Hace cosa de 10 años, después de estar haciendo el tonto en el gimnasio, donde no iba a ver cipotes como vosotros, y pasarme con el press banca, cargué demasiado la espalda y me vino un dolor fuerte, fruto de las contracturas. Entonces decidí ir al médico de la privada, un tipo achaparrado, calvo y escuálido, de unos 50 años en aquella época y muy serio, no se reía en la puta vida. Pues bien, durante la visita, cuando le estaba explicando mi problema, me salta el teléfono sin saber por qué y empiezan a sonar una serie de audios absurdos en un grupo de hamijos donde estaba imitando al Juanca, al Borbón, con una frase que decía algo así: "Sofía, Sofía, pásame el papel higiénico, que me estoy cascando una paja". No podía parar esa mierda, no había manera, el móvil ya andaba algo jodido, y el médico se me quedó muy serio enfrente, mirándome, sin reírse ni nada, como petrificado, y yo aporreando el móvil, que estaba bloqueado y no había manera de parar aquella mierda. Audios de imitaciones absurdas y grotescas, del borbón, y otras gilipolleces indescriptibles que me dejaban como un chiflado a la vista de terceros, y especialmente de aquel puto médico, que tenía pinta de no haberse reído en su puta vida.
Finalmente, y en medio de mi desesperación, pude apagar el puto teléfono, pero el ridículo ya estaba consumado, y si el médico ya tenía una visión negativa de mi, por lo que sea, a partir de ese momento me catalogaría de ser ridículo e ignominioso, de ser una risión. Afortunadamente, al cabo de poco tiempo, el jambo estaba haciendo ciclismo y le dio un pepazo que se lo llevó a la tumba, y con él la experiencia grotesca que había vivido con un servidor en la consulta, que ya no podría contar a nadie. Por cierto, cuando conseguí apagar el móvil el tipo siguió como si nada hubiera pasado, y me prescribió las sesiones de masaje que yo esperaba.
La sensación de ridículo y desesperación fue gordísima, y me dieron ganas de aporrear el móvil y reventarlo hasta pulverizarlo.