -repuso el camarero entre sonrisillas cómplices.
He de decir, y siento la reiteración en el uso de la muletilla, que conozco a varios bomberos y aspirantes al ingreso en tan honroso gremio y no tenían la complexión del Gordacas in Action galanteador de la Rubia. Más bien son gente atlética, no un puto gordo de mierda zampabollos.
Vamos a ver, pedazo de GIA, ¿cómo se te ocurre decir que eres bombero si eres una bola de sebo?
Evidentemente, la rechifla del público ante los patéticos intentos de la foca iba en aumento. Y como es lógico, al final el tío se comió lo que se comió Clavijo: una mierda del tamaño de un pijo.
Hay que saber caer con dignidad, gordo. Puedes pasar por controlador de calidad de Oscar Mayer, pero no por bombero (aunque pretendieses apagar el fuego que envolvía la bola de grasa que tienes por corpachón).
Ya sabéis, gordos del mundo, si queréis ligar no digáis que sois bomberos.
Él: ¿Puedo invitarte a un trago?
Ella: En realidad preferiría que mejor me dieras el dinero
Él: Estoy seguro que podría hacerte muy feliz
Ella: ¿Por que? ¿Ya te vas?
Él: ¿Que dirías si te pidiera que te casaras conmigo?
Ella: Nada. No puedo hablar y reirrme al mismo tiempo
Él: ¿Me puedes dar tu nombre?
Ella: ¿Por que? ¿No tienes tu uno?
Él: ¿Vamos a ver una película?
Ella: Ya la vi
Él: ¿Donde has estado toda mi vida?
Ella: Escondiéndome de ti.
Él: ¿No te he visto en otro lado?
Ella: Si. Por eso ya no voy allí.
Él: ¿Esta libre este asiento?
Ella: Si, y si te sientas también éste.
Él: Así es que, ¿a qué te dedicas?
Ella: Soy trasvesti.
Él: Hola preciosa, ¿qué signo eres?
Ella: De negación.
Él: Tu cuerpo es como un templo
Ella: Lo siento, pero hoy no hay misa.
Él: Si te viera desnuda moriría feliz
Ella: Si yo te viera desnudo probablemente moriría riendo.
Él: ¿Donde has estado toda mi vida?
Ella: Donde estaré el resto de tu vida: en tus sueños.
Él: Soy fotógrafo. He estado buscando un rostro como el tuyo...
Ella: Yo soy cirujana plástica. También he estado buscando un
rostro como el tuyo.
Él: Hola, ¿no salimos juntos una vez? o ¿tal vez dos?
Ella: Debió haber sido una. Nunca cometo dos veces el mismo error
Él: ¿Como hiciste para ser tan bella?
Ella: Probablemente me toco la parte que te correspondía a ti.
Él: ¿Saldrías conmigo el sábado?
Ella: Lo siento, pero me va a doler la cabeza el fin de semana.
Él: Tu rostro hace que la gente vuelva a mirarte.
Ella: Y el tuyo hace que se me revuelva el estómago.
Él: Vamos, no seas tímida. Dime algo.
Ella: , ¡Lárgate!
Y como el peso del desengaño y la amargura lastran mi corazón, he decidido contar dos anécdotas personales en un foro público, a ver si así alivio mi pesar y subo mis decaídos ánimos.
El otro día caminaba con otros amigos, tan perdedores como yo. Y decidí que lo mejor era entrenarse. Si los X-Men tienen su Sala del Peligro donde se enfrentan a todo tipo de peligros, valga la redundancia, yo les propuse en nuestro paseo vespertino a mis dos amigos que simulasen ser dos damas tan bellas como inaccesibles, y que fuesen lo más borde posible en sus respuestas a mis requiebros. Todo ello, claro está, para en el hipotético y futuro encuentro con una hembra, ya tener lista la contrarréplica y seguir ahondando en materia.
He de decir que los hideputas se aplicaron de tal modo y fueron tan ingeniosos que no logré pasar de la primera frase, por mucho que me empeñé toda mi inventiva. Realmente, los cabrones se creyeron su papel. Ni siquiera en un vulgar entrenamiento en la Sala del Peligro uno puede acariciar siquiera las mieles del éxito.
Esa es una, ahora viene la otra.
(Que conste que si suelto mis miserias aquí, no es porque quiera mover a risa ni exponer mis cuitas a la chacota general)
Hallábame el otro día en alegre bar musical, envuelto en densa humareda, mas no la suficiente para ocultar los rostros de la parroquia a los ojos de un observador cauteloso como el que suscribe. Así pude ver como un GIA (esto es, Gordacas in Action) intentaba comerle la oreja a preciosa rubia. El sujeto, orondo y de carnes mantecosas, intentaba lograr los favores de la Gélida contando sus peripecias como bombero.
Eso hizo enarcar mis cejas y movióme a entablar conversación con el camarero, que a la sazón estaba allí presto para servir espirituosos elixires.
-Muy gordo está ese para ser bombero -dije yo.
-Ya te digo. Alguien tenía que decirlo -repuso el camarero entre sonrisillas cómplices.
He de decir, y siento la reiteración en el uso de la muletilla, que conozco a varios bomberos y aspirantes al ingreso en tan honroso gremio y no tenían la complexión del Gordacas in Action galanteador de la Rubia. Más bien son gente atlética, no un puto gordo de mierda zampabollos.
Vamos a ver, pedazo de GIA, ¿cómo se te ocurre decir que eres bombero si eres una bola de sebo?
Evidentemente, la rechifla del público ante los patéticos intentos de la foca iba en aumento. Y como es lógico, al final el tío se comió lo que se comió Clavijo: una mierda del tamaño de un pijo.
Hay que saber caer con dignidad, gordo. Puedes pasar por controlador de calidad de Oscar Mayer, pero no por bombero (aunque pretendieses apagar el fuego que envolvía la bola de grasa que tienes por corpachón).
Ya sabéis, gordos del mundo, si queréis ligar no digáis que sois bomberos.