Faraón Hijodeputh IV
Frikazo
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Mi madre murió cuando yo tenía doce años, así que una de mis tías acabó ocupando ese vacío.
Todo bien durante muchos años. Pero en los últimos dos o tres fue cambiando, por sus propios problemas de salud y porque sus hermanos (mis tíos) iban enfermando o picando billete uno detrás de otro. Y se le amargó el carácter. Poco a poco todo lo que yo hacía o decía tenía una réplica beligerante, como un adolescente respondón y problemático con sus padres. Literalmente todo lo que expresaba verbalmente por irrelevante que fuese. Y esto cuando lo aguantas demasiado acabas clavándote las uñas en cualquier parte para no abrir el grifo del hartazgo y soltar alguna barbaridad, o salir por la puerta de un portazo para no volver jamás.
Llegaba a callarme mucha charla superficial y a sustituirla por silencio porque sabía que me daría alguna réplica malencarada si abría la boca. Por poner un ejemplo de cientos, una tarde que la visité me salió contarle que había querido ir al supermercado, pero que se me había hecho tarde, y me callé porque sabía que me iba a soltar alguna bordería. "Pues tiempo has tenido de sobra, que ya tienes una edad como para andar así por la vida. Y si no haber ido antes de comer. Si no eres capaz de hacer la compra, cualquier día te mueres de hambre"
El otro día estaba comiendo en su casa y por decir que le voy a dar una mano de pintura a la casa de mi padre, que va a venderla, ya me la estaba contando, porque según ella la gente que compra esos pisos lo hace para meterle una reforma integral y yo estaría tirando el dinero. Entonces para desviar el tema decidí contarle que en la casa de la huerta estaba construyendo un muro de piedra y luego pensé que me iba a echar también la bronca, así que me quedé mirando al plato en silencio, removiendo la comida con el tenedor mientras buscaba en mi memoria reciente alguna chorrada para evitar silencios incomodos, y finalmente eligiendo el silencio a recibir otra respuesta agresiva si le contaba que fui a una panadería buena y me llevé un pan cojonudo que me costó cinco euros.
Un horror.
Hubiera ayudado levantarte y, en silencio, desabrocharte los pantalones y plantar tu polla enmedio del plato.
"Has visto? Es como una madalena, pero es de carne".