Nada

Cenutrio metete el espasa calpe por el culo y deja ya de dar la brasa maldito chupa brochas.
 
No está mal. Tiene líneas, párrafos, comas y cosas de esas.
 
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HombrePollo rebuznó:
OnanistA rebuznó:
No está mal. Tiene líneas, párrafos, comas y cosas de esas.

Pues es cierto, diría que antes escribía mejor. Aun así no apetece leerlo.
Al final se le mueren dos amigos: uno por borracho y otro por borracho gilipollas.
 
Re: Lo que escribía de adolescente

jose cabello rebuznó:
Ordenando discos y cd's del año catapúm chinpúm he dado con un montón de documentos, relatos y curiosidades que escribí entre los 15 y los 21 años, pego aquí uno de ellos:

EL ENTIERRO


Todos estábamos allí. Sus amigos, entre los que me encontraba yo, Paquito, y también sus ex-novias, su ex-mujer, lo que quedaba de su familia. Y por supuesto estaba él, el muerto.

Su nombre era Raúl, aunque eso no importaba demasiado. De hecho, a él no le había gustado nunca su nombre. Todos le llamábamos Ralf, tal y como él quería, aunque nunca nos explicase el porqué de ese nombre americanizado.

El caso es que al fin la había palmado. Siempre nos decía que moriría joven, que estiraría la pata antes que cualquiera de nosotros. Y tenía razón. Nunca había imaginado lo que sería asistir al entierro de un amigo. Después de todo a los veinticinco años no se piensa demasiado en la muerte, o eso dicen. Pero el caso es que cuando uno se bebe una botella de vodka diaria cabe esperar que la palme antes de tiempo. Ralf la había palmado en uno de sus famosos ciegos, y ya no haría más ricos a los fabricantes de la marca Petroff.

El cura soltó el rollo de costumbre. Estabamos todos allí, alrededor de la tumba, cabizbajos, mirando al suelo y escuchando al tío de la sotana. Ralf era un amante de los tópicos americanos, no había duda. Había insistido una y otra vez en que su entierro debía ser como los que salen en las películas. Nada de dar la misa en la Iglesia, eso no era para él. Así que allí estábamos, en el cementerio a las cuatro de la tarde, con un calor de cojones y esperando que todo acabase para poder tomarnos unas cuantas cervezas.

- Que descanse en paz hasta el día de la resurrección, cuando su cuerpo vuelva a vivir, y vaya al cielo y todo eso - terminó el cura.

Todos suspiramos aliviados. Su hermano mayor, ese que siempre le estaba jodiendo la vida, avanzó unos pasos hacia el ataúd y depositó una rosa encima de él. Vaya chorrada, pero no era el momento para nada más excepto para hacernos los deprimidos y aguantar las cursiladas de la gente.

Los operarios, es decir, el enterrador cincuentenario y el cura que le ayudaba, bajaron la caja hasta el fondo del agujero y quitaron las cuerdas y poleas que lo sujetaban.

Su hermana Sofía, la de las tetas grandes, echó un puñado de tierra en el agujero, y su hijo tiró otro puñado.

- Oiga, Padre - le dijo uno de los amigos coñones al sacerdote - ¿yo también puedo depositar un último regalo en su tumba?.

El cura se encogió de hombros, como diciendo “y a mi que coño me importa”. Así que el tío miró dentro y mandó al fondo una medalla de plata, con un crucifijo estupendo. Lo había llevado puesto desde que lo conocía, no se lo quitaba ni para follar, y allí estaba ahora, en un hoyo del cementerio para hacer compañía a un muerto. Ralf siempre le había envidiado ese crucifijo, y ahora que no le importaba tres pimientos, se lo regalaban. No hay quien entienda a la gente.


No acabó ahí la cosa. La gente empezó a animarse, tirando al agujero montones de cosas, desde chocolatinas hasta sujetadores, pasando por relojes de oro y monedas de veinte duros. Entonces Antonio, uno de los del grupo que siempre había estado un poco ido de la olla, fue corriendo al pueblo con el coche y volvió en menos de cinco minutos con una motosierra. Saltó al agujero, levantó la tapa de la caja y la metió allí, con los restos de Ralf. Cuando le ayudamos a salir nos sonreía satisfecho.

Yo sospechaba que todos los allí presentes estaban mal de la cabeza. La tetona hermana de Ralf me preguntó si yo no tenía nada que tirarle. Solté un buen escupitajo en el hoyo. El enterrador empezó a cubrirlo de arena, y al poco tiempo había terminado el trabajo. Nosotros volvimos al pueblo, entramos en el bar de siempre y nos emborrachamos.

- La vida es una mierda - comenté.

- No somos nada - soltó otro.

Nos marchamos del bar con una tajada de campeonato. Decidí irme a casa, caminando despacio hacia mi maltrecho hogar, vomitando en las esquinas y asustando a las viejas que aun andaban por la calle. Cuando llegué vomité un poco más en el fregadero de la cocina y me acosté pensando en Ralf. El muy hijoputa, ni siquiera se despidió.

Sonó el teléfono a las cinco de la mañana, sonó y sonó y siguió sonando hasta que decidí cogerlo a ver quién cojones era.

- Hey, tío, ¿me oyes? - dijo Antonio al otro lado de la línea.

- Te oigo, mamonazo, te oigo, dime, que coño pasa.

- Frank ha muerto, tío, auténtico puntazo.

Frank era otro de los amigotes borrachos que tengo. Había bebido más que nosotros aquella noche, pero no tanto como para diñarla.

- ¿Cómo ha sido?.

- Bueno, verás, el tío decidió no irse a casa tan temprano, así que él y yo estuvimos de juerga unas horas más, seguimos bebiendo y al llegar a la plaza del parque...

- La palmó por intoxicación etílica - pronostiqué.

- ¿ehh?, ahh, no, que va. El muy gilipollas se puso a pegar gritos a todo pulmón debajo de un bloque de pisos, diciendo que Ralf era cojonudo y todo eso. Entonces una cuarentona asomó la jeta por una de las ventanas del cuarto piso, sacó por ella el tiesto de una maceta de treinta kilos y lo soltó. El pobre Frank murió antes de darse cuenta de lo que se le venía encima.

- Joder.

- Si.

- Bueno, pues nada, mañana pasaremos por su casa para consolar a sus padres y toda esa mierda. Pobrecillo, me caía bien.

- A mi también. Oye, Paco.

- Dime.

- Ya vamos quedando menos ¿verdad?. De los del grupo, quiero decir.

- Si, nos llega la hora, Toni.

- Tengo miedo, Paco.

- Yo también, tío, yo también.

- Bueno, hasta luego.

- Vale, adiós.

Me levanté, eché una buena meada y volví al catre. Aquella noche dormí como nunca. Nada mejor para conciliar el sueño como enterarte de una desgracia ajena.

Es usted el típico gilipollas-plasta que da el coñazo con sus pajas mentales. Es usted un payaso sin ningún talento para la literatura y mucho menos para la comunicación humana.

Usted lee sus tocino-textos y piensa que es usted realmente bueno. Usted cree que es único y que lo que usted cuenta merece la pena ser dicho. Desengáñese. ES USTED UNO MÁS del montón de borregos. Su tono socarrón quasi-perezrevertiano lo único que esconde es que es usted un cobarde acomplejado sin ningún talento.


Váyase a la mierda con sus pajas mentales intragables, déselas a leer a alguien que sepa de literatura (un editor, por ejemplo), y verá que escribe usted pura MIERDA.


"La verdad jode, pero curte" -Makinavaja

Alguien se lo tenía que decir, amigo.

Tenga un buen día
 
Re: Lo que escribía de adolescente

Str8100 rebuznó:
Usted lee sus tocino-textos y piensa que es usted realmente bueno.

ajjajajjajajjajajjajjaja
Tbn estoy dde acuerdo con el resto de cosas q has dicho, cabello pedorrete q plomizo eres
 
un poco plomo si es eh tio?

bueno si te lo curras quiza...

pero no dejemoslo asi e tio

:wink: venga
 
jose cabello rebuznó:
[Atila rebuznó:
]este me ha gustado mucho mas.A ver si me lo leo.

Joder, esta frase es gloriosa. Aiii, jajajajaja, que me partooooo

Si aun no lo has leído... ¿cómo sabes que te ha gustado más?

Lo siento... me he quedado alucinando con esto... si es que ya estoy yo viejo y atrasado, que hasta tengo que leer primero los relatos para ver si me gustan o no.

si, es que he empezado con la tercera linea y acto seguido me he despertado todavia aturdido y con dolor de cabeza.

PD : Es usted mas tonto de lo que parece.Llegara lejos.
 
Perdonaaa, es que estoy de mala hostia porque he llamado al puticlub y esta noche no hay espectáculo lesbico en el escenario.
 
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