Con la independencia de Baviera muy limitada, Luis tuvo menos trabajo como monarca, lo que no le molestó en absoluto. En el verano de 1867 viajó de incógnito a Francia, y al ver por fin Versalles, resolvió construir en su propio país lugares tan majestuosos como éste. Inició Neuschwanstein en 1869, Linderhof en 1870 y Herrenchiemsee en 1878. Sólo se concluyó Linderhof durante la corta vida del rey. Estos castillos de cuentos de hadas han sido descritos como vulgares, artificiales, exóticos y como un desorden de estilos arquitectónicos. Para el rey, eran lugares donde podía olvidar que era rey. Quizá Neuschwanstein representa mejor la propensión de Luis por lo ostentoso. Construido sobre un elevado risco, domina deliberadamente a Hohenschwangau, el palacio de su padre. En una carta a Richard Wagner, escribió que el palacio era una réplica de los castillos medievales, escenarios de las óperas del compositor tan admirado por él. Tenía un auditorio de dos pisos al estilo de las basílicas bizantinas, aunque había un trono en el lugar donde debía erguirse un altar. También tenía una galería de trovadores y, en el cuarto piso, una gruta artificial con una cascada y una luna interior. Confió a Wagner que NeuschWanstein era un predestinado lugar donde "los dioses furiosos se vengarían y morarían con nosotros en la escarpada cima, abanicados por brisas celestiales". El segundo castillo del rey, Linderhof, pasó de ser una extensión de una sola recámara a una sencilla cabaña de cacería en un valle 25 km al oeste de Neuschwanstein. Pero Luis se obsesionó con la idea de recrear en Baviera una réplica del Gran Trianon, el elegante pabellón real que se yergue entre jardines como un satélite de Versalles. "!Oh! Es esencial crear estos paraísos -escribió a un amigo-; tales santuarios poéticos donde se pueda olvidar la horrenda era en que vivimos." Un compacto edificio de piedra blanca, Linderhof, fue adornado en la fachada y en la línea del techo con estatuas puestas en nichos. Si el exterior parece demasiado adornado, un crítico escribió que "en comparación con el interior, es un modelo de sobriedad". Las habitaciones de Linderhof están tachonadas de oro, espejos, porcelana y gemas semipreciosas. Luis erigió una gruta artificial en el jardín, a la que se entraba por una puerta oculta y en la que había un lago portentoso con un bote en el que un sirviente remaba para el rey. El proyecto definitivo de Luis (los escépticos lo llamarían insensato) fue Herrenchiemsee, construido en una isla del mayor lago de Baviera, el Chiemsee, 70 km al oeste de Munich. Aquí Luis quiso concretar su fantasía de duplicar la magnificencia del Versalles de Luis XIV, incluyendo su famoso Salón de los Espejos. Inconcluso a la muerte de Luis, Herrenchiemsee costó 16 millones de marcos, mucho más que Neuschwanstein y Linderhof juntos. El rey pasó exactamente 10 noches ahí, en el otoño de 1885.