Libros LOS POETAS MALDITOS

Jacques de Molay

RangoFreak total
Registro
2 Nov 2003
Mensajes
18.013
Reacciones
8
Este es un hilo para los poetas malditos: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y pocos más. Está reservado el derecho de admisión.

Empiezo con unas muestras del Divino Arthur Rimbaud, para que nos pongamos en situación, después ya comentaremos la grandeza y las miserias de estos asesinos:

LA ESTRELLA LLORÓ ROSA

La estrella lloró rosa al corazón de tus orejas,
el infinito rodó blanco de tu nuca a tu espalda,
el mar adornó con perlas rojas tus senos bermejos
y el hombre sangró negro en tu flanco soberano.



EL DURMIENTE DEL VALLE

Es una hondonada de verdor donde canta un río
prendiendo locamente en la hierba jirones
de plata; donde el sol, de la montaña orgulloso,
brilla: es un pequeño valle que riela de luz.

Un soldado joven, boquiabierto, la cabeza desnuda,
y la nuca bañada por el fresco berro azul,
duerme; está tendido sobre la hierba, bajo el cielo,
pálido sobre su lecho verde donde llueve la luz.

Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriente
como sonreiría un niño enfermo, está soñando:
Naturaleza, acunalo con calor, tiene frío.

Los perfumes no hacen vibrar sus orificios nasales.
Duerme bajo el sol, la mano sobre su pecho,
tranquilo. Hay dos agujeros rojos en su costado derecho.

(Octubre 1870)



EL MAL

Mientras los escupitajos rojos de la metralla
silban todo el día en el infinito del cielo azul;
mientras escarlatas o verdes, junto al rey burlón
se desploman en masa los batallones bajo el fuego;

mientras una espantosa locura machaca
y hace de cien millares de hombres una pila humeante
- ¡Pobres Muertos!, en el verano, en la yerba, en tu alegría,
¡Oh, Naturaleza!, tú que hiciste a estos hombres santamente-,

Hay un Dios que se ríe de las telas adamascadas
de los altares, del incienso, de los grandes cálices de oro;
un Dios que con el balanceo de los hossanas se duerme

y sólo se despierta cuando algunas madres, recogidas
en su angustia y llorando bajo su vieja toca negra,
le dan una perra gorda liada en su pañuelo.


ORACIÓN DE LA TARDE

Como un ángel en manos del barbero, sentado
Vivo. Y empuño una jarra de acentuadas estrías.
Una pipa en los dientes y el epigastrio inflado,
En el aire que surcan inciertas travesías.

Como las heces cálidas de un palomar vetusto,
Mil sueños en mí dejan una dulzura ardiente:
Y así mi corazón es como un triste arbusto
Que tiñen rojas gotas de un oro incandescente.

Y una vez que a mis sueños me los volví a beber,
Cauto, después de treinta o cuarenta festejos,
A calmar me retiro el acre menester.

Dulce como el Señor del cedro y los hisopos,
Meo hacia el cielo pardo, muy arriba y muy lejos,
Con la equiescencia de los grandes heliotropos.


MÍSTICA

En la pendiente del terraplén, los ángeles cambian sus túnicas de lana en los pastos de acero y de esmeralda.
Prados de llamas saltan hasta la cima del cerro. A la izquierda, la tierra del borde está pisoteada por todos los homicidios y todas las batallas, y todos los ruidos desastrosos siguen su curva. Detrás del borde de la derecha, la línea de los orientes, de los progresos.
Y, mientras, la franja superior del tablero está formada por el rumor giratorio y saltante de las caracolas marinas y de las noches humanas.
La dulzura florida de las estrellas y del cielo y de todo lo demás desciende ante el terraplén, como una cesta -contra nuestro rostro-, y forma el abismo fragante y azul allá abajo.


AURORA

Abracé a la aurora del verano.
Nada se movía aún en la faz de los palacios. El agua estaba muerta. Los campos de sombras no abandonaban el camino del bosque. Anduve, y despertaron los hálitos vivientes y tibios, y las piedras preciosas miraron, y las alas se alzaron sin ruido.
La primera aventura fue, en el sendero ya henchido de frescos y pálidos destellos, una flor que me dijo su nombre.
Reí al salto de agua rubio que se desgreñó a través de los abetos: en la cima plateada reconocí a la diosa.
entonces retiré uno a uno los velos. En el camino, agitando los brazos. A través de la llanura, donde la denuncié al gallo. En la gran ciudad, ella huía entre los campanarios. Y las cúpulas, y yo la perseguí corriendo como un mendigo sobre los muelles de mármol.
En lo alto del camino, cerca de un bosque de laureles, la rodeé con sus velos amontonados y sentí algo de su inmenso cuerpo. La aurora y el niño cayeron al pie del bosque.
Al despertar era mediodía.
 
Acababa de comentar algo sobre ello en el otro hilo :)

Gracias por abrirlo, esta tarde traigo algunos de mis preferidos.
 
De las flores del mal.

UNA MARTIR

Dibujo de un maestro desconocido

En medio de frascos, telas sedosas,
y muebles voluptuosos,
de mármoles, pinturas, ropas perfumadas,
que arrastran los pliegues suntuosos,

en una alcoba tibia como en un invernadero,
donde el aire es peligroso y fatal,
dónde lánguidas flores en sus ataúdes de cristal
exhalan su suspiro postrero,

un cadáver sin cabeza derrama, como un río,
en la almohada empapada,
una sangre roja y viva, que la tela bebe
con la misma avidez que un prado.

Parecida a las tétricas visiones que engendra la oscuridad
y que nos encadenan los ojos,
la cabeza, con la masa de su crin sombreada,
y de sus joyas preciosas,
en la mesilla de noche, como una planta acuática,
reposa, y, vacía de pensamientos,
una mirada vaga y blanca como el crepúsculo
escapa de sus ojos extraviados.

En el lecho, el tronco desnudo, sin pudor,
en el más completo abandono, muestra
el secreto esplendor y la belleza fatal
que la naturaleza le donó.

Una media rosada, adornada con hilo de oro, en la pierna
ha quedado cual recuerdo.
La liga, al igual que un ojo secreto que llamea,
lanza una mirada diamantina.

El singular aspecto de esta soledad
y de un gran retrato voluptuoso,
de ojos provocativos como su actitud
revela un amor tenebroso,

una culpable alegría y fiestas extrañas,
llenas de besos infernales,
que regocijarán a los ángeles malos
nadando entre cortinas y chales.

Sin embargo, al ver la esbeltez elegante
del hombro y su trazo quebrado,
la cadera levemente afilada, y la cintura ágil
lo mismo que un reptil irritado, se advierte
que ella es joven aún. -Su alma exasperada
y sus sentidos mordidos por el tedio,
żse habían entregado a la jauría enfurecida
de deseos errantes y perdidos?


El hombre vengativo al que no pudiste, viviendo,
a pesar de tanto amor, aplacar,
żsació en tu carne, inerte y complaciente,
toda la inmensidad de su deseo?


ˇResponde, cádaver impuro! żPor tus rígidas trenzas
te levantó con brazo febril?
Dime, cabeza horrible, żen tus fríos dientes
hay aún sus últimos adioses?


-Lejos del mundo burlón, lejos de la multitud impura,
lejos del magistrado curioso,
duerme en paz, duerme en paz, extraña criatura,
en tu sepulcro misterioso;
tu esposo corre el mundo, y tu forma inmortal
vela junto a él cuando duerme;
lo mismo que tú sin duda te será fiel
y constante hasta la muerte
 
Estos cabrones lograron ser sublimes sin interrupción. Y la sífilis y la absenta se los llevaron al Elíseo.

"Las flores del mal" y "Una temporada en el infierno" están entre los libros que más han marcado mi vida.

Además, me persiguen en los actos nimios de mi vida. "Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la injurié." Muahahahaha.
 
Después de estos preludios, entraré en materia con el precursor.

Pierre François Lacenaire (1803-1836), poeta y asesino, que terminó sus días en el cadalso.

lacenaire.jpg


Sólo he podido leer muy poca cosa de él. Aunque guardé en mi memoria este fragmento:

"Me río de vuestros dioses y vuestras viles miserias, mi alma se perdió de niña en la oscura noche del mundo, pero no fue nunca perversa y los tristes la bendijeron. Hay virtud en mi corazón, una virtud que no es la vuestra."

Toda una declaración de intenciones. Los que vinieron después de él inconscientemente la hiceron su divisa.
 
Jacques de Molay rebuznó:
Estos cabrones lograron ser sublimes sin interrupción. Y la sífilis y la absenta se los lleveron al Elíseo.

"Las flores del mal" y "Una temporada en el infierno" están entre los libros que más han marcado mi vida.

Además, me persiguen en los actos nimios de mi vida. "Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la injurié." Muahahahaha.

Hijos de Puta, los cabrones sabían chuparse la vida a tragos.
 
snow rebuznó:
Jacques de Molay rebuznó:
"Hay virtud en mi corazón, una virtud que no es la vuestra."

Me quedo con esto, es demoledor.

A mí es lo que se me quedó marcado también. Lo encuentro bestial y más viniendo de un asesino múltiple.

Ese verso lo asumo como grito de guerra. Parece haber sido escrito para mí.
 
Que hilo, Baudelaire me obsesionó durante mi adolescencia...buf!
 
Ahora no estoy para escribir nada profundo, pero os pego el poema de Rimbaud:

Fotos01.jpg


VOYELLES

A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu : voyelles,
Je dirai quelque jour vos naissances latentes :
A, noir corset velu des mouches éclatantes
Qui bombinent autour des puanteurs cruelles,

Golfes d'ombre ; E, candeurs des vapeurs et des tentes,
Lances des glaciers fiers, rois blancs, frissons d'ombelles ;
I, pourpres, sang craché, rire des lèvres belles
Dans la colère ou les ivresses pénitentes ;

U, cycles, vibrement divins des mers virides,
Paix des pâtis semés d'animaux, paix des rides
Que l'alchimie imprime aux grands fronts studieux ;

O, suprême Clairon plein des strideurs étranges,
Silences traversés des Mondes et des Anges :
- O l'Oméga, rayon violet de Ses Yeux !


VOCALES

A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales,
diré algún día vuestros nacimientos latentes:
A, negro corsé velludo de las moscas brillantes
que zumban alrededor de hedores crueles,

golfos de sombra ; E, candor de los vapores y de las tiendas,
lanzas de los glaciares orgullosos, reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpura, sangre escupida, risa de labios bellos
en la cólera o en las borracheras penitentes;

U, ciclos, vibraciones divinas de los mares verdosos,
paz de las dehesas sembradas de animales, paz de las arrugas
que la alquimia imprime en las grandes frentes estudiosas;

O, supremo clarín lleno de estridencias extrañas,
silencios atravesados por mundos y por ángeles:
-O el Omega, ¡rayo violeta de sus ojos!


A ver si captáis el significado profundo (alquímico) del poema.
 
Otro más. Seguro que esa embriaguez os es familiar. Mañana más de uno se sentirá igual.

enfant.JPG


MATINÉE D'IVRESSE

Ô mon Bien ! Ô mon Beau ! Fanfare atroce où je ne trébuche point ! Chevalet féerique ! Hourra pour l'œuvre inouïe et pour le corps merveilleux, pour la première fois ! Cela commença sous les rires des enfants, cela finira par eux. Ce poison va rester dans toutes nos veines même quand, la fanfare tournant, nous serons rendus à l'ancienne inharmonie. Ô maintenant, nous si dignes de ces tortures ! rassemblons fervemment cette promesse surhumaine faite à notre corps et à notre âme créés : cette promesse, cette démence ! L'élégance, la science, la violence ! On nous a promis d'enterrer dans l'ombre l'arbre du bien et du mal, de déporter les honnêtetés tyranniques, afin que nous amenions notre très pur amour. Cela commença par quelques dégoûts et cela finit, - ne pouvant nous saisir sur-le-champ de cette éternité, - cela finit par une débandade de parfums.
Rire des enfants, discrétion des esclaves, austérité des vierges, horreur des figures et des objets d'ici, sacrés soyez-vous par le souvenir de cette veille. Cela commençait par toute la rustrerie, voici que cela finit par des anges de flammes et de glace.
Petite veille d'ivresse, sainte ! quand ce ne serait que pour le masque dont tu nous as gratifiés. Nous t'affirmons, méthode ! Nous n'oublions pas que tu as glorifié hier chacun de nos âges. Nous avons foi au poison. Nous savons donner notre vie tout entière tous les jours.
Voici le temps des ASSASSINS.



Mañana de embriaguez

¡Oh mi Bien! ¡Oh mi Belleza! ¡Fanfarria atroz en que no vacilo! ¡Caballete mágico! ¡Hurra por la obra inaudita y el cuerpo maravilloso, por la primera vez! Comenzó bajo las risas de los niños, terminará con ellas. Ese veneno permanecerá en todas nuestras venas aun cuando, al girar la fanfarría, seamos devueltos a la antigua inarmonía. ¡Oh, ahora, nosotros, tan dignos de esas torturas!, ¡reunamos fervientemente esta promesa sobrehumana hecha a nuestro cuerpo y a nuestra alma creados: esta promesa, esta locura!

¡La elegancia, la ciencia, la violencia! Se nos ha prometido sepultar en la sombra el árbol del bien y del mal, desterrar las honestidades tiránicas, para que conduzcamos nuestro purísimo amor. Comenzó por ciertas repugnancias y termina -al sernos imposible poseer de inmediato esa eternidad- con una desbandada de perfumes.

Risa de los niños, discreción de los esclavos, austeridad de las vírgenes, horror de los rostros y los objetos de aquí, consagrados seáis por el recuerdo de esta vigilia. Comenzaba con toda la grosería, he aquí que termina con ángeles de llama y de hielo.

¡Pequeña vigilia de embriaguez, santa! aunque sólo fuera por la máscara que nos has dado como premio. ¡Te afirmamos, método! No olvidamos que tú glorificaste ayer cada una de nuestras edades. Tenemos fé en el veneno. Sabemos dar nuestra vida entera todos los días.

He aquí el tiempo de los Asesinos.


Y he aquí la tumba del poeta:
rimbaud.JPG
 
Isidore Ducasse, con el pseudónimo de Conde de Lautreamont, muerto a los 22 años en extrañas circunstancias, nos dejó como todo legado un puñado de poesías y los estremecedores Cantos de Maldoror:

ducasse.jpg


Un fragmento:

Canto I
Estrofa V


He visto durante toda mi vida, sin encontrar una sola excepción, a los seres humanos de hombros estrechos ejecutar actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes, y pervertir a las almas por todos los medios. Justifican sus acciones con un nombre: la gloria. Al presenciar tales espectáculos quise reír como los otros; pero ello, imitación extraña, no fue posible. Tomé un cuchillo cuya hoja tenía un filo muy agudo, y hendí mi carne en los sitios donde se unen los labios. Por un instante creí haber logrado mi objeto. Contemplé en un espejo esa boca lacerada por mi propia voluntad. ¡Qué equivocación! La sangre que manaba profusamente de las dos heridas impedía, por otra parte, distinguir si realmente se trataba de la risa de los otros. Pero al cabo de algunos instantes de comparación, comprobé que mi risa no se parecía a la de los humanos, más bien dicho, que yo no reía. He visto a los ombres con feas cabezas y con ojos terribles hundidos en las oscuras órbitas, superar la dureza de la roca, la rigidez del acero fundido, la crueldad del tiburón, la insolencia de la juventud, la furia insensata de los criminales, las traiciones del hipócrita, a los comediantes más extraordinarios, la fortaleza de carácter de los sacerdotes, y a los seres más ocultos para el exterior, los más frios de los mundos y del cielo; hostigar a los moralistas para que descubran su corazón, y hacer recaer sobre ellos la cólera implacable de las alturas. Los he visto todos a un tiempo, unas veces el puño más robusto dirigiéndose al cielo igual que el de un niño ya perverso contra su madre, al parecer azuzados por algún espíritu infernal, con los ojos repletos de un remordimiento lancinante y a la vez rencoroso, guardando un silencio glacial, sin atreverse a expresar las vastas e ingratas meditaciones que coijan sus pechos , tan llenas están de injusticia y de horror, y entristeces así de compasión al Dios misericordioso; otras veces, en cualquier momento del día, desde que comienza la infancia hasta que acaba la vejez, mientras derramaban increíbles anatemas, que no tenían el sentido corriente, contra todo lo que respira, contra sí mismos y contra la Providencia, prostituir a las mujeres y a los niños, y deshonrar así las partes del cuerpo consagradas al pudor. Entonces los mares levantan sus aguas que arrastran a sus abismos los maderos; los huracanes y los terremotos derriban las casas; la peste y las enfermedades más diversas diezman a las familias suplicantes. Pero los hombres no lo advierten. También los he visto enrojecer o palidecer de vergüenza por su conducta en esta tierra; excepcionalmente Tempestades hermanas de los huracanes, firmamento azulado cuya belleza no acepto, mar hipócrita imagen de mi corazón, tierra de seno misterioso, habitantes de las esferas, universo entero, Dios que lo has creado con esplendor, a ti te invoco: muéstrame un hombre bueno... Pero en ese caso, que tu gracia decuplique mi vigor, pues ante el espectáculo de un monstruo tal, puedo morir de asombro; por mucho menos se muere.
 
Uno de los libros más "malditos" de la historia es Manuscrito encontrado en Zaragoza, del conde Jan Potocki, he aquí una historia completa de esta obra maestra de la literatura gótica. Como curiosidad decir que el Conde se suicidó con una bala de plata que hizo el mismo con una cucharilla y que mandó bendecir a su párroco. Su libro nunca se llegó a publicar entero y fue objeto de una caza-reconstrucción durante todo el siglo XX por parte de estudiosos ingleses y franceses que pudieron recuperar el libro entero del olvido.

edmu.jpg


Historia del comendador de Toralva

Entré en la orden de Malta antes de haber salido de la niñez, pues pertenecía a la Escuela de Pajes. A los veintiséis años, gracias a las protecciones que tenía en la corte, el gran maestre me confirió la mejor comendadoría de la lengua de Aragón. Podía pues, y puedo aún, aspirar a las primeras dignidades de la orden. Pero como sólo se las alcanza a una edad avanzada, y hasta tanto llegan yo no tenía absolutamente nada que hacer, seguí el ejemplo de nuestros primeros bailíos, que tal vez hubieran debido darme uno mejor. En suma, sólo me ocuparon las aventuras galantes, lo cual me parecía por entonces un pecado sobremanera venial. ¡Y pluguiera al cielo que no hubiese cometido otro más grave! El que me reprocho es un arrebato culpable, que me ha llevado a desafiar lo que nuestra religión tiene de más sagrado. Me estremezco al pensar en ello. Pero no quiero adelantarme a los acontecimientos.

Sabrán que existen en Malta algunas familias nobles de la isla que no entran en la orden y no tienen tampoco ninguna relación con los caballeros, sea cual fuere su rango, reconociendo únicamente al gran maestre, que es su soberano, y al capítulo, que es su consejo.

Inmediatamente después de esta clase viene una intermedia, que ejerce empleos y busca la protección de los caballeros. Las damas de esta clase se llaman a sí mismas "honorate", que en italiano quiere decir honradas, y son designadas por este título. No cabe duda de que lo merecen por la decencia de su conducta y, si debo decirlo todo, por el misterio con que encubren sus amores.

Una larga experiencia ha demostrado a las damas "honorate" que el misterio es incompatible con el carácter de los caballeros franceses, o que a lo menos es infinitamente raro verlos sumar la discreción a todas las bellas cualidades que los distinguen. Resulta de ello que los jóvenes franceses, acostumbrados en los demás países a tener éxitos brillantes con el bello sexo, deben limitarse en Malta a las prostitutas.

Los caballeros alemanes, por otra parte poco numerosos, son los que más gustan a las "honorate", y creo que ello se debe a su tez blanca y sonrosada. Después de los alemanes vienen los españoles, y creo que lo debemos a nuestro carácter, que pasa con razón por recto y leal.

Los caballeros franceses, pero especialmente los caravanistas, se vengan de las "honorate" ridiculizándolas de cuanta manera es posible, sobre todo descubriendo sus intrigas amorosas. Pero como hacen bando aparte y no tratan de aprender el italiano, la lengua del país, lo que dicen no causa gran impresión.

Vivíamos pues en paz así como nuestras "honorate", cuando un barco francés nos trajo al comendador de Foulequière, de la antigua casa de senescales de Poitou, descendientes de los condes de Angulema. Había estado en otro tiempo en Malta, donde sostuvo siempre lances de honor. En la actualidad venía a solicitar el generalato de las galeras. Tenía más de treinta y cinco años; en consecuencia, se esperaba encontrarlo más sosegado. En efecto, el comendador no era ya pendenciero y alborotador como antes, pero continuaba siendo altivo, imperioso, burlón, y hasta exigía que se le tratase con más miramientos que al mismo gran maestre.

El comendador abrió su casa: los caballeros franceses acudieron en masa. Nosotros íbamos poco a ella, y acabamos por no ir, pues la conversación giraba en torno de temas que nos eran desagradables, entre otros las "honorate", a quienes amábamos y respetábamos.

Cuando el comendador salía, lo veíamos rodeado de jóvenes caravanistas. A menudo los llevaba a la "Calle estrecha", mostrándoles los lugares donde se había batido y contándoles todas las circunstancias de sus duelos. Bueno es que sepan que, según nuestras costumbres, el duelo está prohibido en Malta, excepto en la "Calle estrecha", que es una callejuela a la que no da ninguna ventana. Sólo tiene el ancho necesario para que dos hombres puedan ponerse en guardia y cruzar sus espadas. No pueden retroceder. Los adversarios se enfrentan a lo largo de la calle: sus amigos impiden que se les perturbe, deteniendo a los transeúntes. Esta costumbre fue introducida en otra época para evitar los asesinatos, porque el hombre que cree tener un enemigo no pasa por la "Calle estrecha", y si el asesinato se ha cometido en otra parte, no vale ya la excusa de haberse batido en duelo. Por lo demás, el que fuere a la "Calle estrecha" con un puñal tiene pena de muerte. El duelo, pues, no sólo está tolerado en Malta, sino permitido. No obstante, este permiso es por así decirlo tácito y, lejos de abusar de él, se habla con cierta vergüenza de haber tenido un lance de honor, como de algo contrario a la caridad cristiana, e impropio en el señorío de una orden monástica.

Los paseos del comendador por la "Calle estrecha" eran pues inconvenientes y tuvieron la mala consecuencia de hacer muy pendencieros a los caravanistas franceses, defecto al que eran de por sí harto propensos.

Este mal tono iba en aumento. Aumentó también la reserva de los caballeros españoles; por último se agruparon en torno de mí, preguntándome qué podía hacerse para poner coto a una petulancia que había llegado a ser intolerable. Agradecí a mis compatriotas la honrosa confianza que me acordaban y les prometí hablar al comendador, señalándole la conducta de los jóvenes franceses como una suerte de abuso cuyo progreso sólo él podía detener en virtud de la consideración y el respeto que inspiraba a las tres lenguas de su nación. Me preparaba a pedirle esta explicación con los mayores miramientos, pero no esperaba que pudiese terminar sin un duelo. No obstante, como la causa de ese combate singular me honraba, no me disgustaba sostenerlo. Creo, asimismo, que me dejaba llevar por la indudable antipatía que me inspiraba el comendador.

Estábamos por entonces en semana santa, y se convino en que mi entrevista con el comendador se efectuaría dentro de una quincena. Yo creo que a él le llegaron rumores de lo que se había tratado en mi casa, y que quiso prevenirme buscándome pelea.

Llegamos al viernes santo. Saben que, según la usanza española, uno sigue de iglesia en iglesia a la mujer por quien se interesa para ofrecerle agua bendita. Se hace un poco por celos, temiendo que otro se la ofrezca y aproveche la ocasión para iniciar amistad con ella. Esta usanza española se ha introducido en Malta. Seguí pues a una joven "honorata" con quien mantenía relaciones desde hacía muchos años; pero, en cuanto entró en la primera iglesia, fue abordada por el comendador, quien se colocó entre nosotros, dándome la espalda y retrocediendo algunas veces para pisarme, cosa que fue advertida por todos.

Al salir de la iglesia, me llegué al comendador con expresión indiferente, como para hablar de bueyes perdidos; le pregunté después a qué iglesia pensaba dirigirse: me dijo a cuál; entonces me ofrecí para acompañarlo, indicándole el camino más corto, y sin que él advirtiera lo llevé a la "Calle estrecha". Cuando estuvimos allí saqué la espada, bien seguro de que nadie nos perturbaría en un día como aquel, pues todos llenaban las iglesias.

El comendador sacó también la espada, pero me dijo, bajando la punta:

-¡Cómo! ¿En un viernes santo?

No quise saber nada.

-Escucha -me dijo-, hace más de seis años que no cumplo con los principios de la Iglesia, y me espanta el estado de mi conciencia. Dentro de tres días...

Soy de natural apacible, y usted sabe que las personas de ese carácter, una vez irritadas, no escuchan razones. Obligué al comendador a ponerse en guardia pero no sé qué terror se pintaba en sus rasgos. Se adosó contra la pared, como si previera que iba a ser derribado y buscara un apoyo. En efecto, desde el primer golpe, lo atravesé con mi espada. Bajó la punta de la suya, se apoyó contra la pared, y me dijo con voz moribunda:

-Te perdono. ¡Pueda el cielo perdonarte! Lleva mi espada a Tête-Foulque, y haz decir cien misas en la capilla del castillo.

Expiró. De momento no presté gran atención a su palabras, y si las he retenido es porque se las he oído decir después. Hice mi declaración en la forma acostumbrada. No puedo decir que ante los hombres mi duelo me perjudicara: Foulequière era aborrecido, y se consideró que había merecido su muerte. Pero me pareció que, ante Dios, mi acción era muy culpable, sobre todo a causa de la omisión de los sacramentos, y mi conciencia me hacía crueles reproches. Esto duró ocho días.

En la noche del viernes al sábado me desperté sobresaltado y, al mirar a mi alrededor, me pareció que no estaba en mi aposento sino en la "Calle estrecha" y tendido en el suelo. Me sorprendí de hallarme allí, cuando vi distintamente al comendador apoyado contra la pared. El espectro pareció hacer un esfuerzo para hablar y me dijo:

-Lleva mi espada a Tête-Foulque y haz decir cien misas en la capilla del castillo.

Apenas hube oído estas palabras, caí en un sueño letárgico. Al día siguiente me desperté en mi aposento y en mi lecho, pero había conservado perfectamente el recuerdo de mi visión.

La noche siguiente hice acostar a un lacayo en mi aposento, pero nada vi. Lo mismo sucedió las noches sucesivas. Pero en la noche del viernes al sábado tuve la misma visión, con la diferencia de que mi lacayo estaba acostado en el suelo a algunos pasos de mí. El espectro del comendador se me apareció y me dijo lo mismo, y la misma visión se repitió después todos los viernes. Mi lacayo también soñaba que estaba acostado en la "Calle estrecha", pero no veía ni escuchaba al comendador.

No sabía al principio qué era Tête-Foulque, adonde el comendador quería que llevase su espada: algunos caballeros puatevinos me informaron que era un castillo situado a tres leguas de Poitiers, en medio de un bosque; que en la comarca se contaban del castillo muchas cosas extraordinarias y que en él se veían muchos objetos curiosos, tales como la armadura de Foulque-Taillefer y las armas de los caballeros que había matado; y que hasta era costumbre, en la casa de los Foulequière, depositar allí las armas con que se habían servido, ya en la guerra, ya en combates singulares. Todo esto me interesaba, pero tenía que pensar en mi conciencia.

Fui a Roma y me confesé con el penitenciario mayor. No le oculté la visión que me obsedía, ni él me negó la absolución, pero me la dio condicionalmente después que hiciera penitencia. Ésta consistía en las cien misas que habría de mandar decir en el castillo de Tête-Foulque. El cielo aceptó la ofrenda, y, desde el momento de la confesión, dejó de obsesionarme el espectro del comendador. Yo había llevado de Malta su espada y tomé, cuando pude, el camino de Francia.

Llegado a Poitiers, supe que estaban informados de la muerte del comendador, y que allí éste no era más lamentado que en Malta. Dejé mi equipaje en la ciudad; me vestí con un hábito de peregrino y tomé un guía; era conveniente que yo fuese a pie a Tête-Foulque; por lo demás, el camino no permitía que se llegara en coche.

Encontramos la puerta del torreón cerrada. Durante mucho tiempo hicimos sonar la campana de la torre de atalaya. Por último apareció el castellano: era el único habitante de Tête-Foulque, con un ermitaño que servía en la capilla y que encontramos diciendo sus oraciones. Cuando hubo acabado, le comuniqué que venía a pedirle que dijera cien misas. Al mismo tiempo, deposité mi ofrenda. Quise dejar allí la espada del comendador, pero el castellano me dijo que había que colocarla en la "armería", o sala de armas, junto a todas las espadas de los Foulequière muertos en duelo, y las de los caballeros que aquellos habían matado; que tal era la usanza. Seguí al castellano a la "armería" donde encontré, en efecto, espadas de todos tamaños, así como retratos, comenzando por el retrato de Foulque-Taillefer, conde de Angulema, quien hizo construir Tête-Foulque para un hijo bastardo, que fue senescal de Poitou y antepasado de los Foulequière de Tête-Foulque.

Los retratos del senescal y de su mujer estaban a cada lado de una gran chimenea, colocada en el ángulo de la "armería". Eran de un gran realismo. Los demás retratos estaban igualmente bien pintados, aunque en el estilo de la época. Pero ninguno de un parecido tan asombroso como el de Foulque-Taillefer. Estaba pintado con la espada en una mano; con la otra, sostenía la rodela que le presentaba un escudero. La mayoría de las espadas estaban al pie del retrato, formando una especie de haz.

Rogué al castellano que encendiera la chimenea de aquella sala y allí me hiciera traer la cena.

-Mi querido peregrino -me respondió-, no hay inconveniente en que te traigan la cena, pero te pido muy encarecidamente que te acuestes en mi aposento.

Le pregunté el motivo de esta precaución.

-Yo sé por qué -respondió el castellano-, y te haré poner un lecho junto al mío.

Acepté su proposición con tanto más placer cuanto que era viernes, y temía que volviera mi visión.

Cuando el castellano fue a ocuparse de mi cena, me puse a observar las armas y los retratos. Éstos, como he dicho, estaban pintados con mucha verdad. A medida que caía la tarde, los ropajes, de color sombrío, se confundieron en la sombra con el fondo oscuro del cuadro; y el fuego de la chimenea sólo permitía distinguir los rostros: lo cual tenía algo aterrador, o que a lo menos me pareció tal, porque el estado de mi conciencia me estremecía como de costumbre.

El castellano trajo mi cena, que consistía en un plato de truchas pescadas en un arroyo vecino. Trajo también una botella de vino bastante bueno. Yo quería que el ermitaño cenase también con nosotros, pero no comía sino hierbas hervidas en agua.

He sido siempre puntual en leer mi breviario, cosa obligatoria para los caballeros profesos, a lo menos en España. Lo saqué pues del bolsillo, así como el rosario, y le dije al castellano que, como aún no tenía sueño, me quedaría a rezar hasta que avanzara un poco más la noche, y que él sólo tenía que indicarme el camino de mi aposento.

-Enhorabuena -me respondió-. A medianoche vendrá el ermitaño a rezar en la capilla contigua; entonces bajarás por esta escalerita y no dejarás de encontrar tu aposento, cuya puerta dejaré abierta. No te quedes aquí después de medianoche.

El castellano se fue. Empecé a rezar y, de tiempo en tiempo, echaba un leño al fuego. Pero no me atrevía a pasear los ojos por la sala, pues los retratos parecían animarse. Si los miraba durante algunos instantes, se hubiese dicho que hacían guiños y torcían la boca, sobre todo los del senescal y su mujer, que estaban a cada lado de la chimenea. Me pareció que me lanzaban miradas llenas de amargura y que después se miraban el uno al otro. Una ráfaga aumentó mis terrores, pues no sólo hizo sacudir las ventanas sino que también agitó el haz de armas, que se entrechocaron estremeciéndome. Sin embargo, recé fervorosamente..

Por último oí salmodiar al ermitaño y, cuando éste hubo terminado, bajé por la escalera para llegar al aposento del castellano. Tenía en la mano el resto de una vela, pero el viento la apagó y subí para encenderla nuevamente. Cuál no sería mi sorpresa cuando vi al senescal y a su mujer que habían bajado de sus marcos y estaban sentados junto al fuego. Hablaban familiarmente, y podían oírse sus palabras:

-Amiga mía -decía el senescal-, ¿qué te parece el español que ha matado al comendador sin otorgarle confesión?

-Me parece -respondió el espectro femenino-, me parece, amigo mío, que ha cometido felonía y perversidad. Y yo, mi señor Taillefer, no dejaría partir al español del castillo sin arrojarle el guante.

Quedé aterrorizado y me precipité por la escalera; busqué la puerta del castellano y no pude encontrarla a ciegas. Tenía siempre en la mano mi candela apagada. Pensé en encenderla y me tranquilicé un poco; traté de persuadirme a mí mismo de que las dos figuras que había visto junto a la chimenea sólo existieron en mi imaginación. Volví a subir la escalera y, deteniéndome frente a la puerta de la "armería", observé que las dos figuras no estaban junto al fuego, como había creído verlas. Entré pues audazmente, pero apenas había dado algunos pasos cuando vi en el medio de la sala al señor Taillefer en guardia y presentándome la punta de su espada. Quise volver a la escalera, pero la puerta estaba ocupada por la figura de un escudero, que me arrojó un guantelete. No sabiendo qué hacer, me apoderé de una de las tantas espadas que formaban un haz de armas y caí sobre mi adversario. Me pareció haberlo partido en dos, pero inmediatamente recibí una estocada debajo del corazón, que me quemó como lo hubiera hecho un hierro al rojo. Mi sangre inundó la sala y me desvanecí.

Me desperté por la mañana en el aposento del castellano. No viéndome llegar, se había provisto de agua bendita y había acudido a buscarme. Me había encontrado en el suelo, sin conocimiento, pero sin herida alguna. La que yo había creído recibir era un hechizo. El castellano no me hizo preguntas y me aconsejó que dejara el castillo.

Partí y tomé el camino de España. Pasé ocho días en Bayona. Llegué un viernes y me alojé en un albergue. En medio de la noche me desperté sobresaltado y vi frente a mi lecho al señor Taillefer, que me amenazaba con su espada. Hice la señal de la cruz y el espectro pareció deshacerse en humo. Pero sentí la misma estocada que había creído recibir en el castillo de Tête-Foulque. Me pareció que estaba bañado en sangre. Quise llamar y levantarme, pero una y otra cosa me fueron imposibles. Esta angustia indecible duró hasta el primer canto del gallo. Entonces me volví a dormir, pero al día siguiente estuve enfermo y en un lamentable estado. Tuve la misma visión todos los viernes. Las prácticas devotas no han podido librarme de ella. La melancolía me conducirá a la tumba, y allí descenderé antes de haber podido librarme de las potencias de Satán. Un resto de esperanza en la misericordia divina me sostiene aún y me permite soportar mis males.

FIN
 
Si me lo permiten quisiera colaborar con mi humilde aportacion:

Tomas Pan, Cuentos Errantes de Ediciones Puerta del Sol.
Es un libro que cayo en mis manos en una de mis cacerias por las tiendas de libros de segunda mano de Malaga o Torremolinos.

Os dejo una muestra:

- Cuento para ser relatado en cuclillas y tañendo dos vigas de metal -

- El Pajaro -

Al somormujo de la dulce Maria le dió un frío en la ingle y estiró la pata.

Los piojos de la comarca le desguazaron pieza por pieza y sólo quedó de él la jaula torácica y el pico

Pero aún podia cantar.

Y lo hacia por las noches, cuando las gotas de lluvia cían en el barreño.

Pero volvieron los piojos, saliendo de debajo de las costras a millones. Y se llevaron la jaula.

Pero aún se oía su canto.

Cuando las gotas de agua caian en el barreño y cuando no.

Y volvieron los piojos enfurecidos, a millones y muchos más, y buscaron la cabeza del pajaro.

Y en esto llegó el Sol y les fué quemando.

Y mientras morían, el pájaro, desde su cabeza cantaba.

Y los piojos morían a millones y muchos más.

Y se procreaban a millones, pero muchos menos.

Hasta que se acumuló sobre sus cadáveres un hedorcillo que se fué disipando hacia el infierno.

Y el Sol se marchó.

Y entonces, el somormujo dejó de cantar.


- -
 
Hace un año que leí el manuscrito de Potocki. Obra difícil pero también hermosa y mucho más satisfactoria que Melmoth el errabundo del que se ha hablado en el hilo de novela gótica.
 
Ahora una flor enfermiza del amigo Baudelaire.

73edbe25c3.jpg



Hymne à la beauté

Viens-tu du ciel profond ou sors-tu de l'abîme,
Ô Beauté ? ton regard infernal et divin,
Verse confusément le bienfait et le crime,
Et l'on peut pour cela te comparer au vin.

Tu contiens dans ton oeil le couchant et l'aurore;
Tu répands des parfums comme un soir orageux;
Tes baisers sont un philtre et ta bouche une amphore
Qui font le héros lâche et l'enfant courageux.

Sors-tu du gouffre noir ou descends-tu des astres ?
Le Destin charmé suit tes jupons comme un chien;
Tu sèmes au hasard la joie et les désastres,
Et tu gouvernes tout et ne réponds de rien.

Tu marches sur des morts, Beauté, dont tu te moques;
De tes bijoux l'Horreur n'est pas le moins charmant,
Et le Meurtre, parmi tes plus chères breloques,
Sur ton ventre orgueilleux danse amoureusement.

L'éphémère ébloui vole vers toi, chandelle,
Crépite, flambe et dit : Bénissons ce flambeau !
L'amoureux pantelant incliné sur sa belle
A l'air d'un moribond caressant son tombeau.

Que tu viennes du ciel ou de l'enfer, qu'importe,
Ô Beauté, monstre énorme, effrayant, ingénu!
Si ton oeil, ton souris, ton pied, m'ouvrent la porte
D'un Infini que j'aime et n'ai jamais connu ?

De Satan ou de Dieu, qu'importe ? Ange ou Sirène,
Qu'importe, si tu rends, - fée aux yeux de velours,
Rythme, parfum, lueur, ô mon unique reine ! -
L'univers moins hideux et les instants moins lourds.

baudelaire_charles7_med.jpg


Himno a la belleza

¿Vienes del hondo cielo o del abismo surges,
Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
confusamente vierte los favores y el crimen,
y por esto podrías al vino compararte.

En tus ojos contienes la aurora y el ocaso;
cual tormentosa noche tú derramas perfumes;
tus besos son un filtro y un ánfora tu boca
que al niño envalentonan y acobardan al héroe.

¿De negra sima surges o de los astros bajas?
Tus enaguas, cual perro, sigue hadado el destino;
vas al azar sembrando la dicha y los desastres,
y todo lo gobiernas y de nada respondes.

Caminas sobre muertos, Beldad, de los que ríes;
el Horror no es la menos preciada de tus joyas,
y entre tus más queridos dijes, el Homicidio
en tu vientre orgulloso danza amorosamente.

La cegada polilla vuela hacia ti, candela,
crepita, brilla y dice: ¡A esa llama alabemos!
Jadeando el amante sobre su hermosa, el aire
tiene de un moribundo que acaricia su tumba.

¿Que vengas del Infierno o del Cielo, qué importa,
¡Belleza!, ¡Monstruo enorme, ingenuo y espantoso!
Si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta
del Infinito amado que nunca he conocido?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel, Sirena,
¿qué importa si tú -hada de ojos de terciopelo-
vuelves -ritmo, perfume, luz, ¡oh mi única reina!-
menos horrible el mundo, los instantes más leves?
 
Y otra más, donde se encierran todas las claves de la poética del maestro.

baudelaire.jpg


CORRESPONDANCES

La nature est une temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.

Comme des longs échos qui de loin se confondent
Dans une ténébreuse et profonde unité,
Vaste comme la nuit et comme la clarté,
Les parfums, les couleurs et les sons se répondent.

Il est des parfums frais comme des chairs d'enfants,
Doux comme des hautbois, verts comme des prairies,
-Et d'autre corrompus, riches et triomphants,

Ayant l'expansion des choses infinies,
Comme l'ambre, le musc, le benjoin et l'encens,
Qui chantent les transports de l'esprit et des sens.


CORRESPONDENCIAS

La Naturaleza es un templo cuyos vivientes pilares, dejan a veces escapar confusas palabras. El hombre posa allí a través de bosques de símbolos, que lo observan con miradas familiares.

Como largos ecos que de lejos se confunden en una tenebrosa y profunda unidad —vasta como la noche y como la luz— los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carne de niño, dulces como los oboes, verdes como las praderas. Y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, que tienen la expansión de las cosas infinitas, como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso, que cantan los transportes del espíritu y los sentidos.


Cuanto había de mortal en él yace en esta tumba.

bauda01.jpg

baudelaire%20charles%20tomb.jpg
 
aHí me has dao. Baudelaire. Este poema me marcó


Una carroña

Recuerda el objeto que vimos, alma mía,
aquella bella mañana de verano tan dulce:
al torcer de un sendero una carroña infame
sobre una cama sembrada de guijarros,

las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos,
abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla a punto,
y de rendir al céntuplo a la gran Naturaleza
todo esto que al mismo tiempo había unido.

Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
como una flor abrirse.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
te creíste desmayar.

Las moscas zumbaban sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de desechos genéticos, que se deslizaban como un espeso líquido
a lo largo de estos viventes harapos.

Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
se habría dicho que el cuerpo, hinchado de un aliento vago,
vivía multiplicándose.

Y este mundo comportaba una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que un aventador de un movimiento rítmico
agita y devuelve a su harnero.

Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
solamente para el recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
el trozo que había abandonado.

_Y, por tanto, tú eres parecida a esta porquería,
a esta horrible infección,
estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión.

¡Sí! tal serás, oh, reina de las gracias,
despues de los últimos sacramentos,
cuando irás bajo la hierba y las floraciones grasas,
a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, ¡oh, mi belleza! dile al gusano
que te comerá a besos,
que he guardado la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos.
 
Este poema recoge un tópico universal, pero lo retuerce de forma malsana y enfermiza, regodeándose en la corrupción y la degradación, como sólo sabía hacer (sublimemente) Baudelaire.

La belleza es efímera y su destino es la corrupción.


Lo pongo en francés.

Une Charogne.

Rappelez-vous l'objet que nous vîmes, mon âme,
Ce beau matin d'été si doux :
Au détour d'un sentier une charogne infâme
Sur un lit semé de cailloux,

Les jambes en l'air, comme une femme lubrique,
Brûlante et suant les poisons,
Ouvrait d'une façon nonchalante et cynique
Son ventre plein d'exhalaisons.

Le soleil rayonnait sur cette pourriture,
Comme afin de la cuire à point,
Et de rendre au centuple à la grande nature
Tout ce qu'ensemble elle avait joint ;

Et le ciel regardait la carcasse superbe
Comme une fleur s'épanouir.
La puanteur était si forte, que sur l'herbe
Vous crûtes vous évanouir.

Les mouches bourdonnaient sur ce ventre putride,
D'où sortaient de noirs bataillons
De larves, qui coulaient comme un épais liquide
Le long de ces vivants haillons.

Tout cela descendait, montait comme une vague,
Ou s'élançait en pétillant ;
On eût dit que le corps, enflé d'un souffle vague,
Vivait en se multipliant.

Et ce monde rendait une étrange musique,
Comme l'eau courante et le vent,
Ou le grain qu'un vanneur d'un mouvement rythmique
Agite et tourne dans son van.

Les formes s'effaçaient et n'étaient plus qu'un rêve,
Une ébauche lente à venir,
Sur la toile oubliée, et que l'artiste achève
Seulement par le souvenir.

Derrière les rochers une chienne inquiète
Nous regardait d'un oeil fâché,
Épiant le moment de reprendre au squelette
Le morceau qu'elle avait lâché.

Et pourtant vous serez semblable à cette ordure,
A cette horrible infection,
Étoile de mes yeux, soleil de ma nature,
Vous, mon ange et ma passion !

Oui ! telle vous serez, ô reine des grâces,
Après les derniers sacrements,
Quand vous irez, sous l'herbe et les floraisons grasses.
Moisir parmi les ossements.

Alors, ô ma beauté ! dites à la vermine
Qui vous mangera de baisers,
Que j'ai gardé la forme et l'essence divine
De mes amours décomposés !
 
Un poema de amor según Baudelaire:

LE VAMPIRE

Toi qui, comme un coup de couteau,
Dans mon coeur plaintif es entrée;
Toi qui, forte comme un troupeau
De démons, vins, folle et parée,

De mon esprit humilié
Faire ton lit et ton domaine;
— Infâme à qui je suis lié
Comme le forçat à la chaîne,

Comme au jeu le joueur têtu,
Comme à la bouteille l'ivrogne,
Comme aux vermines la charogne
— Maudite, maudite sois-tu!

J'ai prié le glaive rapide
De conquérir ma liberté,
Et j'ai dit au poison perfide
De secourir ma lâcheté.

Hélas! le poison et le glaive
M'ont pris en dédain et m'ont dit:
«Tu n'es pas digne qu'on t'enlève
À ton esclavage maudit,

Imbécile! — de son empire
Si nos efforts te délivraient,
Tes baisers ressusciteraient
Le cadavre de ton vampire!»


EL VAMPIRO

Tú, que como una puñalada,
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,

para de mi alma sometida
hacer tu lecho y dominio;
infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena,

y el jugador tenaz al juego,
y a la botella los borrachos,
y a los gusanos la carroña,
¡Si, maldita. maldita seas!

Yo supliqué a la espada rápida
para ganar mi libertad,
y dije al pérfido veneno
que ayudara a mi cobardía.

Mas. ¡ay!. la espada y el veneno
me desdeñaron y me han dicho:
"No eres digno de redimirte
de tu maldita esclavitud,

¡Imbécil! --¡Si de su dominio
nuestros esfuerzos te librasen,
tus besos resucitarian
el cadáver de tu vampiro!




¡Ay, cuántas de estas hijas de Lilith me he cruzado en mi camino, sólo para desesperar!
 
Y otro más. Baudelaire es el FARO

L'AMOUR DU MENSONGE

Quand je te vois passer, ô ma chère indolente,
Au chant des instruments qui se brise au plafond
Suspendant ton allure harmonieuse et lente,
Et promenant l'ennui de ton regard profond ;

Quand je contemple, aux feux du gaz qui le colore,
Ton front pâle, embelli par un morbide attrait,
Où les torches du soir allument une aurore,
Et tes yeux attirants comme ceux d'un portrait,

Je me dis : Qu'elle est belle! et bizarrement fraîche!
Le souvenir massif, royale et lourde tour,
La couronne, et son cœur, meurtri comme une pêche,
Est mûr, comme son corps, pour le savant amour.

Es-tu le fruit d'automne aux saveurs souveraines ?
Es-tu vase funèbre attendant quelques pleurs,
Parfum qui fait rêver aux oasis lointaines,
Oreiller caressant, ou corbeille de fleurs ?

Je sais qu'il est des yeux, des plus mélancoliques,
Qui ne recèlent point de secrets précieux ;
Beaux écrins sans joyaux, médaillons sans reliques,
Plus vides, plus profonds que vous-mêmes, ô Cieux!

Mais ne suffit-il pas que tu sois l'apparence,
Pour réjouir un cœur qui fuit la vérité?
Qu'importe ta bêtise ou ton indifférence?
Masque ou décor, salut! J'adore ta beauté.
 
Y ahora el tercero en discordia. Paul Verlaine:

verlaine.jpg



Mon rêve familier

Je fais souvent ce rêve étrange et pénétrant
D'une femme inconnue, et que j'aime, et qui m'aime,
Et qui n'est, chaque fois, ni tout à fait la même
Ni tout à fait une autre, et m'aime et me comprend.

Car elle me comprend, et mon coeur transparent
Pour elle seule, hélas! cesse d'être un problème
Pour elle seule, et les moiteurs de mon front blême,
Elle seule les sait rafraîchir, en pleurant.

Est-elle brune, blonde ou rousse? Je l'ignore.
Son nom? Je me souviens qu'il est doux et sonore,
Comme ceux des aimés que la vie exila.

Son regard est pareil au regard des statues,
Et, pour sa voix, lointaine, et calme, et grave, elle a
L'inflexion des voix chères qui se sont tues.


Mi sueño familiar

Tengo a veces un sueño extraño y penetrante
de una mujer desconocida a la que amo y que me ama
y que no es, cada vez, en absoluto la misma

Porque ella me comprende, y mi corazón transparente
para ella sol, ¡ay! cesa de ser un problema
para ella sola, y los sudores de mi frente pálica
ella sola los sabe refrescar, llorando

¿Es morena, rubia o pelirroja?. Lo ignoro.
¿Su nombre? Recuerdo que es dulce y sonoro
como los de los amados que la Vida exilia

Su mirada es parecida a la mirada de las estatuas
y, en su voz, lejana, calma y grave, tiene
la inflexión de las voces queridas que se han matado.
 
RÉSIGNATION

Tout enfant, j'allais rêvant Ko-Hinnor,
Somptuosité persane et papale
Héliogabale et Sardanapale !

Mon désir créait sous des toits en or,
Parmi les parfums, au son des musiques,
Des harems sans fin, paradis physiques !

Aujourd'hui, plus calme et non moins ardent,
Mais sachant la vie et qu'il faut qu'on plie,
J'ai dû refréner ma belle folie,
Sans me résigner par trop cependant.

Soit ! le grandiose échappe à ma dent,
Mais, fi de l'aimable et fi de la lie !
Et je hais toujours la femme jolie,
La rime assonante et l'ami prudent.


RESIGNACIÓN

¡Con el Ko-Hinnor de niño soñaba,
con suntuosidades persas y papales,
con Heliogábalo y Sardanápalo!

Bajo techos de oro mi afán levantaba,
en medio de aromas, al son de la música,
harenes eternos y edenes palpables.

Más calmado ahora, no menos ardiente,
ya sé que en la vida hay que doblegarse,
debo refrenar mi hermosa locura,
mas sin resignarme tal vez lo bastante.

¡Sea! ¡Lo grandioso de mis dientes huye!
Mas ¡fuera las heces y fuera lo amable!
Y a la mujer bella continúo odiando,
el prudente amigo y la rima asonante.

verlaine1871.JPG
 
verlaine.jpg



NEVERMORE

Souvenir, souvenir, que me veux-tu ? L’automne
Faisait voler la grive à travers l’air atone,
Et le soleil dardait un rayon monotone
Sur le bois jaunissant où la bise détone.

Nous étions seul à seule et marchions en rêvant,
Elle et moi, les cheveux et la pensée au vent.
Soudain, tournant vers moi son regard émouvant :
« Quel fut ton plus beau jour ? » fit sa voix d’or vivant,

Sa voix douce et sonore, au frais timbre angélique.
Un sourire discret lui donna la réplique,
Et je baisai sa main blanche, dévotement.

– Ah ! les premières fleurs, qu’elles sont parfumées!
Et qu’il bruit avec un murmure charmant
Le premier « oui » qui sort de lèvres bien-aimées!



NEVERMORE

Recuerdo, recuerdo, ¿que quieres de mí? El otoño
hacía volar el tordo a través del aire átono
y el sol lanzaba un rayo monótono
sobre el bosque amarillento donde restalla el cierzo.

Estábamos a solas e íbamos soñando,
de repente, volviendo hacia mí su mirada conmovedora:
«¿Cual fue tu día más bello?», dijo su voz de vívido oro,

su voz dulce y sonora, de lozano timbre angélico.
Una sonrisa discreta le dio la réplica
y besé su mano blanca devotamente.

¡Ah, qué perfumadas son las primeras flores
y qué sonido, qué murmullo encantador
el primer sí que sale de los labios bienamados!
 
Otro maldito: Mallarmé.

Mallarme.jpg


OFRENDAS A DIVERSOS DEL FAUNO.
V/XVI

I.-
El fauno soñaría himen y casto anillo
sin las ninfas del bosque ni siquiera escuchar
en el salón recoleto cuando el piano de cola
idéntico a tu ingenio, pasa del grave al tierno.

II.-

¡Feo fauno! como pasa por los bosquecillos un tren
que silba lo que, quedo, el caramillo suspira.
¿Irás, por exceso de llama, a pedir esta cuarteta
torpe para acallarla?
o, si él la dijera, peor aún.

III.-
Ese fauno, si te tuviese sentada
en una arboleda no se dedicaría
a inflar su flauta indecisa
con la turbación dispersa de sus viejos pasos.

IV.-
Fauno, que en un claro del bosque
te deslizas mientras duermes
con cuatro versos agradece
a Dujardin tu hermano normando.

V.-
Fauno, si adoptas un atuendo
simple como el de las enredaderas
Dujardin y yo, no póstumamente
te popularizaremos.

inicio

BRINDIS.
Soneto III/V

III.-
Como un buscado por la providencia
sobrio comensal pero lector
usted quiso que volviese
muy querido señor director

a compartir la dicha ampliada
hasta admitirme en su fila
de quienes coronan una orgía
sin el haba ni el arenque.

De modo que tiendo
con la risa
espuma sobre este vino dispuesto
que no sabría circunscribirse
entre el labio y los vasos altos.

A usted, de quien una mirada me corta
el elogio,
alta nuestra Copa.
 
Atrás
Arriba Pie