snow
Freak
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- 13 Dic 2003
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En la tienda de revistas de la Sra. Laura venden bebidas frias pero yo nunca las compro. Prefiero darme un paseo dos calles más allá hasta llegar a "la tienda del rumano".
Yo la llamo así aunque no sé si el dueño es o no de Rumanía. Tiene una edad indefinida que oscila entre los 40 y los 50 años, voz de trueno, pelo negro y espeso y, lo mejor, dos fantásticos dientes de oro.
La primera vez que le ví me quedé fascinada, no podia dejar de mirarle y le preguntaba cosas solo por el placer de que hablase y poder seguir contemplando sus dientes dorados. Pese a lo mucho que ha llegado a decirme no suelo entenderle nada, habla un español pésimo y yo soy mala traduciendo.
Un dia le pregunté de donde era y el me entregó una bolsa de patatas fritas, se lo pregunté de nuevo y me puso en la mesa otra de gominolas. Llegamos a un acuerdo, yo no le preguntaría más y él no intentaria cebarme.
Hoy he vuelto a por mi ración de cafeina y no estaba. En su lugar habia una señora vestida de modo extraño que me ha dicho que estaba en casa.
Ayer unos chicos intentaron robarle sus dientes de oro con escaso éxito pero con mucho dolor para él. Está en casa recuperándose.
He anotado en mi agenda algo para un futuro posible: "No ponerme nunca metales preciosos en la dentadura". Llegado el caso prefiero que me corten un dedo.
Yo la llamo así aunque no sé si el dueño es o no de Rumanía. Tiene una edad indefinida que oscila entre los 40 y los 50 años, voz de trueno, pelo negro y espeso y, lo mejor, dos fantásticos dientes de oro.
La primera vez que le ví me quedé fascinada, no podia dejar de mirarle y le preguntaba cosas solo por el placer de que hablase y poder seguir contemplando sus dientes dorados. Pese a lo mucho que ha llegado a decirme no suelo entenderle nada, habla un español pésimo y yo soy mala traduciendo.
Un dia le pregunté de donde era y el me entregó una bolsa de patatas fritas, se lo pregunté de nuevo y me puso en la mesa otra de gominolas. Llegamos a un acuerdo, yo no le preguntaría más y él no intentaria cebarme.
Hoy he vuelto a por mi ración de cafeina y no estaba. En su lugar habia una señora vestida de modo extraño que me ha dicho que estaba en casa.
Ayer unos chicos intentaron robarle sus dientes de oro con escaso éxito pero con mucho dolor para él. Está en casa recuperándose.
He anotado en mi agenda algo para un futuro posible: "No ponerme nunca metales preciosos en la dentadura". Llegado el caso prefiero que me corten un dedo.