MARQUES DE SADE

hexethrone

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19 Sep 2003
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LA FLOR DEL CASTAÑO

Se supone, yo no lo afirmaría, pero algunos eruditos nos lo aseguran, que la flor del castaño posee efectivamente el mismo olor que ese prolífico semen que la naturaleza tuvo a bien colocar en los riñones del hombre para la reproducción de sus semejantes.

Una tiema damisela, de unos quince años de edad, que jamás había salido de la casa paterna, se paseaba un día con su madre y con un presumido clérigo por la alameda de castaños que con la fragancia de las flores embalsamaban el aire con el sospechoso aroma que acabamos de tomarnos la libertad de mencionar.

-¡Oh! Dios mío, mamá, ese extraño olor- dice la jovencita a su madre sin darse cuenta de dónde procedía-. ¿Lo oléis, mamá ... ? Es un olor que conozco.

-Callaos, señorita, no digáis esas cosas, os lo ruego.

-¿Y por qué no, mamá? No veo que haya nada de malo en deciros que ese olor no me resulta desconocido y de eso ya no me cabe la menor duda.

-Pero, señorita…

-Pero, mamá, os repito que lo conozco: padre, os ruego que me digáis qué mal hago al asegurarle a mamá que conozco ese olor.

-Señorita -responde el eclesiástico, acariciándose la papada y aflautando la voz-, no es que haya hecho ningún mal exactamente; pero es que aquí nos hallamos bajo unos castaños y nosotros los naturalistas admitimos, en botánica, que la flor del castaño...

-¿Que la flor del castaño ... ?

-Pues bien, señorita, que huele como cuando se eyacula.


(Marques de Sade)
 
a ver si se animan en publicar los escritos del marques de sade...... su vida, su historia, fotografias... vamos a profundizar en este misterioso personaje!

se animan?
 
UN OBISPO EN EL ATOLLADERO

Resulta bastante curiosa la idea que algunas personas piadosas tienen de los juramentos. Creen que ciertas letras del alfabeto, ordenadas de una forma o de otra, pueden, en uno de esos sentidos, lo mismo agradar infinitamente al Eterno como, dispuestas en otro, ultrajarle de la forma más horrible, y sin lugar a dudas ese es uno de los más arraigados prejuicios que ofuscan a la gente devota.

A la categoría de las personas escrupulosas en lo que respecta a las "b" y a las "f" pertenecía un anciano obispo de Mirepoix que a comienzos de este siglo pasaba por ser un santo; cuando un día iba a ver al obispo de Pamiers su carroza se atascó en los horribles caminos que separan esas dos ciudades: por más que lo intentaron los caballos no podían hacer más.

-Monseñor exclamó al fin el cochero a punto de estallar-, mientras permanezcáis ahí mis caballos no podrán dar un paso.

-¿Y por qué no? -contestó el obispo.

-Porque es absolutamente necesario que yo suelte un juramento y Vuestra Ilustrísimo se opone a ello; así, pues, haremos noche aquí si Ella no me lo permite.

-Bueno, bueno contesto el obispo, zalamero, santiguándose-, jurad, pues, hijo mío, pero lo menos posible.

El cochero blasfema, los caballos arrancan, monseñor sube de nuevo... y llegan sin novedad.


(marques de sade)
 
¡QUE ME ENGAÑEN SIEMPRE ASI!

Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de..., cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más,, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísimo poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocunió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta... «En su vida ha puesto la mano en ese sitio comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería-; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niiñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer ... »

Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:

-¡Per Dio santo! -exclama el hombre de Dios-. ¡Sono ingannato, quésto bambino ragazzo, mai non fu putana!

Y lo comprueba... No viendo nada, sin embargo, excesivamente enojoso en esta aventura para un habitante de la ciudad santa, Su Eminencia sigue su camino diciendo tal vez como aquel campesino al que le sirvieron trufas en lugar de patatas: «¡Qué me engañen siempre así!» Pero cuando la operación ha terminado:

-Señora -dice a la dueña-, no os culpo por vuestro error.

-Perdonad, monseñor.

-No, no, os repito, no os culpo por ello, pero si esto os vuelve a suceder no dejéis de advertírmelo, porque... lo que no vea al principio lo descubriré más adelante.


(marques de sade)
 
EL FINGIMIENTO FELIZ (O LA FICCION AFORTUNADA)

Hay muchísimas mujeres que piensan que con tal no llegar hasta el fin con un amante, pueden al menos ­permitirse, sin ofender a su esposo, un cierto comercio de galantería, y a menudo esta forma de ver las cosas tiene consecuencias más peligrosas que si su caída hubiera sido completa. Lo que le ocurrió a la marquesa de Guissac, mujer de elevada posición de Nimes, en el Languedoc, es una prueba evidente de lo que aquí proponemos como máxima.

Alocada, aturdida, alegre, rebosante de ingenio y de simpatía, la señora de Guissac creyó que ciertas cartas galantes, escritas y recibidas por ella y por el barón Aumelach, no tendrían consecuencia alguna, siempre que no fueran conocidas y que si, por desgracia, llegaban a ser descubiertas, pudiendo probar su inocencia a su marido, no perdería en modo alguno su favor. Se equivocó... El señor de Guissac, desmedidamente celoso, sospecha el intercambio, interroga a una doncella, se apodera de una carta, al principio no encuentra en ella nada que justifique sus temores, pero si mucho más de lo que necesita para alimentar sus sospechas, coge una pistola y un vaso de limonada le irrumpe como un poseso en la habitación de su mujer...

- Señora, he sido traicionado -le ruge enfurecido-; leed este billete: él me
lo aclara, ya no hay tiempo para juzgar, os concedo la elección de vuestra muerte.

La marquesa se defiende, jura a su marido que está ,equivocado, que puede ser, es verdad, culpable de una imprudencia, pero que no lo es, sin lugar a duda, de crimen alguno.

- ¡Ya no me convenceréis, pérfida! -le contesta el marido furibundo-, ¡ya no me convenceréis! Elegid rápidamente o al instante esta arma os privará de la luz del día.

La desdichada señora de Guissac, aterrorizada, se decide por el veneno; toma la copa y lo bebe.

- ¡Deteneos! le dice su esposo cuando ya ha bebido parte-, no pereceréis sola; odiado por vos, traicionado por vos, ¿qué querríais que hiciera yo en el mundo? -y tras decir esto bebe lo que queda en el cáliz.

- ¡Oh, señor! -exclama la señora de Guissac-. En terrible trance en que nos habéis colocado a ambos, no me neguéis un confesor ni tampoco el poder abrazar por última vez a mi padre y a mi madre.

Envían a buscar enseguida a las personas que esta desdichada mujer reclama, se arroja a los brazos de los que le dieron la vida y de nuevo protesta que no es culpable de nada. Pero, ¿qué reproches se le pue­den hacer a un marido que se cree traicionado y que castiga a su mujer de tal forma que él mismo se sa­crifica? Sólo queda la desesperación y el llanto brota de todos por igual.

Mientras tanto llega el confesor...

- En este atroz instante de mi vida -dice la marquesa- deseo, para consuelo de mis padres y para el honor de mi memoria hacer una confesión pública y empieza a acusarse en voz alta de todo aquello que su conciencia le reprocha desde que nació.

El marido, que está atento y que no oye citar al barón de Aumelach, convencido de que en semejante ocasión su mujer no se atrevería a fingir, se levanta rebosante de alegría.

¡Oh, mis queridos padres! -exclama abrazando al mismo tiempo a su suegro y a su suegra-, consolaos y que vuestra hija me perdone el miedo que la he hecho pasar, tantas preocupaciones me produjo que es lícito que le devuelva unas cuantas. No hubo nunca ningún veneno en lo que hemos tomado, que esté tranquila; calmémonos todos y que por lo menos aprenda que una mujer verdaderamente honrada no sólo no
debe cometer el mal, sino que tampoco debe levantar sospechas de que lo comete.

La marquesa tuvo que hacer esfuerzos sobrehumanos para recobrarse de su estado; se había sentido envenenada hasta tal punto que el vuelo de su imaginación le había ya hecho padecer todas las angustias de muerte semejante. Se pone en pie temblorosa, abraza a su marido; la alegría reemplaza al dolor y la joven esposa bien escarmentada por esta terrible escena, promete que en el futuro sabrá evitar hasta la más pequeña apariencia de infidelidad. Mantuvo su palabra y vivió más de treinta años con su marido sin que éste tuviera nunca que hacerle el más mínimo reproche.


(marques de sade)
 
prestenle atencion a este.. es bastante bueno....

HAGASE COMO SE ORDENA

- Hija mía -dice la baronesa de Fréval a la mayor de sus hijas, que iba a
casarse al día siguiente-, sois hermosa como un ángel; apenas habéis cumplido vuestro decimotercer año y es imposible ser más tierna y más encantadora; parece como si el mismísimo amor se hubiera recreado en dibujar vuestras facciones, y sin embargo os veis obligada a convertiros mañana en esposa de un viejo picapleitos cuyas manías son de lo más sospechosas... Es un compromiso que me desagrada extraordinariamente, pero vuestro padre lo quiere.

Yo deseaba hacer de vos una mujer de elevada posición, pero ya no es posible; estáis destinada a cargar toda vuestra vida con el ingrato título de presidenta... Lo que más me desespera es que no llegaréis a serlo más que a medias... El pudor me impide explicaros esto, hija mía..., pero es que esos viejos tunantes, que acostumbran a juzgar al prójimo sin saber juzgarse a si mismos, tienen caprichos tan barrocos, habituados a una vida en el seno de la indolencia... Esos bribones se corrompen desde que nacen, se hunden en el libertinaje, y arrastrándose en el impuro fango de las leyes de Justiniano y de las obscenidades de la capital,
como la culebra que no levanta la cabeza más que de cuando en cuando para devorar insectos, sólo se les ve salir de él a base de reprimendas o de alguna detención.

Así, pues, escuchadme, hija mía, y manteneos erguida..., porque si
inclináis la cabeza de esa forma complaceréis extraordinariamente al señor presidente, y no me extrañaría que os la pusiera a menudo mirando a la pared...

En una palabra, hija mía, se trata de lo siguiente: negad rotundamente a vuestro marido lo primero que os proponga; estamos convencidos de que esa primera proposición será, sin la menor duda, de lo más indecente e intolerable...

Conocemos sus gustos; hace ya cuarenta años que, llevado de convicciones totalmente ridículas, ese maldito pícaro afeminado tiene la costumbre de tomarlo todo única y exclusivamente por detrás. Así, pues, hija mía, vos os negaréis, ¿me oís?, y le contestaréis: «No, señor, por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí, de ninguna manera.»

Dicho esto, se ponen a engalanar a la señorita De Fréval; la arreglan, la bañan, la perfuman. Llega el presidente, con el pelo ensortijado como un querubín, empolvado hasta los hombros, gangoso, chillón, balbuciendo leyes y diciendo cómo tiene que ser el Estado. Gracias al arreglo de su peluca, de su traje ajustado, de sus carnes prietas y restallantes, apenas se le calcularían cuarenta años, aunque tenía cerca de sesenta. Aparece la novia, él le hace unas carantoñas y en los ojos del leguleyo se puede ya leer toda la depravación de su alma.

Al fin llega el momento... la desnuda, se acuestan y por una vez en su vida, el presidente, bien por tomarse un poco más de tiempo para educar a su discípula o bien por temor a los sarcasmos que podrían ser fruto de las indiscreciones de su mujer, no piensa más que en cosechar placeres legítimos. Pero la señorita De Fréval ha sido bien educada. La señorita De Fréval, que se acuerda de que su mamá le ha aconsejado que rechazara con toda firmeza las primeras proposiciones que le fueran a hacer, no desperdicia la ocasión y le dice al presidente:
- No, señor por mucho que queráis no ha de ser así; por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí, de ninguna manera.
- Señora -contesta el presidente estupefacto-, debo protestar... estoy haciendo un esfuerzo... en realidad es una virtud.
- No, señor, por más que insistáis nunca accederé a eso.
- Muy bien, señora, hay que teneros contenta -responde el picapleitos, tomando posesión de su enclave predilecto-. Mucho sentiría disgustaros y más en vuestra noche de bodas, pero tened cuidado, señora, pues en el futuro, por mucho que me lo roguéis, ya no podréis hacer que varíe mi rumbo.
- Me parece muy bien, señor -contesta la joven, buscando la postura-, no temáis que no os lo he de pedir.
- Entonces, ya que así lo queréis, adelante -contesta el hombre de bien,
mientras se acomoda-. En nombre de Ganímedes y de Sócrates, hágase como se ordena!


(marques de sade)
 
Pon un parrafito de la biblia

Y que tal un poco del Coran? Por aquello de ampliar horizontes, o un poco de los Evangelios apocrifos, no se esto es extensible hasta al libro gordo de petete, animaos.
 
sadepic.jpg

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Lo que me faltaba por ver, ahora es un foro religioso. Vamos hombe que............ :evil:
 
El Marqués de Sade ... no si ya decía yo el otro día que Hexethrone tenía algo especial en su imagen. ¿Qué más agradables secretos nos ocultas?
 
sam_black rebuznó:
El Marqués de Sade ... no si ya decía yo el otro día que Hexethrone tenía algo especial en su imagen. ¿Qué más agradables secretos nos ocultas?

agradables secretos? pues depende de tu punto de vista.... secretos tenemos todos, que sean agradables para ti, eso es otra cosa jeje ;)
 
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