Laureles

TL;DR Hay gente que no entiende las clasificaciones.



Este año ya finalizado hice como el pana Ignacio y limité mi participación a un único evento deportivo: una carrera mítica con un contexto histórico insuperable, un entorno precioso, una buena organización y una distancia muy selectiva. Se iba a celebrar en sábado, existiendo el domingo según el programa una plétora de carreras secundarias para toda la familia. Para aprovechar el viaje, mi intención era hacer la grande y luego un par el domingo, la más cortita que hubiese para adultos y la más larga si no se solapaban. Con meses de antelación, antes de que se publicasen los horarios, contacté con la organización para intentar influir si había posibilidad. Al cabo de un par de semanas me respondieron negativamente diciendo que el domingo solamente se podría participar en una. Además, habían actualizado el programa y habían recortado la longitud de la más larga del segundo día. Me fastidió un poco, pero qué se le iba a hacer.

El sábado de la carrera estrella me levanté a las 4:30 para llenar el estómago con calma. A las 6:00 nos llevaron al punto de salida, ya que la ruta era en línea de vuelta hasta el pueblo donde estaba alojado. Allí me embadurné con un filtro solar de 50+ del Decathlon que nunca había probado para proteger mi delicada piel del sol que iba a lucir durante el resto del día. A partir de entonces ya no tengo referencias temporales precisas, puesto que no quise llevar reloj durante la prueba para no agobiarme. Mi estrategia era sencilla: llevar un ritmo controlado incluso cuando el cuerpo me pidiese más. No solo era un recorrido suficientemente largo (el mayor para mí después del del año anterior) como para venirse abajo a medio camino, sino que encima al día siguiente tenía que competir otra vez.

Mi salida, como siempre, fue relajada. Al cabo de un par de minutos ya iba adelantando a unos cuantos y para cuando las posiciones se habían estabilizado los de delante estaban lejísimos. Había como mínimo tres, pero seguro que alguno más habría fuera de mi campo de visión. Detrás tenía enganchada una chica. Iba cómodo y aceleré un pelín. En poco rato me había despegado un poco de la chica y había recortado claramente la distancia con el de delante. No obstante, frené porque la estrategia contemplaba ya ese caso: por bien que me sintiese, debía moderar la velocidad.

Pronto esa estrategia fue papel mojado. Después de un inicio asequible, el recorrido fue adquiriendo una dureza inusitada. Con un esfuerzo moderado no se podía llegar, había que meterle caña. En intensidad ya había hecho alguna prueba más exigente, pero en combinación de intensidad y duración esta fue la más exigente que haya hecho jamás. Según el criterio granadino, por tanto, es la más dura del mundo. Iba preocupado por cómo pagaría el sobresfuerzo no previsto en el tramo final y horrorizado por cómo lo pagaría el domingo, pero no quedaba otra. Mi único consuelo era que los demás tenían que estar sufriendo también lo suyo. Así acabó siendo, ya que hubo una verdadera escabechina de participantes. En ninguna otra prueba en la que hubiese participado había habido tantos abandonos en términos absolutos como en aquella (en términos relativos, con los pocos que participamos, ya ni te cuento).

Pero no estamos en el hilo de las epopeyas, así que avanzaré el relato hasta el último avituallamiento, aproximadamente a una hora de meta. Me dice uno de la organización:

—¡Muy bien! Vas tercero.

—¿¿De veras?? —No me lo podía creer.

—¡Sí! —respondió otro señalándome hacia adelante—. Los dos primeros van por allí. Si vas rápido, los puedes adelantar. ¡Vamos!

—Vamos —repetí medio riendo.

"Allí" era tan lejos que ni siquiera podía ver a los rivales. De todas formas, nunca me había encontrado (conscientemente) en una ocasión como aquella, y seguramente nunca me volveré a encontrar en la vida. Daba igual si el domingo quedaba último, había que intentarlo. Me puse el cuchillo entre los dientes y fui a la caza de los primeros.

Faltando todavía el trecho que faltaba, tampoco me volví loco. Empecé a acelerar progresivamente, no intentando pasar a la siguiente marcha hasta que la actual estuviese consolidada. Al cabo de un rato iba a petar igualmente, pero como mínimo que la ilusión se pudiese saborear un poco. La cercanía de la victoria da unas fuerzas adicionales, y mucho más si los rivales empiezan a distinguirse y a verse cada vez más cerca. Acabé llegando a un ritmo (como decía, no puedo hablar de velocidad al no llevar ningún medio de medirla) impensable para mí. Muy pocas veces había llegado a él entrenando y nunca lo había sostenido más de diez o quince minutos. No obstante, daba igual si el domingo no podía ni participar: había que intentarlo.

El tramo final volvía a tener una dificultad asequible. Veía acercarse lentamente el pueblo, veía acercarse más lentamente a los de delante, y sorprendentemente mantenía aquel ritmo infernal que había conseguido. Incluso cuando me pareció ver otro competidor por delante de los otros dos. ¿¿Me habían engañado los del avituallamiento?? ¿O fue un espejismo? No importaba, había que seguir a pesar de las dudas y a pesar de que el ritmo al que les comía el terreno no parecía suficiente para ganar. Casi en el pueblo nos desviaron hacia la derecha en lugar de hacernos ir en línea recta hasta la meta. En el fondo me beneficiaba porque me daba un poco más de tiempo para recortar, pero añadía incertidumbre sobre cuánto quedaba para acabar, de modo que no me hizo ninguna gracia. Luego entendí que era para que la recta de meta fuese más visible para el público. Aun así, había que continuar por si los de delante fallaban.

Aunque llegué a tener a los dos de delante casi a tocar, cuando los vi entrar en recta de meta ya tuve claro que no los pillaría. Entonces sí que reduje a una velocidad tranquila por miedo a que, después de tanta tralla, me fuese a dar un calambre en el momento más inoportuno, justo delante de toda la gente. A pesar de la persecución fracasada, a pesar de la duda de si acababa en el podio o no, la sensación durante los últimos metros fue de mucha satisfacción. Primero, por haber conocido por una vez en la vida la emoción de poder ganar. No diré la excitación del tiburón al oler la sangre porque no hubo adrenalina (tampoco creo que hubiese sido muy provechosa en una prueba de fondo), pero sí unas ganas especiales. En segundo lugar, porque el cuerpo respondió mucho mejor de lo soñado, más aun después de la inesperada paliza que le había metido previamente. Simplemente, durante la mayor parte de la prueba los de delante se habían labrado una ventaja demasiado grande como para reducirla en el trecho final.

Tras cruzar meta saludé al alcalde, a dos que había llegado antes que yo y a un campeón del mundo y medallista olímpico que la organización había invitado para la entrega de premios. Anduve un poco atontado después del esfuerzo. Además, tuve el poco tino de responder en broma "un milagro" cuando me preguntaron que qué necesitaba. No la entendieron como tal y me hicieron sentar para que un médico me hiciese un reconocimiento (me recomendó té pero no tomo estimulantes). De nada servía ya que yo dijese que estaba bien, no me dejaron moverme. Lo cierto es que al pararme comenzaron los males. Empecé a temblar de frío y la piel empezó a arderme. En el fragor de la batalla no me había dado cuenta de que la crema solar del Decathlon es UNA MIERDA y tenía la piel granate. Amabilísimamente me untaron con aloe vera y me pusieron pantalones largos (les había dado tal impresión de inutilidad que ni eso me dejaron hacer solo).

En la organización había un veterano de otro deporte que en seguida me ofreció una pastilla. La rechacé bromeando sobre el control antidopaje y el hombre, ligeramente ofendido, me dijo que eran vitaminas, que si quería mirase el prospecto. Se lo agradecí pero le informé de que no tomo suplementos. Como no se me pasaba el frío, me acompañó al interior de una cafetería donde acudió también una enfermera a ponerme en el dedo una pinza de esas que miden la saturación de oxígeno y no sé qué más. Los resultados eran correctos como era de esperar, pero el veterano seguía erre que erre (con toda la buena intención del mundo, que quede claro) con que tenía que tomar electrolitos y mil cosas más para recuperarme, mientras yo seguía erre que erre con que no hace falta. Al final acabé entrando en calor y volví a la zona de meta.

En la hora transcurrida desde mi llegada, había oído la de por lo menos dos deportistas más. Me acerqué a la chica que rellenaba la hoja de resultados (cronometraje manual) y por encima de su hombro vi que solamente había cuatro filas rellenadas, con mi nombre en la segunda.

—¿Dónde están los que faltan?

—Los retirados no los ponemos en esta lista.

—Sigue faltando gente, ¿no? Porque yo no he sido el segundo.

—Sí, has quedado segundo porque los dos primeros iban juntos —posteriormente me enteré de que eran amigos y ya habían hecho alguna otra vez eso de hacer una carrera en pareja— y por eso están los dos con el mismo tiempo.

—Ah... Entonces en realidad he quedado tercero, ¿no?

—Bueno... si lo quieres ver así...

No llegué a responder que lo veía como era. De todas formas, el tercer puesto me sabía a gloria. Uno de los tres participantes que había visto por delante cerca de meta había sido al final una alucinación. ¡Qué bien! Encima, había acabado a la menor distancia del ganador de mi vida. Ni en competiciones de menos de media hora había quedado tan cerca de cabeza.

Después de rondar un rato más por meta, me fui a la habitación a ducharme y tumbarme un poco, porque la entrega de premios no se haría hasta la noche. El veterano me propuso acompañarme en coche, ofrecimiento que también rechacé por encontrarse a menos de cinco minutos. A los pocos metros de caminar me crucé con un grupo de gente que se pusieron a aplaudirme. Sin estar seguro de si me animaban o se cachondeaban, levanté tímidamente la mano para saludar.

En la evaluación de daños llevada a cabo en la habitación, contra todo pronóstico, no destacaban los problemas musculares. Estaba físicamente agotado, sí, pero no había ningún dolor localizado. Lo que no sabía era si porque estaba bien, o porque el escozor cutáneo los hacía negligibles. En fin, me comí un paquete de galletas y me acosté. No pegué ojo por culpa de las quemaduras solares. Antes de ir a la entrega de premios me pasé por la farmacia de guardia a comprar lo que fuera (aloe vera, que era lo único que tenían).

En la entrega hubo trofeo para todos, incluso para los retirados. La única distinción para los tres primeros fue un obsequio adicional. Para tener las manos libres durante el pica pica posterior, por cierto, lo dejé en un rincón y me lo hurtaron. A última hora el ladrón devolvió el botín porque había sido uno de los dos primeros, que lo cogió pensando que era el suyo. Con el caso resuelto, me fui a dormir.

Me metí en la cama por segunda vez con la incógnita de mi estado al día siguiente. Ni había realizado ningún estiramiento de los que había planificado, ni sentía el destrozo interno habitual después de un sobreesfuerzo, ni había comido tanto como pretendía, ni las quemaduras parecían dispuestas a darme descanso. En fin, ya se vería.

El domingo me levanté a las siete y pico. Sin haber descansado bien, por lo menos el sueño no había sido tan malo como me temía. Físicamente estaba parecido, con el único dolor el cutáneo y sin necesidad de estirar. Sobre las 9 fui a ver las carreras infantiles. Las de adultos no estaban programadas hasta las 10:45 y en ese rato me encontré con algunos de los participantes del sábado. Ninguno se había animado a repetir y solo uno me dijo que me envidiaba (porque su mujer iba a participar en las del domingo y él se tenía que quedar a cargo de su hijo). Mientras me embadurnaba nuevamente con la MIERDA de protección solar del Decathlon (la única que tenía), vino uno con el que había charlado antes y me dijo que su mujer quería saludarme. Ella me extendió la mano y le advertí:

—Te voy a pringar con la crema.

—Da igual. Estás loco, ¿eh?

—Un poco.

Yo desde luego no tenía ganas de volver a competir, pero tampoco me iba a rajar sin intentarlo. La del domingo tampoco era nada del otro mundo (el primero la completaría en unas dos horas) y ya otras veces había hecho dos y tres competiciones en un mismo fin de semana. Con mucha menos caña el sábado, pero en peor estado antes de la salida.

La organización falló bastante con los horarios dominicales y al final se dio la salida más cerca de las doce que de las once. Juntaron las tres carreras de adultos en una única salida, porque los recorridos eran de ida y vuelta por el mismo camino, con la diferencia de que en cada una se daba media vuelta en un punto u otro. Tampoco me gustó eso porque al principio había mucha gente. Pasado el caos inicial, me sorprendí al sentir el cuerpo bastante bien. Solamente me faltaba una puntita de velocidad que tampoco iba a querer utilizar hasta el tramo final. Por lo demás, ni molestias ni dolores.

Esta vez sí cogí el reloj y cuando llegué al punto de giro en una hora y cinco minutos aluciné porque las buenas sensaciones se confirmaban en el cronómetro. Lástima que la alegría dure poco en casa del pobre y apenas girar se acabó la magia. Una ligera brisa que no había notado en la ida pero que seguramente me había ayudado soplaba ahora en contra. El ritmo se me rompió, mentalmente me bloqueé y los músculos declararon el final de la fiesta. Aunque objetivamente la vuelta no fue tan pésima (diez minutos más que la ida), a mí se me hizo un mundo.

Sin fuerzas, sin ganas, el regusto al cruzar meta fue opuesto al del día anterior. Allí me recibió efusivamente una desconocida con gafas de sol. Después de darme dos besos caí en que era la ganadora femenina del sábado, que se acababa de enterar de que doblabla. Yo habría querido darle más besos, comer con ella, mirar las estrellas cogidos de la mano, casarnos, tener hijos y nietos juntos. Sin embargo, cuando uno que estaba allí me dijo "y ahora a comer, ¿no?", lo único que me salió fue "pues no tengo mucha hambre". Y se me escapó la chavala.

El veterano volvía a estar repartiendo brebajes y nuevamente fue muy servicial conmigo, aunque con menos insistencia tras mi tozudez del día anterior. No pude evitar pincharle un poco antes de irme:

—¿Has visto como no hacen falta todas esas cosas?

—¡Discrepo!

Me limité a reír porque no es algo opinable sino recién demostrado. Para hacer deporte y no ganar, basta una alimentación convencional. Quien quiera tomar suplementos que lo haga, pero sin el argumento ridículo de que, si no, no se puede.

Por ir acabando, me llamó la atención que el error de la que llevaba la clasificación fuera bastante generalizado. Estuve hasta el lunes en la zona y un par de veces me presentaron como el que había quedado segundo.

—No, no, tercero —corregía yo inmediatamente.

—Pero los dos primeros iban juntos —me replicaba quien presentaba a las partes.

—Bueno, pero llegué el tercero.

—Mmm... —con cara de no quedar convencido.

Con tres o cuatro distintos que conocían los resultados, la conversación tipo fue parecida:

—Felicidades por tu segundo puesto.

—Muchas gracias, pero fui tercero.

—No, segundo, porque los primeros llegaron juntos.

—Pero eran dos, por tanto yo llegué el tercero.

—Bueno, pero hiciste el segundo mejor tiempo.

—Eso sí, pero llegué en tercera posición.

—Bueno, entonces felicidades por el segundo tiempo y el tercer lugar.

—Gracias...
 
Última edición:
Me he tenido que leer todo del tirón y está jugando el Atleti, no tienes perdón de Dios, ♪ioputa♫

Por fin un ultraortodoxo de la pureza del deporte.
♪ioputa♫, insisto.

Me asalta una duda foril:
¿ Los dos que te precedieron eran pareja SI H0M0?

K♂rma y dieses, a lot of dieses.
 
Porque tanto secretismo con el deporte que practicas?

Me cago en tu vida.
 
Hombre, yo me le imagino corriendo, si fuera ciclista habría dado por saco con que si el piñón, la cadena, la juntalatroczzzzz... Bueno, que te voy a decir a ti.

Me lo he leído todo del tirón, hijoputa, por un día que eres famoso ibas despreciando a la plebe. Tienes mi laik.
 
Porque tanto secretismo con el deporte que practicas?

Me cago en tu vida.
Hace muchos años, muchos. Antes incluso que el origen de este user.
Le juro ante la tumba de Arteche Gómez que leí en un post (me parece que en el Retards, mas no se concretar más) que el pana Pastanaga era mujer (sin rabo) y que era novia suya de usted.

K♂ma retroforil
 
Me asalta una duda foril:
¿ Los dos que te precedieron eran pareja SI H0M0?

Oficialmente no porque uno de ellos era el que al día siguiente no repitió porque era el turno de su mujer (que estaba bastante bien, por cierto). Cosa que no quita que, ahora que lo dices, no me habría sorprendido de ninguno de los dos que les fuese el bujarreo esporádico o permanente.
 
Obrigado por la respuesta caro pana @pastanaga , no podría conciliar el sueño sin despejar esa duda.

Mas permítame que insista:
¶ioputa¶

Ka®ma y mil dieses
 
TL;DR No hay que desentenderse de los resultados.



Hacía unos años que tenía en el punto de mira una de las mejores pruebas del mundo y al final de la temporada pasada me vi en el punto de asaltarla. Lo de ser de las mejores lo digo porque sale en una lista de internet de las cien mejores, tampoco se vaya a flipar nadie con que sea lo más de lo más. En cualquier caso, el trato a los finalizadores, del primero al último, es de verdaderos héroes y existía antiguamente un vídeo que me ponía la piel de gallina cada vez que lo visionaba. El cupo de participantes es de una veintena y la selección se basa en una variedad de criterios. Teniendo en cuenta el elenco de los últimos años, no albergaba dudas de que sería elegido, así que concentré toda mi preparación del año para ella. Meses antes de iniciar el período de inscripción ya estuve persiguiendo a los organizadores para que mi interés decantase su elección en caso de duda.

Por su parte, en cambio, no hay el mismo afán (y eso que no son andaluces) y me costó mucho que me hicieran caso. A los participantes los tratan de lujo, pero a los candidatos, como a morralla. Ni siquiera respetan los plazos que ellos mismos fijan. Publicaron la lista de escogidos con casi una semana de retraso y a apenas cuarenta días de la fecha de celebración. Al repasarla y no verme, no pude reprimir un facepalm con carcajadas. No solo no iba a cumplir el objetivo perseguido durante años, sino que encima había descartado otras competiciones para tomar parte en aquella.

Después de unas horas de reflexión, cancelé las vacaciones que ya tenía solicitadas con meses de antelación e inicié la búsqueda de alternativas. Tras varios días de rastreo, descartando las que no estuviesen disponibles y las que no me motivaban, solo quedó una. Tenía algunos factores negativos. Por ejemplo, se celebraba ocho semanas después que la inicial. Eso me permitía entrenar mejor (la verdad es que no estaba muy satisfecho con mi preparación física), pero me daba mucha pereza alargar la temporada tanto. Su longitud era, además, un 25% mayor que la que yo quería hacer. Aunque proporcionalmente sea lo mismo, no hay que imaginarlo como el salto de 8 km a 10 de Apofis, sino más bien como si Asaltagradas pasara de 80 km a 100. Es más, la que quería hacer ya era más larga que mi máximo hasta entonces, por lo que en realidad era un 50% más larga que mi tope anterior (en el ejemplo anterior, como pasar de 80 a 120). No había garantía de que pudiese completarla.

El cupo era aún más limitado que el otro, puesto que se restringe a una quincena de participantes. Sin embargo, no tiene tanta fama y la competencia es menor. Poco después de inscribirme recibí la confirmación. Si me hubiesen preguntado hace quince años si alguna vez estaría metido en algo de aquellas dimensiones, habría contestado rotundamente que imposible. Por aquel entonces, sin duda lo habría sido.

Por cierto, para que rabien los subnormales, mencionaré que en las reglas se pide a los extranjeros que lleven una bandera de su país. Educadamente, les dije que una polla como una olla. Me respondieron que no pasaba nada.

La penúltima semana tuve ligeros problemas musculares que me dispararon los temores. El tiempo máximo para completar la prueba era en principio asequible, pero todos los años hay dos o tres que no pueden terminar. Puede parecer muy poco, pero no estamos hablando de una competición en la que se apunte el típico Naxo flipadete que en su primer año ya se quiere comer el mundo. Se puede completar a ritmo tranquilo, sí. Pero como tengas un problema físico, o es al final o no da tiempo a "arrastrarse" hasta meta.

La inscripción incluye pensión completa en hotel de cuatro estrellas. Coincidí desde dos días antes con un participante hispanoamericano al cual llamaremos Facundo. Viajaba con su familia, que por cuestiones idiomáticas se me acercaban en las comidas, de modo que tuve cierto trato con ellos. Con el resto de participantes no coincidí hasta el briefing. Allí se nos informó de que había habido dificultades durante la promoción y tras alguna baja de última hora solamente seríamos ocho: cuatro nacionales, una norteamericana, un balcánico, Facundo y servidor. Facundo tuvo aspiraciones de victoria hasta entonces. A algunos ya los conocía de otros encuentros por el mundo y había un fuera de serie que iba a arrasar, así que ya supo que quedaría segundo. Por si no se sabe, en pruebas tan poco masificadas no es raro que haya clasificación única, sin distinción de raza, edad o sexo. Este era el caso.

Por mi parte, me vi último. En quince siempre entran algunos veteranos que a ritmo seguro pero lento copan la parte final de la clasificación. En esos ocho, en cambio, el veterano era yo. Pelearía por evitar el farolillo rojo con una chica con la que había coincidido una vez. Llamémosle TP1. Aunque esa primera vez había quedado por delante de ella, TP1 tenía experiencia en carreras (casi) tan largas como aquella, mientras que yo no. Hay en YouTube un vídeo en el que salimos los dos un rato. Con esa excusa, vencí mi asocialidad y la saludé al final de briefing. Además de guapa, resultó ser simpatiquísima. Mientras hablábamos, elucubré diversos planes para raptarla y encerrarla en mi casa para siempre.

En la salida, hice todo lo posible por no fijarme en los demás, porque no quería forzar más de lo programado pensando que si apretaba un poquito podía ponerme sexto o tercero o lo que fuese. En una carrera con tan poca gente, no enterarse al principio de cuántos van delante y cuántos detrás requiere bastante esfuerzo. La ruta era de ida y vuelta, aunque uno solamente se cruzaba con los rivales en la parte del giro. De este modo, superado el rato inicial en el que todos están cerca, se hace fácil despreocuparse de la posición.

La primera mitad se me pasó volando. Iba como de costumbre sin reloj, y al interno las horas le pasaron como si nada. Más o menos por la tercera parte del total, me encontraba entre el balcánico y la americana. La tía me adelantó poco a poco, a lo que yo no respondí. Me encontraba bien pero quedaba demasiado por delante como para cambiar de ritmo.

Mentalmente, me afectó más que al cabo de un rato me alcanzase TP1. Empecé a mirar para atrás, buscando sin fortuna posibles participantes más rezagados. Al ponerse los organizadores a desmontar un tenderete a nuestro paso, comprendí que éramos los últimos. Por ser una posibilidad ya considerada no dejó de fastidiarme un poco.

No fuimos mucho tiempo uno al ladito del otro. Su ritmo era mejor que el mío y me dejaba atrás. No obstante, era bastante estricta con su plan de carrera y realizaba paradas mucho más a menudo que yo, lo que me permitía adelantarla. Me superaba, y vuelta a empezar. Así llegamos hasta mitad de carrera. Los otros dos no estaban muy lejos. Por la honrilla, aceleré para no pasar último por el punto de giro. Lo conseguí con un par de metros de ventaja sobre TP1, a costa de exprimir los músculos más de la cuenta. La tontería me pasó factura y a partir de ahí los tres se me fueron alejando progresivamente.

Del mismo modo que la ida se me pasó en seguida, la vuelta fue eterna. Como si las horas que me faltaron en una mitad las hubiesen pasado ala otra. Físicamente no estaba nada cómodo; psicológicamente, ser el último me pesaba demasiado. También hubo períodos de disfrute, porque da tiempo de todo, pero fueron los menos. Abundaron más las dudas sobre llegar fuera de control, las ganas de retirarse y las esperanzas de que sucediese algo grave que obligase a cancelar la prueba. No ayudó tampoco que dos o tres veces apareciesen los servicios médicos preguntando qué tal iba. Les levantaba los pulgares para indicar que bien, aunque con los ojos les pedía que me pegasen un tiro.

Como no hay mal que cien años dure, a fuerza de paciencia acabó llegando la meta. En realidad, hasta relativamente cerca de ella no acabé de perder de vista definitivamente a todos los de delante. A falta de una hora no estarían más lejos que lo que estaban el año pasado los primeros. Esta vez sin embargo no tenía ni las sensaciones ni la motivación de entonces, y no intenté la remontada.

Absurdamente, lo que sí que hice los últimos cinco minutos fue "esprintar". Recopilé todas las fuerzas que me quedaban y las gasté a ritmo máximo posible. El cuerpo tuvo el detalle de responder positivamente. Posiblemente fui el participante que recibió más aplausos, no por merecerlos sino porque mi llegada coincidió con la salida de unas carreras populares que retuvieron para dejarme acabar. Los ánimos seguramente eran "vamos, que queremos salir nosotros".

Al cruzar meta, colocan a todos los participantes (también al último, como en los Special Olympics) de la carrera larga una corona de laurel como reconocimiento de la gesta y bla, bla, bla. Más pidiendo paso para tomar asiento que agradeciendo el reconocimento, asentí con la cabeza y me hicieron un pasillo. En la zona de descanso ya solo quedaba TP1. Los demás ya se habían ido al hotel, empezando por el ganador que, según me enteré después, me sacó más de cuatro horas. No teníamos fuerzas más que para saludarnos dándonos la mano. Tras un poco de reposo, me di cuenta de que jadebaba, y no era del acelerón final, y de que me temblaba el cuerpo, y no era de frío. Empezaban las consecuencias físicas del esfuerzo. El principal efecto es esa sensación difícil de describir en la que no duelen los músculos sino las entrañas.

TP1 se fue al hotel y no mucho después hice yo también un pensamiento. Una tía cachonda (no sexualmente, aunque quizás también) que había estado por allí bromeando conmigo me enseñó la hora y me sorprendió lo pronto que era. Restando el ratillo que había estado recuperándome, mi tiempo tenía que haber sido relativamente decente. La media era incluso mejor que el año pasado, si bien hay que aclarar que este había sido mucho más larga pero también menos dura. Decliné la ayuda que me ofreció porque el hotel estaba al lado y con pasitos cortos me fui para allí. Esperando el ascensor sentí la fiebre de rigor. Me duché y me metí en la cama. Tapado no tenía frío, pero cada vez que me movía para cambiar de postura, el aire removido me provocaba escalofríos. Así pasaría toda la noche, con el paréntesis de la entrega de premios.

Salí hacia ella abrigado. Se realizaba en una pista deportiva con todos los que habían participado en las pruebas juveniles y populares. Me busqué una zona vacía de la grada para estirarme tranquilo mientras llegaba nuestro turno, que era al final de todo. Fueron llamándonos por orden, y me sorprendió que el cuarto nombre fuese el de TP1. Aún más, que el siguiente fuese yo. ¿Y los otros de delante? Como no llamaron a nadie más detrás de mí, comprendí que estarían tan destrozados que avisaron y pasaron de ir. Al finalizar saludé a Facundo, a quien no había visto desde la salida. Me dijo:

—Ah, pues al final has quedado bastante bien, ¿no? ¡Quinto!

—No, no, he sido el último. Tres no se habrán presentado por alguna razón, pero he acabado por detrás de todos.

A continuación sirvieron pasta y algo de pica pica. No lo sé bien porque no comí nada. Tenía el estómago cerrado y lo único que consumí fueron un par de cocacolas. Ya durante la competición había ingerido poquísimo. Facundo por ejemplo había llevado la cuenta, y se metió más del quíntuplo que yo. Debe de pesar más en meta que en la salida.

También charlé con TP1, aunque no de la clasificación. Me ofreció llevarme en coche hasta el aeropuerto el día siguiente, pero yo aprovechaba el viaje para hacer turismo por el país y continuaría en dirección opuesta. Le di un par de productos de la tierra obsequiados por la organización ya que no podría subirlos al avión cuando regresase. Mis pensamientos en esta ocasión no pasaban de imaginarme que me cuidaba poniéndome paños húmedos en la frente. Mi estado no daba para más.

Dos semanas después, yo ya estaba en casa pero la organización todavía no había publicado los resultados de este año. Comprobé que con el tiempo aproximado que había hecho, en todas las ediciones pasadas habría quedado en la zona media. Curioseé en YouTube y encontré el vídeo de un tío llegando a meta más de una hora después que yo. ¿¿Cómo?? Revisé que fuese 2018 y parecía que sí. Mosqueado, rebusqué por la internete y di con dos páginas distintas que incluían la misma clasificación. En ella, TP1 era cuarta; yo la seguía con un tiempo similar al supuesto; dos más habían llegado bastante más tarde que yo; la americana se había retirado. Hostia... Pues al final sí que había quedado quinto.
 
Normal que no quieras decir ni qué deporte practicas, con tan pocos inscritos te íbamos a fichar enseguida. Enhorabuena por terminar la distancia que fuera y esas cosas. Al menos ya te han soltado de lo del intento de asesinato del rey, no?
 
Normal que no quieras decir ni qué deporte practicas, con tan pocos inscritos te íbamos a fichar enseguida. Enhorabuena por terminar la distancia que fuera y esas cosas. Al menos ya te han soltado de lo del intento de asesinato del rey, no?

Yo creo que es ajedrez.
 
Última edición:
Todo bien hasta llegar a ese conceto de "esprintar al final"
Pana @pastanaga , es usted un globero y lo sabe, ¶ioputa¶.

Por lo demás , dieses:
tanto de la EPOpeya en si, como de la crónica.

Ka®ma y agujetas en el diodeno
 
Todo bien hasta llegar a ese conceto de "esprintar al final"
Pana @pastanaga , es usted un globero y lo sabe, ¶ioputa¶.

Supongo que lo relacionas con los últimos metros de los "runners" en las maratones. Lo puse entre comillas porque no fue un esprint de esos, sino un aumento del ritmo por encima del de crucero, sin llegar al umbral anaeróbico. Si no, no lo habría podido alargar tanto. Fue ridículo porque no tenía influencia significativa ni en la posición ni en el tiempo total.

Y si me hubiese lesionado tampoco habría pasado nada. No he participado en otra prueba desde entonces, y es posible que no lo vuelva a hacer más, así que una pequeña lesión no habría sido muy perjudicial deportivamente.
 
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